Foto tomada de: influencersfilm.com

Por @dani_matamoros

Hace dos días me invitaron a un restaurante de Bogotá como “influenciador». Palabra –concepto– que se ha puesto tan de moda en el “intrínseco” mundo del social media y que ya muchos aborrecen, critican, banalizan, destruyen, defienden, usan, emplean, se lucran con ella, estudian, aman y odian al mismo tiempo.

A mí la verdad me vale culo lo que digan y hagan los demás, y menos en social media y marketing digital, en donde casi nadie sabe nada, y donde la mayoría son unos montón de egocéntricos–llorones–vendehumo ensimismados que lo único que conocen fue lo que aprendieron en la universidad o en un diplomado de dos millones trescientos mil pesos. En serio. Pocos son los que saben algo certero o dogmático en esta mierda. Todo es causal, experimental, anecdótico. En mi caso: “solo sé que nada sé”. Pero trabajo con una plataforma que sistematiza la labor de las campañas de voz a voz con marcas y anunciantes en redes sociales, así que debo apoderarme del concepto de influenciador. Debo creérmelo y predicar sobre él. Debo sacarle beneficio y pues en esas ando. Es que para un vago que le gustan que lo consientan, le paguen por decir estupideces y lo emborrachen gratis, ser considerado influencer es algo conveniente.

Para los que no entienden bien la vuelta, un influenciador –en su concepto original y universal– es alguien que dentro de la sociedad es tenido en cuenta como punto de referencia por los demás. Es alguien que impone y/o crea tendencias, alguien que está a la vanguardia y es hasta imitado, todo un modelo a seguir. Hablamos de cantantes, políticos, estrellas de cine y televisión, activistas, empresarios, periodistas, músicos, escritores, analistas, inventores, en fin, gente realmente grande, que mueve masas, que queda en la historia, que se tira un pedo y todos queremos tirarnos un pedo como ellos.

Llevándolo más a la práctica publicitaria, al marketing digital, al mundillo del social media, es gente que se ha convertido en referente dentro su círculo social digital, entiéndase en blogs, canales de YouTube o redes sociales como Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest, LinkedIn, son las que se me vienen a la cabeza. Algunos han conseguido este reconocimiento por su trabajo, otros por su fama en medios tradicionales y otros simplemente porque han sabido explotar su personalidad y sus conocimientos. Y entonces tienen un buen número de seguidores, obtienen milles de views en un video donde hablan estupideces, pertenecen a comunidades donde la gente los apoya, los sigue, los tiene como referentes y hasta los alaba y adora. Y pues las marcas, los anunciantes y las empresas no fueron ajenas a esto y les comenzaron a pagar con dinero, experiencias, productos, a algunos los hicieron sus embajadores para que promovieran sus mierdas en estas redes, hablaran –no nos digamos mentiras, BIEN– de lo que producen estas organizaciones. Y no está mal ¿o sí? Yo tengo amigos que me dicen: “malparido, sos un vendido, te vi hablando de la cochina Pony Malta en Twitter y Facebook. ¿Te están pagando? Yo sé que sí… ¿Pero sabés qué es lo peor? Que ayer me fui a la tienda de la esquina de la oficina, y me compré una con un Chocoramo…, me antojaste”.

Y pues vale culo, si alguien se siente ofendido porque los llamados influenciadores sólo hablan de productos, es simplemente dejarlos de seguir y ya, ¿No? Es que el social media es tan estúpido que hay gente que llora más porque le borren un comentario en una publicación, por perder un seguidor, porque alguien llena su timeline de publicidad, que porque le den un puño en la jeta. En serio.

Bueno, pero después de todo este preámbulo tan “aquí les tiro la mierda que sé”, les decía que estaba yo en este restaurante de Bogotá. Habíamos quedado de que me pagaban cada “mención digital”, tenía que hacer cuatro en la semana, dos en Instagram y dos en Twitter y pues además me pagaban la comida y los tragos de ese día con un acompañante. No diré cuánto me pagaron porque eso es feo, pero les digo que una mención equivaldría a lo que a veces un medio paga por un cochino texto de opinión. Así está la cosa. Cuatro tweets, igual a cuatro quemadas de pestañas. Si les digo que me demoro un día por texto, pues ya sabrán por qué le he cogido mamera a la escritura.

