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Esta edición de estrenos hechos en nuestro país viene recargada de confianza en la labor que adelanta la televisión pública, esta vez en un gran despliegue por nuestra senda rockera, preocupación por el cada vez más menguante ‘rating’ de las producciones nacionales en los canales privados y algunas recomendaciones en streaming, así como un lugar fascinante de café.

“Nación Rebelde”, las ganas de dejar huella

Los documentales que hurgan en la cultura popular han colmado mi atención en los últimos años. Desde los listados de VH1 o su célebre “Siete Edades del Rock”, hasta This is Pop el año pasado, se convierten en ventanas alucinantes sobre lo que muy poco se habla de la música y es el motor que la genera, el contexto en que surgen los más alucinantes fenómenos y la estela que dejan.

Nación Rebelde - Cortesía RTVC

Pues bien, en el 2020 hubo algo de eso y más en el controvertido documental de rock producido por el célebre Gustavo Santaolalla “Rompan Todo”. ¿Cuál fue su atrevimiento? Desde luego, exigirle que abarcara toda la dinámica del rock en cada país latinoamericano era imposible, pero también resultaba pretencioso convertirlo en una sucesión de guiños a los amigos con los que trabajaste.

Mientras considerábamos su nivel de aciertos, flagrantes omisiones y algunos desconcertantes invitados, un equipo colombiano ya rastreaba los orígenes de nuestra sangre más pesada, musicalmente hablando. Y coincidencia o no con el sinsabor que dejó “Rompan Todo”, llega este proyecto transmedia que articula una serie documental de 14 capítulos con podcasts que se verán en varios canales del sistema de comunicación de medios públicos como Señal Colombia, Radiónica, RTVC Play y Radio Nacional, con el apoyo de Señal Memoria.

La serie documental, estrenada el pasado 17 de septiembre, es una declaración de intenciones desde su estética visual psicodélica combinada con una notable selección de imágenes de archivo, el esfuerzo por encontrar y dar voz tanto a las principales protagonistas de la música desde sus orígenes como de expertos autorizados y la minuciosa investigación que requiere todo este entramado. Personalmente me gustó el recurso de recuperar la alineación de las bandas de la época (mientras se pudiera) y que interpretaran sus éxitos en diversos escenarios. Debió ser emocionante para ellos sentirse reconocidos de esa manera.

Esa clase de historia musical con elementos sociológicos de por medio nos confronta sobre el sentido convencional de “ser rebeldes”. Si los artistas que desfilarán por la serie oscilaron entre promover una sacudida de conciencia frente al sistema, solo fueron reflejos de los fenómenos angloparlantes o mexicanos o blandieron un discurso vacío y montaros poses por simple comodidad es parte de lo que le toca decidir a los espectadores.

Si empezamos con el contagioso “Very Very Well” de Carlos Román y su Conjunto Vallenato, esa curiosa fusión entre el rock’n roll y vallenato que se presenta como parte de esa atrevida génesis, entonces no estuvimos tan desconectados de esa fiebre que alteró los nervios de la sociedad postguerras. Lo que vi me dejó buen sabor de boca, así que muchos respirarán aliviados con la atención puesta en los detalles de esta cronología armada por el equipo comandado por Mauricio Tamayo para reconocer la genética del rock colombiano y su mezcla con el folclor.

La serie la pueden seguir los domingos a las 8:00 p.m en Señal Colombia, posteriormiente en la plataforma de RTVC Play y los podcasts en las páginas de las señales de radio mencionadas.

“Leandro Díaz” y “Entre Sombras” ¿qué pasa en la franja estelar nacional?

Sin duda me queda difícil ubicar el momento en que las producciones de los canales privados me dejaron de interesar. Tanto “reality” morboso o pordiosero mezclado con bionovelas que abusan de la fórmula, distraen con sus excesos de drama o confunden a los televidentes con experimentos temporales y “remakes” no pedidos de éxitos que sí movían masas me hacen pensar que hoy en día perdió encanto crear productos para nuestro público.

¿Cómo es posible que Caracol dure años guardando series para estrenarlas en horarios imposibles y verlas languidecer sin que generen interés, resguardadas por eternos ciclos de concursos donde prevalece más la lástima que el talento? ¿RCN alternará el legado de Fernando Gaitán entre reemisiones y nuevas versiones de sus éxitos para sobresalir en la tempestad junto con algunos intentos de recuperar la gloria extraviada, todo con la pesada losa de la ideología política de su noticiero?

México, país telenovelero por excelencia, se ha estrellado con esos muros y a veces aprende la lección. Su público interno consume telenovelas que privilegian esa pantalla, así existan alternativas de streaming. Otra impresión que tengo es que el negocio ha cambiado tanto que en nuestro país las empresas de la industria se decantaron por volverse productores. Y no está mal, pero esa lógica ha ensombrecido el interés por satisfacer la verdadera necesidad de entretenimiento de los espectadores locales, que se dividen entre los que ven lo que sea o cuestionan ese comportamiento.

Los recientes estrenos del Canal Caracol y el Canal RCN van a la segura, casi alternándose las ideas. Después del ninguneo a “El Rey”, una mancha en el naciente currículo del canal, RCN respondió con otra bionovela en el mismo horario. Esa estrategia “espejo” fue una de las razones que me alejó de la televisión nacional, una pereza creativa absolutamente repulsiva. Pues bien, NINGUNA de las dos propuestas se llevó el gato al agua en su estreno. Eso ya es de preocuparse. A nuestras historias les cuesta acaparar la atención de forma rotunda.

