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La farsándula criolla acaba de ofrecer un nuevo postre para los ávidos en novelones rosa. El escándalo de los actores Robinson Díaz y Adriana Arango anima las comidas de los colombianos al especular sobre las razones de la infidelidad, quien de los implicados es el más culpable y cúal es el castigo para cada uno. 

No obstante el bochornoso episodio también abre la discusión sobre la conveniencia de estos espectáculos para sus protagonistas. En la vida pública los escándalos sexuales y el dinero son las trampas más fáciles por las cuales alguien termina crucificado. El asunto lo traigo a colación tras ver el especial del canal VH1 de los 40 escándalos más salvajes de las celebridades en donde se hace un singular recorrido por toda clase de sucesos que marcaron época bien sea por lo encumbrado de sus personajes o por lo absurdo del acontecimiento.

El caso Clinton con la ex becaria Mónica Lewinsky es uno de los principales ejemplos de escándalo ante los cuales lo del mago Kandú y señora es apenas una inocentada. Clinton redefinió la infidelidad al proponerla como una relación impropia y, como lo advierte el especial, fue el legado más resonante de su mandato, incluso por encima de los logros alcanzados durante el mismo.

Los videos porno de Paris Hilton y Pamela Anderson pusieron de moda los ‘sex tape´ como una atrevida manera de hacer publicidad.  Los tribunales se pusieron la justicia de ruana con sonados casos como O.J Simpson y la mutiladora de penes Lorena Bobbit. Las evasiones fiscales y negocios fallidos de los artistas también son carne fresca para los devoradores de desgracias ajenas.

¿Hay lecciones que sacar de estas historias? Desde luego. Los escándalos producen efectos inesperados: te hunden en el lodo o son una fuente inagotable de fortuna. Los medios de comunicación son los grandes beneficiados con titulares rocambolescos. No obstante, en la vida cotidiana, no hay cámaras o periodistas inquisidores. Las peleas callejeras, los golpes, los robos y las traiciones están a la orden del día. Lo paradójico de esto es que, mientras nuestras existencias anónimas padecen toda clase de infortunios sin recibir algún rédito por ello, salgamos a pedir corrección moral de quienes igualmente son seres humanos como nosotros. El que sean reconocidos por la sociedad quizás no los exime de mantener una conducta intachable, pero no podemos lanzar juicios sin antes reparar en su condición humana.

Para los que me leen ¿cuál es el precio que paga el ser protagonista de un escándalo? Por culpa de uno ¿en donde ha terminado?

juanchopara@gmail.com  

  

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