Foto de: http://streetartist.de/  «By Banksy»

Yo ese día fui con un pana de Cali que andaba como desparchado. Era un miércoles y el plan nos quedaba al pelo. Los maricas creían que yo iba a ir con una hembra porque me dieron una de las mejores mesas y nos tenían listos dos cocteles. Cuando me vieron llegar, de inmediato los retiraron y nos ofrecieron cervezas. Yo les dije que nos trajeran los cocteles, mi amigo se timbró todo, me hizo caras. Cuando el mesero se fue comenzó decir que íbamos a quedar como un par de locas en pleno after office. ¡Puto mundo basura lleno de prejuicios! Dos hombres no pueden salir a comer “gratis” y “coctelear” porque entonces son maricas. Bueno, quitemos el verbo “COQtelear” que eso sí quedó muy cacorro.

Mi amigo pidió un sándwich de pavo y no sé qué más mierdas. Yo pedí un buen pedazo de carne asada con papas, ensalada y les dije que fueran preparando el otro mojito. El cabrón sí se pasó a cerveza para verse más varonil. Varonil la carne que yo pedí. ¡Güevón ese!

Mientras esperábamos la comida, hablé con el administrador, me mostró el sitio, tomé fotos, hice más tweets de los que habíamos acordado, me valió culo, si estoy a gusto, miro la labor del influencer como algo que ni se mide ni se tiene presente; total creo que esta mierda no va a durar mucho y hay que aprovecharla mientras se pueda.

Luego cada uno repartió tarjetas y nos lambimos el culo durante un buen rato. Él me decía que yo era muy chistoso, qué de dónde sacaba tanta cosa. Yo le decía que el duro era él por tener marchando este lugar tan áspero. Ambos sabíamos que jamás íbamos a volver a ser tan amables el uno con el otro. En un momento me dijo –señalándola- que en una mesa de la terraza estaban el resto de los influenciadores. Los miré todos junticos echando chisme. Imaginé que estaban hablando de las peleas del grupo de Community Manager Colombia. Le dije al tipo que prefería no saludarlos, que él había escogido a la misma rosca de feas y ñoños de siempre, y esa gente me daba pereza. Me parecían seres humanos tristes y tibios. Me miró un poco sorprendido y me peló los dientes medio nervioso. Luego se retiró como mi expresidente favorito.

Al rato llegó la comida, volví a subir una foto como todo un guiso, la puse en Instagram y que se replicara en Facebook y Twitter. Mi amigo me dijo con la jeta llena de sándwich semitriturado que este lugar estaba muy cool, le sonreí. Volteé a mirar a una pareja que se encontraba en la mesa de al lado. Ella era una rolita bonita. Piel blanca, cachetiroja, mona -teñida obviamente- pero con el pelo “enlacado”, peinado para un lado. Nunca he entendido por qué hay un tipo de rola que se empeña en llevar el pelo todo seco a manera de personaje manga. No sé bien qué es lo se echan en esa cabeza pero he visto a muchas así. Casi siempre en los barrios del sur o en las cochinas estaciones de Transmilenio, como en la de Marly o la de La Floresta. El tipo parecía también ser otro rolo; delgado, de pelo negro, vestido totalmente de este mismo color.

Es curioso, en esta ciudad la ecuación gabardina + bufanda (chelina) + menos de 21 años = guiso seguro. Me quedé mirándolos por unos segundos. Alcancé a escuchar como ella le hablaba que él la hacía reír con todas las bobadas que decía en Twitter. Luego el tonto le dijo que él se había demorado varios días en responderle por dm porque creía que ella era un perfil falso. Este par de futuros “tortolitos” complementaban las cifras de parejas que cada vez más se consumaban gracias a Internet. Hace poco una amiga me dijo que se iba a casar con un tipo al que conoció hace cuatro meses por Tinder. Sentí pena por ella. Pero la tipa ya tiene 35 años y en el fondo sé que siente que la ha dejado el bus. El mundo es una basura y se ha comido a mi amiga con sus cochinos ideales de vida exitosa.

