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F.A.R.C. Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. La palabra revolución me convenció en un primer momento. Seguro le pasó a muchos: el ideal de revolución con ideas, argumentos y acciones que enfrentan valientemente la ineficacia y el desamparo del Estado. Muy romántico, muy estúpido. Ahora, esa sigla encierra una enorme contradicción.

El 4 de febrero se organizará una marcha en su contra. Aunque el espíritu que la alimenta tenga otras razones, es una marcha de odio. Y ustedes se lo ganaron. Obtienen todo el mérito posible para exacerbar el rencor más escondido de cada colombiano que saldrá a la calle a expresar su rechazo hacia sus actos demenciales. Aún así, ustedes continúan obteniendo más con la muerte y el sufrimiento ajeno.

¿Se han preguntado en algún instante como serán recordados por la historia? ¿Cuál es la primera sensación que generan ustedes en las personas de mi generación y las de las generaciones venideras? Miedo. Terror. Asco.

Yo les temo. Les temo profundamente a lo que puedan hacerme a mí, a mi familia, a mis amigos, al señor de la esquina, a los secuestrados que se extinguen en sus manos. Ustedes saben como llegar a cualquiera de nosotros y sorprenderlo para acabar con nuestras vidas. Les temo porque sé lo que son capaces de hacer cuando algo estorba sus principios. En suma, la historia los conminará al rincón de los bandidos, los homicidas, los terroristas. Esa será la imagen que nos quede de ustedes.

¿Se preguntan si valió la pena desviar el camino, si alguna vez andaron en una senda correcta? ¿Qué colombiano humilde recuerdan que les haya dado las gracias por algún favor recibido por parte de ustedes? Muy seguramente ninguno. A aquel campesino que se le cayó la casita y esperaba una mano amiga recibió un tiro de gracia. A esa mujer desesperada por no tener nada que comer y beber ustedes le ofrecieron una formidable suma de dinero, a cambio de marchar entre la manigua y darle la más increíble lección de irrespeto a la vida al enseñarle a empuñar un fusil. Ningún colombiano los recordará con agrado porque nada bueno han hecho por alguno.

Lo peor de todo es que ustedes también viven en zozobra. No están tan tranquilos como pudiera uno imaginarse. Las mismas lágrimas derramadas por las víctimas de su crueldad las habrán derramado sus madres cuando los vieron salir de sus casas hacia un futuro incierto. Las mismas furiosas lágrimas de impotencia de las esposas o compañeras de los diputados del Valle las derraman en silencio sus esposas o compañeras al tener que huir con ustedes de un lado a otro, sin hallar en alguna parte un poco de paz. La misma indiferencia por el asesinato de un civil a manos de ustedes se multiplica por mil cuando se difunde la noticia de la muerte violenta de alguno de sus hombres en combate.

Esa es la suerte que les espera, mucho menor que el repudio que les sucederá por siempre, pero al fin y al cabo así será. De no encontrar otro modo para parar el baño de sangre en el que nos sumergieron a diario tanto ustedes, como los paramilitares y el ejército, todos enfrascados en una lucha que perdió el horizonte hace mucho tiempo, esperen como recompensa el lastre de ser los criminales, además de pagar por ello de la peor manera posible.

Más irónico aún es que ni nuestras muertes o las de ustedes no cambiarán mucho los verdaderos males de la sociedad. En ustedes encontraron la excusa para personificarlos a la perfección. Pero los problemas de fondo no se verán disminuidos con su desaparición o la nuestra tres metros bajo tierra. Y son justo los problemas que no nos decidimos a resolver. Por eso yo no marcho el 4 de febrero. Porque el verdadero problema ni siquiera son ustedes. Mientras no nos interese resolver los verdaderos males podemos seguirnos odiando.

BOCADILLO: A los promotores de la marcha, gracias por promover el odio. Sé que tuvieron una buena intención pero se les salió de las manos. Hay que encontrar unos culpables y ya les hicieron la tarea.

juanchopara@gmail.com

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