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Cuando se mencionan grandes nombres en el mundo del arte, la cultura y el entretenimiento es innegable reconocer sus rasgos distintivos, lo que los hace especiales frente a otros colegas. Pensemos en nuestro Nobel, Gabriel García Márquez, con un estilo más que reconocible en el universo de las letras o un Fernando Botero en el campo de la pintura y escultura. No necesariamente los vuelve esquemáticos o predecibles, esa seña de identidad constituye su sello cuando nos los mencionan, y si verdaderamente nos gustan sabemos lo que podemos esperar cuando estamos frente a alguna de sus obras.

La televisión llegó a ser tan indeleble como la más excelsa de las novelas o la más firme escultura. En la pantalla chica germinaron toda clase de creadores con una indiscutible sed de conocimiento, una formación envidiable en algunos casos y un talento innato para contar historias que abrió el panorama a una variedad de plumas emergentes, especialmente en la década de 1970. Julio Jiménez, el libretista colombiano que regresó en este 2021 con una nueva historia original firmada en conjunto con su socio Iván Martínez, reúne muchas de las cualidades mencionadas, que seguramente le fueron útiles para forjar con paciencia un estilo característico, desde sus épocas como adaptador de clásicos de la literatura universal -sus primeros originales que bebían del melodrama rosa solo como excusa para introducirnos en mundos llenos de ambición, crimen y misterio (El Hijo de Ruth, Un Largo Camino)- hasta llegar al gran éxito, “La Abuela”, un relato con tinte macabros que curiosamente no se ha vuelto a retransmitir o versionar.

Desde ese momento, -y hablo de más de 40 años de su trabajo- Jiménez se consagró por llevar al público una secuencia de historias donde es más que palpable su control absoluto de la producción. Todo salía como él quería y esa exhibición de poder -que lo haría antipático ante algunos actores y directores- puede explicar en parte el gran éxito que tuvo con la mayoría de sus dramas a finales del siglo XX. Con pocos recursos podía convertir una alcoba en un ambiente opresivo o hacer de una cena familiar una batalla campal, todo aderezado con una meticulosa musicalización y una cantinela de diálogos en un cuidadoso castellano, perfectamente vocalizados, que reforzaba aún más la idea de estar frente a una fantasía absolutamente urbana o en pueblos casi góticos que a un calco de la realidad.

Resulta engorrosa la tarea de enfrentar el pasado y el presente para hablar si los grandes maestros deben adaptarse al paso inexorable del tiempo -y los mercados en este caso-. No por ello se debe admitir una total renuncia de eso que los hizo únicos para agradar a un “target”. Es decir, un escritor no se comporta como un Luis Miguel, que canta el pop más cursi como “Cuando Calienta el Sol” a los boleros más sentidos como “Por Debajo de la Mesa”. ¿Qué le falta a él? ¿Un dúo con Ozuna? Si en la música el vaivén es la norma, creo que los escritores que han dedicado su vida a ese oficio no se traicionan de esa manera.

Y es que el estreno de “La Nieta Elegida”, que emitió el pasado lunes 27 de septiembre el Canal RCN, se convirtió en una prueba de fuego para un hombre inactivo desde el año 2009, tras un regular regreso con “Madre Luna” (2007), maltratado además por la estrategia de programación del mismo canal. Siendo un fanático de la obra de Jiménez, que no me perturban las críticas habituales que se han elaborado sobre sus historias, acá me sentí desconcertado. ¿Era una telenovela de Julio Jiménez o un encargo elaborado por terceros esperando que la comprara Netflix? Parece un caso donde la forma prima sobre el contenido, que reúne gran parte de lo que consideran valores de producción actuales, -reverencia al zoom, frenéticos cortes de edición, el milagro visual de los drones- acompañado de música de librería y una fotografía granulosa.

Pero me inquieta más descubrir si el canal dimensiona lo qué representa Julio Jiménez para esta generación ¿La repetición de “Pasión de Gavilanes” en la competencia (hecha hace 17 años) resultaría como su cebo más emblemático para convencer al público de su vigencia y a el de intentar adaptarse y conseguir un éxito acorde a los nuevos tiempos?