Mi amigo chasqueó sus dedos frente a mi cara, lo miré y me abrió sus ojos indicándome que dejara de ser tan chismoso. Me reí y seguimos comiendo. En un momento el cabrón me preguntó si yo iba a volver al fin a vivir del todo en Cali. Le dije que no. Que ahora como estaba haciendo, estaba bien. Que Bogotá era donde había que estar pero que escaparse a Cali unas semanas me ayudaba a no pegarme un tiro en la cabeza. O a pegármelo con más calor. Mi amigo se rió. Luego agregó:

–¿El fin de semana pasado estuve allá y me dio mucha pereza. Siento que ya no pertenezco a esa ciudad. Pero acá mucho menos… Siento que no pertenezco a ningún lado… Qué gonorrea–.

Welcome to my world…– .

–Parce, qué gonorrea a lo bien. ¿A vos te pasa lo mismo?–.

–Ajá… ¿A dónde putas nos vamos?–.

–Alemania, vámonos para ese país. Yo me sueño allá. De aquí a cinco años tengo que estar en Berlín–.

Lo miré por un segundo. El maldito me estaba empezando a rayar. Pensé en Cali, Bogotá, Envigado, los otros lugares a los que yo había ido y en los que había vivido. Luego, de un momento a otro, ya no me gustó la comida, ni que por un tweet me pagaran plata, ni me gustó haber venido a este maldito restaurante. Me puse a pensar que si yo fuera alguien exitoso y que realmente valiera la pena, no tenía que estar regalándome como una vil perra por un plato de comida, por un puñado de pesos que vería en unas semanas, simplemente para dar una puta opinión a un montón de desconocidos. ¡Malparido! ¿Por qué no me dejaba disfrutar estos pequeños placeres a los que a un sapo del montón le habían otorgado? Pensé en mis amigos con plata y me sentí una perra utilizada por estar de influenciador. Esos maricas yo creo que podrían venir a este restaurante todas las veces que quisieran, y yo, ahí, como una sucia disfrutando de que me usaran. Por un momento quise sacar la plata que tenía en la billetera y pagar la cuenta. Quise sacar mi tarjeta de crédito y pagar también toda la cuenta de los demás influenciadores y hasta la de la pareja que ocupaba la mesa de al lado. Ya los “tortolitos” estaban más cerca uno del otro, a punto de besarse. Quise pararme y decirle a ese par que pararan. Gritarle a ella que dejara de ser tan estúpida, que mínimo el cabrón tenía más mensajes directos de tipas que estaban esperando salir con él. Gritarle a él que la niña que tenía a su lado era una zorra calenturienta que a lo mejor acostumbraba a verse con desconocidos en diferentes sitios de esta oscura y malnacida ciudad…

Tomé aire, me relajé por unos segundos y me reí de mí mismo. Los mojitos me estaban afectando la cabeza y no me había dado cuenta. Mi amigo siguió mirándome esperando una respuesta.

–Nunca he ido. Pero tengo varios amigos que se quieren ir para allá. Dicen que la movida techno es una cosa loca–.

–No te imaginás. Vamos el próximo año de roce una semana y media. Sale como en 3000 euros, con tiquetes y un presupuesto de 60 euros por día. De ahí se saca la comida y la dormida.

Me dio un poco de pereza. Yo prefiero quedarme encerrado que irme a mochilear y viajar como un maldito arrancado. Por ese pensamiento me he perdido bastantes viajes que han hecho mis panas a otros países llevando poco dinero. Pero mi amigo sí la tenía clara y no le importaba. Me dieron fue ganas de “rozarle” mi puto puño en su cara a ver si dejaba de rayarme. Ya me estaba dando rabia. ¿De dónde putas me iba a sacar yo 3000 euros? A duras penas había podido pagarle a algunos bancos. Aún debía varios millones… ¡Malparido! Esa noche yo no iba a poder dormir pensando en querer irme para la puta patria de Hitler.

–¿A qué lugar te querés ir?–.

El malparido ya había conseguido rayarme. Me quedé pensando por un momento. Aparte de Estados Unidos de mierda, yo solo había estado en Chile, Argentina y el Caribe. Se me venían a la mente Jamaica, Aruba, Panamá y Curazao.

–En Perú–.

–Vos nunca has ido a Perú–.

