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Delirio y extrañeza. Asombro y desconcierto. Éxtasis y melancolía. No es corta la lista de sensaciones que genera el nombre de Alejandro Jodorowsky, el escritor y cineasta de origen chileno. Antes de encasillarlo en los convencionalismos del cine lo más razonable es apreciarlo como una experiencia estética que desafía razonamientos y pone a prueba toda suerte de ideas.
Desde “El Topo” o “La Montaña Sagrada”, aventuras fílmicas de sus inicios, Jodorowsky sigue recogiendo las semillas de un cine lleno de provocaciones, a primera vista ininteligible, pero que de algún modo termina seduciendo. “Poesía sin fin” (2016), su más reciente producción, continúa la misión de su testamento audiovisual iniciado con “La danza de la realidad” (2013) que reúne elementos autobiográficos con una sucesión de imágenes que oscilan entre la catarsis y el frenesí.
Concentrada en la etapa más joven de su vida, “Poesía sin fin” expone el origen de algunas de las obsesiones de Jodorowsky, la influencia que ejerció en su personalidad el contacto con intelectuales de la época como Nicanor Parra, Enrique Lihn o Stella Díaz, y, desde luego, una especie de redención con su familia tras abandonarla por seguir sus sueños. Justamente la presencia familiar destaca notablemente en la película. En ella colabora principalmente su hijo Adán, representándolo en su juventud, además de aportar en la construcción de su banda sonora.
Los que se acerquen a esta segunda entrega no se sentirán defraudados: hallarán ese estilo particular de Jodorowsky que mezcla imágenes oníricas y dotadas de lirismo, con el descontrol de coreografías visuales como ese imponente desfile de esqueletos.
Aunque no sea un cine sencillo de distribuir, es de agradecer el esfuerzo de Trilce Cinema por presentar esta reciente producción de Jodorowsky en Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla desde este 18 de octubre. Es una valiosa oportunidad de acercarse a todo un personaje de la cultura latinoamericana, que aún divide opiniones, pero que disfruta ampliamente del caos que generan sus regalos artísticos.
Magnífica 70: la temporada final
El pasado domingo 14 de octubre se estrenó el primer capítulo de la tercera y última temporada de la serie Magnífica 70, producida por HBO Latinoamérica en Brasil. Desde su estreno llamó la atención ese relato de una Brasil setentera dominada por la represión y la censura, que encuentra en Boca Do Lixo en Sao Paulo un estallido cultural abiertamente opuesto al sistema imperante. Desde el cine independiente a la “pornochanchada”, películas eróticas de bajo presupuesto, sirven como pretexto para narrar las vivencias de esta tropa singular conformada por Manolo, Dora, Isabel y Vicente, que inician esta temporada separados tras los difíciles acontecimientos de la temporada anterior.
Ahora que las peripecias de este grupo llegan a su final es momento de hacer un balance. Las consagradas actrices Simone Spoladore (Dora) y María Luisa Mendonça (Isabel) coinciden en afirmar el aporte de sus roles en la búsqueda de justicia y reconocimiento para las mujeres, así como el compromiso del arte en rescatar la historia política de los países. Desde luego, valoraron el trabajo realizado durante seis años en esta producción “Trabajamos con un equipo muy talentoso y se logró un producto con mucha dignidad”, explica Maria Luísa.
Ahora que su país podría estar gobernado por un político de extrema derecha como Jair Bolsonaro, el foco de la serie cobra mayor vigencia, por lo que muestra desde un punto de vista las consecuencias de los regímenes militares para la libre expresión. Cada domingo a las 7:00 p.m. podrán seguirla, y revivir sus temporadas anteriores en la plataforma de HBO GO.
juanchopara@gmail.com
@juanchoparada