Estimados Juan Pablo Calvás y Ricardo Silva
Me resistí a hablar del tema por todos los incendios que ha desatado: el provocado por una arrogante grupo de intelecturales que se ancló en el mito de las «generaciones perdidas» hasta la piromanía alimentada por la sádica ingenuidad del «todo vale» «esto es una democracia», «ellos tienen fama y dinero y usted no» «hay que leer, no importa qué» y demás pretextos para justificar que estamos en otro caso más de una «nueva e incomprendida generación».
En medio de estos extremos encontré sus columnas (esta es la de Silva y esta la de Calvás), así como las de algunos colegas bloggers como Luis Eduardo Quintero (todos de la misma casa, para empezar) como reflejo del desencanto y la necesidad de entender expresiones de comunicación como los «Youtubers» en su contexto y sin satanizarlas de tajo. Con ambas me identifico y con ambas tengo reparos, pero creo que es mi manera de cerrar este episodio, no solo como lector y escritor sino como asiduo consumidor de eventos culturales como la Feria del Libro de Bogotá. Por eso este post cierra la temporada de #MonstruosLiterarios que dedicamos en este mes del libro y la lectura junto con la emisora Stereo Joint Radio en el programa Radiodistractor.
Primera verdad. No leemos. Nadie en este país podrá cuestionar esta realidad, caballito de batalla cuando difunden, por ejemplo, el resultado de pruebas de conocimiento con alcance internacional. ¡Esto no es nuevo! Pero de nuevo viene el tema de contexto. Hasta en el crimen más obvio los detalles cuentan. Los colombianos leemos 1.9 libros al año (¿eso cuenta revistas de chismes trasnochados en peluquerías? ¿El horóscopo de Chela Bracho (otrora clásico de la categoría Divulgación)? ¿Las fotonovelas?) Si el asunto es leer por leer entonces… ¡estamos salvados! Les recuerdo que nuestra Ministra de Cultura prometió que al finalizar este segundo gobierno los colombianos leeremos 3.2 libros anualmente por habitante. Y para ello enumera varias acciones que involucran la creación de bibliotecas. Infraestructura. ¿En serio? ¿Con el mismo concepto? ¿Moles de concreto atestadas de libros y obligados silencios ahora revestidas de modernidad por disponer de wi-fi gratuito? Veo venir el argumento de que en este atrasado país los libros no llegan a donde deben llegar. Y les digo: vivimos en un país donde hay más celulares que personas. Punto para los que defienden la «generación conectada».
Segunda verdad. Nos obligaron a leer. Conozco al menos dos generaciones que odian con todas sus fuerzas tener que leer y escribir. Fueron humillados por su mala ortografía y falta de coherencia al redactar una inocua composición sobre las vacaciones. Les tocó leer lo que otros creían que debían leer. Cuando yo quería sumergirme en las aventuras de Julio Verne me metieron a Gabriel García Márquez cual inyección de heroína en sucintas dosis de resúmenes, análisis literarios, películas, reseñas en revistas dominicales y cátedras de escritores frustrados, todo porque lo decía el currículo para Español y Literatura. Si bien hay mayor «libertad» a la hora de elegir, ahora el problema es la falta de criterio para hacerlo. Y esto aplica también para la selección de contenidos en internet ¿Quién tendrá mayor razón? ¿La chica que pasó por un aborto y comparte su testimonio en un blog o la chica play de cabellos multicolores que da consejos y direcciones de clínicas abortivas clandestinas en un video tan colorido como ella? Si entendemos que los buscadores casi piensan como nosotros, lo que pretenden es darnos la solución a todas nuestras preguntas. En esa medida los resultados de búsqueda arrojarán el enlace mejor posicionado, pero no por ello el más adecuado.
Tercera verdad. Pensamos a medias con Internet. Hablemos de la tentación del plagio, multiplicado a la décima potencia cuando cientos de trabajos escolares y universitarios recurren a Wikipedia o El Rincón del Vago, pues si alguien ya disertó sobre la crisis económica generada por los altibajos del petróleo ¿qué más da lo que yo pueda decir de mi propio entendimiento? O si sale un youtuber hablando de la «friendzone» con la parafernalia propia de un videoclip, resultó ser algo que yo pensaba pero no me atreví a expresar porque «me da miedo la cámara»… Perfecto que existan, pero no para que traduzcan lo que quiere decir «el lenguaje de los jóvenes»-otro castrante lugar común, como si se comunicaran en sindarin o dothraki- sino para motivar la réplica con mi punto de vista en la misma plataforma o en otras. Algo en lo que falla la docencia actual es vincular adecuadamente la pedagogía con las nuevas tecnologías. El miedo es abismal y por eso también hay reacciones llenas de animadversión. Ese punto lo explica mejor mi invitada en el programa, Joanna Prieto, especialista en temas de E-Learning, quién se manifestó por lo sucedido en la Feria del Libro en su página personal y amplió su posición en una entrevista con nosotros. De ser justos, en el país de un Nobel de Literatura deberían existir más bloggers.