–No, pero me parece un buen país. Perú es el país al que viajan los novios que creen que pueden tener un futuro juntos. ¿No has pillado?–.

–Pero vos no tenés novia…–.

–Solo digo… ¿Has pillado o no?–.

–Sí, sí, sí. Últimamente si vos vas con tu novia a Perú es porque ya tenés medio pie en el altar–.

–Imagino que inconscientemente las parejas se dejan seducir por todo el misticismo de la cultura indígena y pues el esplendor de ciudades sagradas como Machupichu–.

–Quizás, o está también el hecho de que “Machupichu” siempre ha sonado a Pichanga–.

–Ja,ja,ja, vos sos un idiota. –.

–No mentiras, pero en serio, mi Facebook se ha llenado de parejas que su primer viaje de amor lo hacen allá. O sea, su primer viaje en serio en pareja. Porque pues hay gente que primero va al cochino San Andrés o a Miami. Pero pues esto no cuenta. Ya cuando vos ves que se van donde los cholos, ahí ya la cosa es seria–.

–Por ahora teneme alejado de ese país–.

–Ja,ja,ja, pezón–.

–Bueno, pero ya en serio… ¿A qué lugar te querés ir?–.

–A Aruba. Me imagino allá… En el mar…–.

–Aburrido, atendiendo un hotel, ¿o qué? Lidiando con venezolanos bullosos, putas colombianas, holandeses acartonados, gringos empericados…–. Me interrumpió el hijo de puta.

–Vos no querés terminar en Aruba, dejá de hablar mierda–. Y se rió. Se me rió en la puta cara.

–No mentiras, no sé, no he conocido tantos sitios como vos. Aunque la última vez que fui estaba ebrio diciéndole al capitán de un catamarán que me diera trabajo. Que yo no quería ir más al periódico–.

Ambos nos reímos. En el fondo me sentí miserable de no conocer Europa y Asia.

–Bueno pana, vamos a Alemania. Es más, ahorrate otros 1500 euros y conocemos dos países más–.

¡Malparido!, ¡malparido!, ¡malparido!

–Mesero, me trae un vaso de whiskey–. Le dije al sapo que en ese momento pasaba por la mesa–.

–Pana, ojo que no lo quiero borracho….–.

–Ajá…–.

–O podemos irnos a España, a Barcelona. Yo hace dos años me iba a ir para allá–.

–¿En serio?–. Le pregunté asombrado. –¿Qué pasó? No habías dicho nada–.

–Me iba a ir con Kathe. Íbamos a hacer un máster juntos. Pero pues terminamos y…–.

–¡Comé mierda!, no vamos empezar a hablar de esa tipa…–.

El marica había terminado mal con la novia hacía uno año. No voy a contar por qué, pero esa hembra era una gonorrea. Este tipo casi me deja de hablar por culpa de esa sapa y ahora me enteraba de que pensaba irse con ella a Barcelona. Me rayé más. Me miró y soltó una risita toda extraña.

–¿Y a vos qué fue lo que te pasó con Panamá?–. Me preguntó cambiando el tema.

Me comí una papita del plato y comencé a hablar.

–Intenté vivir allá. Se venían cosas chéveres, pero me aburrí. Me dio pereza ese país y me tocaba trabajar mucho y el calor y esos panameños de mierda…, un montón de subnormales. Por ahora quiero estar en mis vueltas, en mi casa en Bogotá, la agencia, quedarme en las casas de mis papás cuando vaya a Cali, mis cuartos, mis maricadas, estar tranquilo–.

–Marica, ¿la vida es una mierda, no? Nos debimos morir como unos héroes en un accidente de avión cuando hicimos las giras con el colectivo. Hubiéramos dejado unos cadáveres bien “beios” y ya no le pesábamos a nadie–.

Lo miré de nuevo. A este cabrón ya le había cogido la puta cerveza. Empecé a hablar de nuevo.

–Yo ya entendí a esos que decían que no aguantaban vivir más de 28 años. Yo me siento mamado y no sé ni de qué ni por qué–.

–Ja,ja,ja. Bienvenido al club. Somos los del “Club de los 27” que no tuvieron la suficiente determinación para autodestruirse con drogas ni los huevos para pegarse el tiro–.

El mesero me retiró el plato tratando de que no nos diéramos cuenta de que él existía.