En esta guerra por el poco ‘rating’ RCN sale mejor librado. La bionovela de “Leandro Dïaz”, el juglar vallenato oriundo de La Guajira que se inmortalizó en decenas de canciones como “La Diosa Coronada” y “Matilde Lina”, entre muchas otras, ha ido creciendo en audiencia a tal punto que ya superó a su enfrentado. Silvestre Dangond sorprendió a muchos por su interpretación socarrona, romántica y arrebatada del compositor, pero se ha llevado los aplausos su versión infantil, a cargo del también debutante Abel Villa Jr.

Y es que esta vez, con la misma fórmula de todas las bionovelas, han sabido equilibrar tanto el color local como el aspecto más dramático de su origen como su discapacidad visual, para conmover a los seguidores que sacan a flote los prejuicios y el machismo imperantes en esa región de nuestra geografía.

No podemos olvidar que también es una historia de época, pero así como duele aceptar verlas representadas con cierta crudeza, también golpea saber que dichas conductas no han desaparecido. Semejante panorama de injusticia y desprecio es compensado con personajes carismáticos como la tía Erótida, interpretada por Aida Bossa, quien saca partido de la riqueza de un personaje femenino con abundantes matices junto al de Nacha (Viña Machado), una mujer sometida y humillada que nunca ha dejado de amar a su pequeño. Ambas son las dos caras de una misma moneda y junto con el tremendo Onofre (Diego Vásquez) conforman el triduo actoral más sólido del producto, soportado por el buen hacer de actores más naturales como el maestro Marciano Martínez, quien representa al abuelo materno de Leandro y contrapeso a la figura de su padre.

Sin ser un experto en la cultura vallenata creo que esta vez se dieron a la tarea de recrear lo mejor posible el ambiente, con una abundancia de paisajes naturales y con la conciencia de destacar su tradición oral con los baluartes de la misma, algo que han recibido muy bien los habitantes de esa región del país, apartando la consideración sobre la fidelidad a los acentos de la zona, que sería de los aspectos más cuestionados. Con todo, esta historia tiene más posibilidades de crecer porque balancea el drama con el sentido del humor y la música tratando de emular a las mejores producciones de antaño en su tipo, lo que ciertamente refresca la pantalla frente a la competencia.

Por el lado de “Entre Sombras” encontramos el regreso de Flora Martínez enfundada en uniforme, del lado de la ley, parte de un grupo de investigación y a su vez, de un triángulo amoroso. El asunto es que escoger esta historia de tono más serio, con el aspecto de un procedimental estadounidense tipo C.S.I o La Ley y el Orden, con casos episódicos y una trama transversal, no era el producto para competirle a “Leandro”. Además que las series inspiradas en crímenes reales pueden gustar, pero caen más rápido en el tedio bien sea por la necesidad de encontrar algo menos pesimista o que parece demasiado conocido. En los últimos años se han estrenado series del mismo tenor, por lo que no causa sorpresa otro entretelón de las fuerzas del orden o de la salud con romance de por medio.

El tiempo dirá cuál se proclama vencedora y si sostendrá lo ganado hasta ahora ¿Cuál es su favorita?

Si debo decir algo frente a lo sucedido con ‘La Reina de Indias y el Conquistador’. Una historia de época, que no es barata de hacer y basada en la existencia de un personaje histórico recibe la indiferencia del público tras un recibimiento similar en el exterior. Para analizar los factores que llevan al naufragio de esta producción ¿Será que anhelan más parecer series de élite en una plataforma que descuidan la posibilidad de rescatar algo de su inversión al dirigirla al público que debería interesarse en ella?

“Cochina envidia”, nueva serie colombiana en Prime Video

Veneno, la historia creada por la actriz Carolina Cuervo para el teatro, ahora se convierte en serie para la plataforma Prime Video. Una comedia dramática que reúne a cuatro amigas que no lo son tanto. Me parece genial que estén buscando ideas contadas por escritores nacionales bien sea en la dramaturgia o en la narrativa. Si siguen por ese camino seguro hallarán más argumentos poderosísimos susceptibles de adaptarse al formato audiovisual. Carolina, junto a Ana María Orozco, Jeimy Paola Vargas y Cecilia Navia protagonizan la producción. El 7 de octubre es el debut de sus seis episodios en la plataforma. Curioso el tándem de historias con grupos de mujeres que está agrupando Prime Video.

Las noches de “Bruma y Taza”

Bruma y Taza - Cortesía Agencia GMT

Cierro esta edición con una recomendación gastronómica. El restaurante Bruma y Taza tiene el firme propósito de sumergir a sus visitantes en una completa experiencia culinaria que les evoque lo mejor del mundo del café colombiano y del Eje Cafetero. Por ese motivo se lanza a la aventura de cautivar los paladares más exigentes con una propuesta que también los invita a descansar del agite diario, a escapar y relajarse. Los que lo visiten encontraran una variada carta de desayunos, sandwichs, bowls, tablas y vinos, entre otros productos, seleccionados para cada momento del día y en un ambiente único. Una alternativa que invito a explorar en esta nueva ola de sitios liderados por empresarios que le apuestan a recuperar el tiempo perdido con lugares que sorprendan a los sibaritas. Abierto de lunes a miércoles de 7:00 a.m. a 8:00 p.m., jueves a sábado de 7:00 a.m. a 10:00 p.m. y domingos y festivos de 8:00 a.m. a 5:00 p.m.

Encontrarán a Bruma y Taza en el Parque de la 93 en Bogotá (Cra 12 No 93-57) Piso 2. Sígalos en Instagram @brumaytaza o visítelos en su sitio web www.brumaytaza.com.co

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Periodista y filósofo. Máster en Dirección de Marketing Digital y Comunicación Web 2.0. Social Media Manager. Escritor cine, cultura, televisión, entretenimiento, sexualidad y tecnología.

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Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

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En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

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Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

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¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

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Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

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Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

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