Cuarta verdad. ¿Qué estamos haciendo para leer más y mejor en la era digital? Parafraseando un título de un artículo de la Red de Bibliotecas de la Fundación EPM, pues vuelvo a recordarles que existe un Plan Nacional de Lectura y Escritura conocido como Leer es Mi Cuento. Esta iniciativa del Ministerio de Educación parece cobrar relevancia cuando hay eventos como la FILBO, pero llega a pasar desapercibida el resto del año. Si están motivando a leer y a escribir ¿dónde están los resultados? En los concursos de cuento ya ha quedado el precedente de las quejas de los jurados como Piedad Bonnet por la mala calidad de los escritos. Además, como lo citaron en el encuentro del Plan del 2015 «En Colombia, alrededor del 60% de los habitantes urbanos y 70% rurales no tienen las competencias básicas de lectura». Y si no sabemos leer pues menos nos animamos a escribir una vocal. En esa medida qué mejor caldo de cultivo llegar como el vendedor del monorriel a ofrecer una solución audiovisual que solo exige no dormirse al quinto chiste. Aquí me atrevo a señalar la campaña Imaginantes en México, un verdadero aporte a la comunión entre lectura, escritura y nuevas tecnologías. Hay recursos para docentes al respecto.
Quinta verdad. Nos escandalizamos por nada. Así, con espejitos y vidrios. Abrimos la bocota cuando oímos «Youtubers» Estos muchachos son la revolución. Pues qué creen. Me leí cinco libros de ellos de una sentada, esperando entre ellos una frase contundente, una carcajada o una verdad que me doliera. Y esa tarea la debieron hacer los que salieron a quemarlos públicamente haciéndose los importantes y sabihondos. La sorpresa: ninguna. Libre de desapasionamientos solo hallé fórmulas para crear un canal de videos, consejos para dejarte llevar por el amor, relatos con explicit content (jajajaja, como en los cidis de raperos) y…ahí está todo. No se inventan la rueda, como dice en su columna Ricardo Silva. En su época pasó con la Guía del Buen Estudiante Vago o el Libro de la Vida de Bart Simpson, auténticas sátiras de la vida políticamente correcta. Los youtubers más polémicos son los europeos, pero ni sus consejos de armar porros mientras esperan a la policía hacen mella. Parecen parlamentos de un reality de MTV y, en el mejor de los casos, parlamentos de cualquier serie de Nickelodeon. Nada que no nos hubieran dicho antes. Sus libros son parte del negocio, sus vidas tan comunes como la cualquier otro, no hay más vuelta que darle.
Si buscan alternativas con un poco más de sentido, les recomiendo la editorial bogotana La Cuarta Pared. Embutida en medio de una desastrosa planimetría del pabellón de diseño gráfico y caricatura me topé con ellos y sus «Cuentos de terror para peluches». Escuchen lo que nos contaron de su experiencia creativa, que además es una empresa generadora de contenidos. De paso están los creadores de videos con más enjundia como los booktubers (críticos de libros) o los reviewers, aquellos jóvenes que reseñan productos, videojuegos o series ¿Cómo la ven?
La Feria del Libro tiene que actualizarse, en eso estamos claros. En los últimos años si duro una hora en Corferias es un milagro. Pocas razones me invitan a recorrerla. Leer y escribir son actividades, acciones liberadoras y eso es lo que quiero ver con más ahínco. Seguramente entre los propios fanáticos de estas estrellas virtuales hay creativos en potencia, que hay que encauzar desde las aulas y, por qué no, desde el hogar, con las herramientas disponibles. Que nos cuenten el mundo sin artificios o poses como sobrevivientes de Vietnam. Que nos hablen de cocina pastusa, que nos enseñen a hacer de las manchas en la ropa una decoración más, que nos hagan reír con ganas o le digan a otros cómo buscar ayuda cuando el mundo se les viene encima. Queremos más personas en You Tube, sí, pero más reales, más solidarias, más informadas. Y queremos más y mejores escritores, sin temor de nada.
Gracias a todas las personas que me brindaron su testimonio para este especial. A Fundalectura, la Editorial La Cuarta Pared y a Joanna Prieto.
@juanchoparada
juanchopara@gmail.com