–Andá date látigo al baño–. Le dije a mi amigo.

–Ahhh…, este imbécil. Me hacía falta oír esa bobada “del látigo”–.

–Ja,ja,ja–.

–Malparido. Te amo y te odio. Sos como Candy Crush–.

–Ja,ja,ja,ja. ¡Maricón! Lo peor es que ese hp juego jamás lo he jugado–.

–¿En serio? No te podés morir sin jugarlo. No hagás eso. De pronto te ayuda a encontrar algo en tu vida. Aunque a mí ya me aburrió–.

Seguimos hablando mierda. El administrador vino y le dije que nos hiciéramos una puta selfie los tres. A mí amigo no le importó y la subí con el numeral de la campaña y todo, muchos maricas, al otro día me iba a arrepentir. ¿A qué horas nos volvimos tan imbéciles los seres humanos con esas putas selfies?

Seguí hablando mierda con mi amigo hasta que me dijo: “parce atrás de usted está ____ con _____”. ¡Vida catrehijueputa! Uno trata de olvidar a la gente de Cali pero los hps se vienen para acá a joderte. Uno quiere alejarse de esa gente de mierda a la que hasta le tiene envidia y los cabrones te siguen a todos lados… Incluso al puto restaurante donde creés que no van a llegar.

____ y _____ eran dos amigos del colegio. Él era heredero de un consorcio financiero, ella no sé qué hacía pero estaba casada con otro cabrón que se graduó conmigo: “El Flaco”. El man tenía una cadena de restaurantes, picho en plata. _____ y ______ habían sido amigos de toda la vida y ahora hacían negocios juntos. Creo que él la asesoraba a ella y al sapo del “Flaco”. Cuando nos vieron se emocionaron y “corrieron” a saludarnos, terminamos diciéndoles que se sentaran en nuestra mesa.

Durante media hora ____ y _____ nos contaron de sus putas vidas, sus proyectos y que ese día acababan de salir de una reunión muy importante con unos inversionistas españoles. Sí, los españoles andan “invadiendo” Colombia. Ahora es muy común oír su acento de mierda por toda la Zona T y el parque de La 93. Se pavonean con sus gabardinas, sus exóticas bufandas y sus reconocibles caras. Ese país debe estar en la inmunda para que ahora esta gente haya decidido volver al mierdero del que fueron expulsados hace cientos de años.

_____ y _____ pidieron cocteles y varias cosas para picar: tomates al yo no sé qué, chorizo con no sé qué más putas, aritos de cebolla… Por lo que nos contaron, “El Flaco” se había ido a descansar un rato pero que más tarde podía caernos. Con el paso del tiempo el raye se me quitó y me dio gusto ver a mis compañeros de colegio. Brindamos, nos reímos, pedimos más cocteles, nos acordamos del colegio, de la U, de los compañeros muertos, encanados, casados, viciosos, exitosos, narcotraficantes, perdidos…. Pasarían años para que volviera a compartir con este par. Ambos eran de esas personas que te encuentran en la calle, te saludan emocionados, te dicen “¿Estás aquí? ¿En serio? Dame tu teléfono, tenemos que vernos”. Ellos, vos, una señora que pasa a tu lado, un portero que los mira desde lejos, un viejo que se saca un moco mientras camina, el indigente que pide plata en el semáforo cercano, incluso el puto perro que está cagando al otro de la calle, saben que todo es una perdida de tiempo, jamás nos veremos, todo es una simple formalidad.

–“Gordo”… ¿Vos sos feliz?–. La puta pregunta, del cabrón de ____ me desconcertó. Además este sapo por qué me tenía que decir “Gordo”. Durante más de 25 años la gente me ha llamado así. Cuando adelgacé en extremo, me di cuenta que así me volviera anoréxico la gente iba a seguir con el “Gordo”. Nunca me ha molestado, pero de un tiempo para acá, donde todo me da pereza, donde hasta que mis papás me llamen a saludar me exaspera, a veces que un sapo que no veo hace años me llame “Gordo”, me dan ganas de agarrarle la cara y estrellársela contra la mesa varias veces, hasta que el líquido rojo manche los individuales de papel. Miré a mi amigo con el que había llegado al restaurante. Luego miré al sapo de ____.

