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Ya sé que nuevamente me pasarán el acta de defunción de la telenovela como género audiovisual, a la que pegarán la lista de defectos posibles, desde idiotización romántica a desperdicio de dinero en detrimento de otras maneras de “culturizarnos”. No obstante, para bien o para mal, no está muerta. Ha cambiado de manos, como de cerebro a Frankenstein. El dominio turco es innegable. Y ahora los realizadores evitan cualquier nexo con su pasado usando eufemismos como “super series”, “super dramas”, “bionovelas” y engendros similares.

Aunque no le cuelguen la lápida, se está cobrando víctimas inusuales. Les hablo de México, principalmente (ni hablar de Venezuela, otro invitado a este panteón) El otrora imbatible mercado, que inundaba parrillas por doquier con éxitos probados hasta más de tres ocasiones. La fábrica de estrellas con dicción perfecta. Las cátedras incuestionables del sacrificio por el amor verdadero, el sexo seguro, las virtudes de la maternidad y la dignidad de la pobreza. No importa el lugar común que le saquemos a relucir: son una marca en la cultura popular. Ahora ¿dónde está la telenovela mexicana?

Daniel Lares, colaborador del portal mexicano La Hora de la Novela, entregó hace unas semanas un sesudo análisis del errático comportamiento de la telenovela en cuanto a audiencia y exportaciones de la industria de la lágrima de su país en el 2017 ¡Muy desalentadores! “A juzgar por los resultados de los proyectos a los que se les autorizó luz verde durante el año, se evidencia que se apuesta más por un continuismo gatopardista dirigido a una audiencia que si bien antes fue “masiva” ahora, cada vez con mayor notoriedad, sólo está representando uno o algunos de los segmentos del universo total”, cita Lares en su artículo. Una abierta contradicción con el espectáculo actual de la televisión (y el streaming) donde prima el interés en crear auténticos fenómenos con los elementos de siempre, con notables inversiones o la simple investigación de mercados y formatos para satisfacer el gusto del espectador ¿Es que les basta con copiar lo que medio funciona en otras latitudes?

Asomarse a este panorama solo revuelve la nostalgia. Hace unos días me encontré con varios compendios de videos con entradas de una que otra telenovela de Televisa de finales del siglo veinte, y devoré especialmente los comentarios. Las anécdotas personales atadas a varias de estas producciones, fenómenos de ventas y rating en su momento como Alcanzar una Estrella, Cadenas de Amargura, Cuna de Lobos o Simplemente María -cuyos argumentos no pasarían la guillotina actual de la corrección política- justifican de cierta manera la supervivencia del género que en México cumple 60 años, tras aquel lejano debut de Senda Prohibida con la ya fallecida gran actriz Sylvia Derbez.

Coincido también con Lares en que el manejo de la ficción actual en las empresas manitas parece a cargo de novatos, más pendientes de tendencias y retuits que de centrarse en hacer mejor lo que siempre han sabido hacer. Tanto Televisa como TV Azteca han traicionado sus raíces: la segunda, que dio su primer golpe con telenovelas como Nada Personal, con su dosis de realismo, encontró su gancho en las historias colombianas como Señora Isabel (Mirada de Mujer) también ha dado tumbos, menguó drásticamente su producción de telenovelas y tuvo que acudir a una extraña reingeniería que mezcla adaptaciones de historias colombianas como el back up del catálogo turco si lo nuestro no funciona. Ambas empresas deliran con reversionar hasta el cansancio éxitos del pasado, adaptar formatos extranjeros sin la menor idea de lo que hacen en algunos casos y ningunear el talento de sus escritores para crear historias propias. Para colmo, lo poco original que realizan lo hacen con las patas.

Un curioso detalle en ambos casos es que hay directivos de procedencia colombiana en sus filas. El “Colombia Power”, como lo menciona la columnista Lupita Reyes en su espacio semanal del Diario Basta a propósito de la apuesta de Televisa por emitir en franja estelar (con serios titubeos) sus versiones de Las Juanas (ya hecha por TV Azteca en el 2004) y La Ley del Corazón (el único éxito del 2016-2017 del Canal RCN) La empresa más representativa, que institucionalizó los contenidos dramáticos para niños y jóvenes y se ha dado la pela por cañonazos mundiales ¿solo se le ocurre programar dos y tres capítulos de La Rosa de Guadalupe, el Black Mirror chilango? Confían demasiado en nuestras manos para admitir semejantes soluciones. Cabe mencionar que igual pasa en Imagen TV, el tercer canal que ya cumplió su primer año de emisiones, con resultados dispares en su oferta.

Para los que me leen ¿Qué telenovela mexicana recuerdan con más cariño? ¿Algo para rescatar de lo de hoy?

El Negocio (O Negocio) llega a su final

El próximo 18 de marzo se estrena la última temporada de una serie incorrectísima para el momento. El Negocio es la historia de Karin, Luna, Magali y Mia, o la prostitución de lujo en una Brasil predominantemente machista. Océano Azul fue solo el inicio de un imperio basado secretamente en el placer ¿Cómo terminará? Un serie provocadora cuyas primeras temporadas pueden revivirse en la plataforma de streaming de HBO 

Hermanos en pantalla grande

Febrero inicia con una cartelera llena de hermanos por todos lados. La primera de ellas, Viviendo al Límite (Good Time, 2017) fue una de las sensaciones indie del año pasado. Dirigida también por hermanos (los Safdie Bros) nos llevan por una frenética noche llena de delincuencia y traumas de la infancia con trazos de humor negro bastante premeditados. Nominada a la Palma de Oro en Cannes, les sorprenderá ver a un Robert Pattinson alejado del desabrido vampiro de Crepúsculo en un rol con más carne y motivaciones. Prevista para estrenarse el 22 de este mes.

Por otra parte, este 1 de febrero llega Father Figures (Quien @#%$ es mi papá, tradúzcalo por “putas” o “carajos”) una “dramedy” acorde al estilo actual de películas aparentemente cómicas que aguardan una bomba dramática al final. Owen Wilson y Ed Helms, viejos lobos de mar en estas aguas, representan a hermanos gemelos que emprenden la búsqueda por su origen, con bastantes sorpresas en el camino. La maravillosa Glenn Close interviene poco, pero es el eje de una trama no tan predecible con momentos bastante comunes de este subgénero.  Para enmarcar ese fragmento de la vida adulta de tener más de cuarenta años pegado a la televisión viendo la Ley y el Orden.

@juanchoparada
juanchopara@gmail.com

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