La Nieta Elegida - Imagen Canal RCN

Como sea, lo que puedo destacar de este proyecto es: actores de renombre como la querida Consuelo Luzardo, quien saca adelante a una millonaria obsesionada con el fantasma de su hijo. Millonaria que desafía toda lógica para dejarse convencer en dos escenas de llevarse a una desconocida a su casa. Puede que sea canónico de la telenovela -le pasó a María la del Barrio- pero a estas alturas el recurso ya parece un mal chiste. Sin duda, la revelación de Francisca Estevez resulta un interesante gancho, pero aún así la sentí tímida. Espero que su personaje sea más aguerrido que angelical para que despunte en medio de los enfrentamientos por el consabido control de los negocios de la familia. Carlos Torres, contraparte masculina, regresó a su registro de galán estrato seis, así que la sorpresa no va por acá. Para todo lo que contó el capítulo, no sentí que un secundario se destacara, de pronto el papel de Marcela Benjumea que ya tiene todas las tablas para interpretar antagónicos, especialmente desde su papelazo en “El Robo del Siglo”. En cuanto a producción insisto: faltó una gran musicalización. El dúo de Arrieta y Sagarminaga enriquecieron varios de los trabajos de Jiménez con piezas que evocaban sonidos de jazz o coros que anunciaban seducción o peligro, su música llevaba el ritmo de las escenas. Elementos como ese los extrañé acá.

¿Y la historia? Desde luego, sí hay un misterio del “Maestro del suspenso” o el “Hitchcock colombiano”. Quizá este primer capítulo se desarrolló de forma tan acelerada que se cogen con pinzas los momentos que lo hacen reconocible como un trabajo suyo, como la necesidad de una mansión de aire maligno, la numerosa familia disfuncional, los empleados aparentemente leales o los objetos que vinculan unos personajes con otros. No tiene todo el circo de “Los Gavilanes”, pero es probable que hayan contemplado esos caramelos a la audiencia que conectó con ellos y arroje algunos más adelante. Pero yo conecté con otro Jiménez. Uno más sobrio, pero no por eso menos emocionante o adictivo. Revisen con detenimiento los primeros episodios de historias como “La Viuda de Blanco”, “Yo Amo a Paquita Gallego” o “Luzbel está de visita”. Si algunos se sintieron defraudados por no hallar una historia con bailarinas, música popular o más torsos desnudos, pues imagínense para los que aguardábamos la auténtica escenificación de un rompecabezas de mil piezas.

Asistimos a una curiosa contradicción: hablamos de ‘streaming’ y series vertiginosas hechas para el público impaciente de hoy, pero en televisión abierta y en los mismos nichos han funcionado las reemisiones de éxitos que igualan o superan las dos décadas. Si “La Nieta Elegida” funciona, será por la combinación equilibrada de una marca registrada con todos los artilugios de la producción contemporánea. Tiene un reto a superar con el reality de Caracol, que activó con fuerza el acelerador de la nostalgia. Y finalmente, ojalá suceda igual con este producto terminado, que nos revele nuevamente al Julio Jiménez más visceral y enfermizamente calculador del pasado para tener un motivo de qué hablar en la pantalla nacional.

juanchopara@gmail.com

@juanchoparada

www.juanchoparada.com

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Periodista y filósofo. Máster en Dirección de Marketing Digital y Comunicación Web 2.0. Social Media Manager. Escritor cine, cultura, televisión, entretenimiento, sexualidad y tecnología.

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Un bosque de colores y brillo está cautivando al mundo. Unos ojos amarillos y unos destellos sobre una piel azul me cautivaron a mí.

Avatar, la nueva película del director de Titanic, James Cameron, es una obra maestra de 500 millones de dólares que en el poco tiempo que lleva en cartelera (se estrenó el 1ro de enero) ya se convirtió en la segunda película más taquillera de la historia, después de Titanic, y que, a mi modo de ver, ya puede ser catalogada como un clásico, como una historia inolvidable contada magistralmente  de una forma inolvidable.