–No hablemos de esa mierda que me rayo. Sigamos hablando de otra gente–. Alcé mi coctel y le indiqué que brindáramos. Luego me lo llevé a la boca.

–No pero en serio, “Gordo”. ¿Te has puesto a pensar que la felicidad no existe? Yo por ejemplo no sé qué putas pasa con mi vida, pero vivo aburrido, mamado,
cansado de toda esta mierda. De mi papá jodiendo para que monte otra empresa, de mi mamá controlando todo lo que hacemos, de mi hermano metiéndose en problemas en Francia, de Milena (su novia) que todo el tiempo se queja porque trabajo mucho, porque quiere que viajemos y ya está hablando de hijos. Está toda encintada con que vayamos a conocer Perú. Yo ha he dicho como tres veces… ¡Qué pereza! Ya me mamé de comerme siempre a la misma hembra pero pues yo a ella la amo, ella es mi mujer, y aunque intenté tener otras sucias en diferentes ciudades, como pa´l gasto, también me mamé de eso. Mantenía estresado con que Milena me iba a pillar. Estoy hasta cansado de ponerme corbata, de reunirme con extranjeros de mierda…–.

–De andar en Mercedes Benz y tener un apartamento en La Cabrera–. Lo interrumpió la delicia de ____ que ahora bebía de su coctel y a la que también le había cogido los tragos.

–Mi otro amigo miró a _____ luego al cabrón de _____ y le tocó el hombro.

–Estás cansado de ser rico, pues, maricón… Estás mamado de vivir entre Bogotá, Cartagena, Madrid y Miami… Andate a una isla y sale. Tenés la puta plata.

____ hizo mala cara.

–¡Ahh!…, ustedes no entienden y volteó a mirar a una pareja que salía del lugar–.

El maricón había hecho que el raye volviera a aparecer en un segundo. Miré al hijo de puta de arriba abajo con su traje oscuro y brillante de tres millones de pesos comprado quién sabe dónde. Me dieron ganas de ahorcarlo con su menospreciada corbata. ¿Cuántas corbatas tendría? Quise quitarme los zapatos y darle hasta me doliera el brazo.

–¿Vení, algunos de ustedes tiene marihuana?–.

Me dieron ganas de azotar más a este hijo de puta. Cada vez que alguien me preguntaba si yo tenía marihuana en mis bolsillos, me irritaba. Estaba cansado de que me vieran cara de drogo. A mí la marihuana la verdad no es que me guste mucho. Fumo cuando alguien quiere que lo acompañe, por el parche. Con los años, la marihuana me ha ayudado a que los pocos amigos que me quedan se mantengan firmes y decidan recogerme para fumar y llevarme a sus mierdas. Pero la verdad no soy de esos enfermos que todo el día trabajan y desde las dos de la tarde están pensando en llegar a la casa a fumarse un bareto y a descansar. El sapo con el que vine al restaurante, durante un tiempo, me dejó de hablar porque un día le dije que a mí no me volviera a invitar a fumar bareta, que esa mierda me daba mucha hambre y me estaba engordado por todo lo que comíamos después de pegarnos los plones. Durante seis meses no volví a saber de este man. Volvimos a andar porque nos encontramos en uno de los parches foráneos que uno tiene. Esos donde un montón de desconocidos se vuelven repanas después de un remate de una fiesta en donde toda la ciudad ha decidido irse a drogar. Lo curioso con la maldita Bogotá es que la gente simplemente un día decide perderse y listo.

–No, no tengo marihuana–.

–¡Ay no!, ¡qué asco!, no se vayan a poner ahora a fumar esa cochinada y quedar todos locos–.

La que habló fue la linda ____; la miré y me imaginé haciendo mil cochinadas con ella. _____ ha sido la novia de toda la vida del “Flaco”. Durante más de 15 años tocó ver cómo terminaban, volvían, se amaban, se odiaban, se daban duro en las fiestas, se comían en los remates, se alejaban, se acercaban, se daban besos con desconocidos, se daban besos con amigos… Ella y yo nos entucamos en varias fiestas en las que terminamos borrachos. Nunca hemos hablando de eso. Donde “El Flaco” se dé cuenta me acaba a golpes.

