Tras ver la multipremiada película del director surcoreano Bong Joon-ho, no pude menos que asociar una de las escenas más surrealistas de su película con esta canción del grupo brasileño Paralamas, que le viene como anillo al dedo a esta historia.
“El arte de vivir con fe, sin saber con fe en qué” resume muy bien la lógica de la familia de Ki Taek, quienes viven en un incómodo sótano a ras del suelo, con vista a un callejón donde mean de vez en cuando borrachos, la señal del wi-fi es caprichosa y las fumigaciones son una excentricidad que pueden permitirse. Es el ultraje del siglo XXI en cadencia con la tecnología, la misma que registra sin distinciones tanto la opulencia como la miseria con estética de videoclip. Un mundo de maliciosos donde el fraude informático es capaz de granjearte oportunidades que a muchos le han costado años y pestañas. Un mundo que hiede a ropa usada, cuyo aroma impregna lo que toque a su alrededor.
Por otro lado se encuentra el calmoso aunque plano mundo de la familia Park, ricos confiados, casi estúpidos, hijos del “milagro asiático” que los envolvió en una extraña burbuja capitalista en la que viven por años, a tal punto de convertirlos en seres descreídos, inseguros, enfermizos, con cierto tufo a un ideal de raza pura. “Le llamaremos amor”, decía el patriarca de la familia cuando Gi Taek, convertido en su chofer, le preguntaba sobre la relación con su esposa, de ese nivel están las cosas.
https://youtu.be/Z7SiFLgoFQM
En esa medida, una familia adinerada tan pobre de espíritu es la víctima perfecta para el curioso plan que urde la familia de Ki Taek de conseguir más dinero ingresando a su mundo a como dé lugar. Lo que ocurre después adquiere un ritmo delirante, con momentos épicos que no traicionan la premisa de “nada es lo que parece” (incluyendo sótanos que esconden peligrosos secretos) y un final que desata toda la locura posible. Por momentos traté de evocar a una de mis películas clásicas favoritas como lo es Teorema de Pasolini (1968), la cual maduró la idea de una sutil home invasion con un personaje carismático que trastorna a toda una familia acomodada, pero en Parásito las ambiciones son más mundanas.
Sin hacer alarde de construcciones dramáticas complicadas, Parásito nos hace cómplices del destino de ambas familias, tan ensimismadas en sus objetivos, que el único que parece reaccionar ante el inminente cataclismo es el joven Ki-Woo, aferrado a una roca como polo a tierra frente a un plan que pierde todo el sentido. Esa es la otra reflexión de la película: no tengamos planes, da igual lo que suceda, pues la vida no suele ocurrir como la concebimos. Una demoledora sentencia.
En esos detalles se aprecia la meticulosidad con que Bong Joon-ho calculó cada aspecto de Parásito. Otro buen ejemplo de ello son las casas de ambas familias. Los espacios habitados por ellas se convierten en protagonistas del enredo con sus ventanales, jardines, salones, pasillos o cuartos que reproducen a la perfección la visión de cada grupo: desde la ropa amontonada, las curiosas cenas o ese inconcebible trasegar de la calle al inicio de la película en el ambiente de Chung-Sook, Ki Taek y sus hijos hasta el enorme jardín de los Park, testigo de su particular monotonía con la hija ansiosa de romance, el niño hiperactivo o la candidez de la madre que no halla cómo ocupar su lugar de “señora de la casa”, hecho que consideré al inicio demasiado increíble hasta que comprendí la razón por la cual estos millonarios no deberían poseer ni una sola pizca de malicia.
El reflejo de la sociedad actual que hace Parásito la hace de imprescindible visionado, con un guion pulido, una puesta en escena un elenco bien articulado que ya recoge sus frutos en tierra americana como la pasada entrega del Screen Actors Guild Award el pasado domingo 19 de enero, no para de hacer dinero y aumentar en popularidad desde su triunfo en Cannes, por lo que no es insospechado su triunfo como Mejor Película Internacional en los Premios Óscar del próximo 9 de febrero, sin obviar que es una digna contendora de Once Upon a Time in Hollywood y 1917 en la categoría principal. Si no lo logró Roma, esta pinta para buena oportunidad de hacer historia. Una oportunidad de dejarnos fagocitar por su cruel moraleja.
Es mejor pelicula en idioma no ingles, no mejor pelicula internacional.
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