Las imágenes de Avatar, logradas a través de tomas, diseños y colores, y, sobre todo, de una creatividad única e infinita, hacen que los espectadores creamos en ese mundo de los Na'vi y que luchemos internamente por sus personajes. La película es una obra de arte en términos cinematográficos, pero es a la vez una historia que nos deja un sabor amargo y una sensación de miedo y dolor.

Mientras nos deleitamos con un  mundo mágico de brillo, color y energía a través de imágenes en tercera dimensión, empezamos a entender que toda esa belleza, la historia de amor, el poder de la energía, lo hermoso de cada toma, son solo recursos creativos escogidos hábilmente por un director para enviar un mensaje poderoso a la humanidad: que está destruyendo a su madre naturaleza, a la tierra; que es posible que ya sea demasiado tarde; que el hombre puede ser el peor de los monstruos, "el alien", cuando se olvida de todo para acumular riquezas -casi siempre-; que así sufren las comunidades que son colonizadas cuando llegan los colonos a apoderarse de sus tierras, a expulsar, a exterminar, como si no existiera humanidad alguna en ellos.

Es difícil meterse en la mente de un director, y más de uno bueno, pero al ver la película solo pude preguntarme de dónde saldría una idea tan brillante y creativa, y a eso solo pude responder que lo brillante y creativo, como siempre, surgió de lo más simple: del mensaje que se quería enviar, un mensaje ya repetido hasta el cansancio de cómo el hombre se destruye a sí mismo y al mundo en el que vive, pero que esta vez un director quiso contar de otra forma porque sabía que haciéndolo como siempre su idea no funcionaría; hacer una película histórica sobre alguna guerra, sobre la colonización de alguna región, sobre seres humanos destruyendo el planeta sería lo mismo de siempre y sería recibido a ciegas, con indiferencia, como ya nos hemos acostumbrado a asumir las cifras de muertos, de ataques, de destrucción.

Pero unos seres azules, brillantes, con hermosos ojos almendra y habitantes de un bosque de colores, destellos y energía, de unión y poder, vistos en tercera dimensión y construidos alrededor de una historia de amor serían las figuras perfectas para que la sensibilidad de los seres humanos resurgiera de lo más profundo de su interior. Con estos seres Cameron creyó que lograría comunicar su idea y lo hizo.

Avatar está transmitiendo un mensaje muy poderoso a millones de personas en el mundo. Y eso no quiere decir que algo cambie debido a la película; no lo hará. Pero los Na'vi, sus ojos almendra, su desgracia, su amor por la naturaleza, su indestructible unión y su conexión energética se quedarán para siempre en la mente de muchos seres humanos que se sintieron de otro bando mientras se adentraban en esta historia. Por lo menos de mi mente no saldrán jamás.

Y, como una de esas coincidencias mágicas, en este caso muy dolorosa, que parecen salidas de ese bosque de energía de Pandora, mientras veía Avatar y a los Na'vi huir llorando y observabando impotentes cómo les destruían su mundo, pensaba con el corazón apretado en esos miles de haitianos que en ese mismo momento debían estar también llorando y corriendo después de que unas horas antes un terremoto hubiera prácticamente destruido Puerto Príncipe. De mi mente será imposible borrar esta comparación así como la sensación de dolor que nació en mi interior cuando unos personajes azules representaron frente a mí lo que en esos instantes ocurría realmente a seres humanos en otro lugar de mi planeta.

Es hora de despertar; con la naturaleza no puede nadie. Ella oye nuestros mensajes y nos responde, y, en este caso, el director de Avatar hizo un trabajo maravilloso en la transmisión de uno muy repetido de prevención, aunque quizás bastante tardío.

"Eywa", te pido que ayudes a que la naturaleza sepa conservar sus equilibrios, así dolorosamente a veces el hombre tenga que pagar por lo que ha hecho.

Ya alguna vez había mencionado que no soy amante de la ciencia ficción, pero Avatar es para mí su mejor exponente, al punto de que, además de ser absolutamente hermosa, a través de recursos del género logra crear una realidad y, lo que es más importante, logra enviar ese mensaje que de ninguna otra manera había conseguido llegar a tantos.

 

www.catalinafrancor.com/blog

 

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