–Tranquila que nadie va a fumar. ¿Cómo está “El Flaco”?–.

–Bien, ¿no lo has visto?, ahora es “El Gordo”. ¿No viste las fotos del matrimonio?–.

Los malparidos se casaron hace un año y simplemente decidieron que yo no era tan amigo de ellos como para invitarme al día más feliz de sus vidas. Varios de mis panas me llamaron a joder porque me habían negreado de tan magno evento.

–No, a mí en Facebook solo me sale la gente que me interesa. A ver yo veo una foto del “Flaco”–.

____ me pasó su celular mientas sostenía una sonrisa de oreja a oreja. ¡Vida puta! “El Flaco” ahora tenía una cara de tía regordeta. Sentí lástima del cabrón. Se había vuelto un maldito obeso, caderón y cachetón. Miré a ______ y comprendí lo que era el verdadero amor más la plata. Me pregunté cómo podía vivir esta delicia con esa masa de grasa que ahora tenía como esposo.

–Está hecho un cerdo ese marica, ¿sí o qué? Ja,ja,ja. Yo lo jodo y se raya–. Dijo el mequetrefe que hasta hace poco estaba angustiado porque tenía mucha plata.

–Ayyy no me le digan así. Yo ya lo tengo haciendo dieta y si no funciona se va a hacer el bypass–.

Qué fácil la tenían estos ricos de mierda. Veinticinco palos cuesta esa maldita operación. Con eso hago maravillas…

–¿Y están contentos viviendo acá–. Preguntó mi otro amigo.

–Súper contenta, no te imaginás. Vivimos por El Virrey, “El Flaco” ya casi ni tiene que ir a trabajar, el hermano se está encargando de todo y más ahora que van a abrir sucursales en Miami y México, las que “El Flaco” se encargó de concretar. Con decirte que apenas acabamos de llegar. Estuvimos casi un año por todo Australia y parte de Asía después del matrimonio, viajando y estudiando.

Por un momento casi la cago. La vi tan feliz que quise alegrarla más preguntándole por su bebé. Es que se veía tan linda toda sonriente. Luego no supe si había sido ella a la que el bebé le nació muerto. Tragué saliva, comencé a sudar. Qué situación tan incómoda y nefasta hubiera sido. Pero es que de un tiempo para acá a un montón de gente que conozco le ha dado por ponerse a tener bebés, abortarlos, regalarlos, adoptarlos, perderlos, criarlos, y pues la verdad no llevo la lista con pelos y señales de cuál es el caso de cada uno. Escasamente he ido al baby shower de dos tipas que ya ni me hablan. Durante unos segundos dudé si era ella o no la de la tragedia. Creí que tendría que averiguarlo cuando se fuera, pero luego la escuché decir:

–¿Viste que tenemos nuevo bebé?–.

Se me iluminó la cara.

–¿Sí?–.

Me hizo una mueca rara.

–Sí pues ahí lo está cargando “El Flaco”…–.

La pobre se refería a un gato exótico que el cabrón del “Flaco” tenía entre los brazos. Sí era ella la que había perdido a su hijo. Era ella a la que el enfermo de arriba le había dado todo menos el placer de disfrutar la alegría de ser mamá. Era ella la que había decidido irse por todo el mundo a olvidar, a mitigar su dolor y no lanzarse de un puente. Recordé que alguien sí me contó que _____ había quedado devastada. Que aunque se casó después de la tragedia, ese día no fue el día más feliz de su existencia. Mejor que ni me invitaron a esa boda. Parece que nadie puede ser feliz en este mundo lleno de asesinos y gente corrupta. En este mundo donde la gente muere a diario por causas que muchos ni logran saber.

–Sí, obvio, está la verga. ¿De dónde lo sacaron? No es un gato callejero–.

–No, nada, ¡guácala!, este es finito. Yo no sé por qué a la gente le ha dado por esa modita de adoptar gatos y perros de la calle. Yo quería uno de un millón de pesos pero “El Flaco” me bajó de la nube. Este nos costó $500.000 pero es hermoso. Aunque mas la cama, la ropita, su casita, y todo lo que le compré, nos gastamos como un millón quinientos, ja,ja,ja–.

Listo, “pierde a tu hijo, compra un gatico fino”. Un bello eslogan para la vida de esta pobre infeliz. En el fondo –y espero que no me odien por esto– me sentí reconfortado por la tragedia de esta estúpida. Recordé el título de esa novela “Los ricos también lloran”. Me reí un poco.

–¿Qué le pasa mijo–. Me dijo el sapo de ___.

–Nada, estoy feliz de verlos hoy–.

–Ayyy este man ya se puso sentimental, vé. Ahora llora. Ojo que por esas le ha dado. Se emborracha y se pone a llorar, y a decirle a la gente que la quiere y que le hace falta–.

Miré como un culo a mi otro amigo.

–Eso solo fue una vez, mentiras dos, y fue con esta pelada con la que estuve andando hace años, la del pelo rojo…. Y con mis dos exjefes. Ellos también lloraron. Estábamos ebrios–.

–Ja, ja, ja mucha loca llorándole a los jefes–. Dijo ____.

Foto tomada de :http://marcelillapilla.files.wordpress.com/ «Bogotá»

Le hice una mueca al muy cabrón y me imaginé cómo sería tenerlo a él de jefe. Según lo que me habían contado, trataba muy mal a sus empleados. Uno de nuestros panas más cercanos trabaja con él, me dijo que el marica lo mantenía gritando. Luego mi amigo agregó que no le importaba porque el cabrón le pagaba cerca de diez palos. Ese día le respondí a mi parcero: “si el sapo de_____ me va a pagar diez palos, dejo que hasta me dé nalgadas sí él quiere”. Ambos nos cagamos de la risa. Fue la última vez que tomé una cerveza con ese tipo.

–Vé, pero “Gordo”, volviendo al tema… ¿No te parece que la felicidad es imposible?–.

–Ayy parce, cállese, ya me mamé de esa bobada. ¿Vamos al Coq o Armando? Unas amigas ahora vienen para acá–.

–¿Ayyyy le podemos decir al “Flaco”?–.

–Obvio. Llamalo ya–.

–Ya le dije por WhatsApp…, me adelanté, ji,ji,ji. Ya viene para acá–.

–¡De una!–.

–Vé, pero “Gordo”, en serio. Yo quisiera ser cómo vos. Libre, sin tener que rendirle cuentas a nadie, no tener que estar montado dos veces a la semana en un puto avión, andar en fiestas electrónicas, estar todo el día en Facebook–.

–Yo no estoy todo el día en Facebook, nos seás marica…–.

–Diciendo lo que se te da la gana…–.

–Vos no querés tener mi vida. Dejá de rayarme–.

–En serio, “Gordo”, yo quiero ser como vos, no pensar en el futuro, en el ahora, en tener a un montón de gente contenta, yo quiero que me paguen por tuitear…–.

Mi otro amigo me miró por un segundo. Sabía que ____ ya se estaba pasando de estúpido. Sabía que ____ me había rayado. Lo peor es que el idiota no estaba jodiendo. Estaba hablando en serio, estaba dejando su ego y abriendo su puto corazón gracias al trago.

Lo miré con ganas de agarrarlo, por enésima vez, a zapato. Me paré de la mesa y les dije que no los soportaba y que se fueran todos para la mierda. Yo ya estaba borracho y no me había dado cuenta. ____ dijo asustada: “¡Ayy nooo!, espérate”. Atravesé la puerta del lugar y comencé a caminar por toda la Calle 85. El frío que hacía afuera era simplemente hermoso. A mí alrededor la gente caminaba, se daba besos, sonreía, hablaba por su celular.

Revisé mi Twitter, ya estaba viendo un poco borroso. Varia gente me había dado rt, fav y había mencionado algunos de los casi 10 tweets que le regalé a ese maldito lugar. Jamás volvería a ese antro. Tenía varios mensajes de mis amigas, preferí no leerlos. Total ellas venían con parche.

Seguí caminando y aunque escuché a lo lejos, varias veces mi nombre, no volteé a mirar atrás. Soy un poco dramático cuando me paso de tragos. Malditos mojitos de mierda. En ese momento solo quise llegar a mi casa y dormir. Dormir como quizás nunca el trío de hijos de puta con los que acaba de compartir, han vuelto a dormir jamás en sus putas vidas.