Anoche estaba en «Mi Ranchito Rock», en el centro de Asunción, Paraguay y creo que por fin se me apareció Satanás. O si no me lo soñé, no sé. Por los parlantes del lugar Iggy Pop nos recordaba que él era «El Pasajero». En el sitio varias personas comían chorizo Viena con pan francés en pedacitos, y tomaban Pilsen mientras hablaban de cosas banales sobre sus vidas. Yo iba a entrar al baño, estaba que me «miaba», a uno de los baños más punk que he visto en toda mi puta existencia –mierda con rayones de spray y pintura sobre las paredes–, y el cabrón me detuvo, y me dijo que listo, que ya estaba, que cuál era toda la mierda de la que me quejo. Que yo qué quería ser o hacer. Que le dijera pues y que él de una lo hacía realidad. Por un momento no entendía qué estaba pasando. El cabrón me miró expectante y por un segundo volví a tener cinco años y estaba jugando en el jardín infantil de mi colegio de jesuitas. Entendí quién era ese cabrón. Lo miré un poco asustado y no tuve nada más qué decirle que yo quería ser el mejor amigo de Diplo. Que ser como su pana, «pana», ser como el lavaperros del man –en el buen sentido de la palabra–, salir en algunos videos, que me metiera a tocar en varios de sus proyectos, me pagara y estar ahí siempre parchado con el man en sus fiestas llenas de trago, drogas y viejas. Satanás me miró como un culo y comenzó a gritar como un loco que si yo no tenía aspiraciones en la vida, que qué era mi puta mierda de escoger algo tan pendejo. Le dije que se calmara. Que yo era una persona humilde, sencilla, que no le pedía mucho a la vida, solo eso. Satanás siguió gritando que escogiera otra mierda, ser un príncipe árabe, vivir varios siglos, ser el novio de Kim Kardashian, volver a nacer en un hogar de un «aristócrata» europeo, volverme actor de Hollywood, alguna mierda así. Que él por tan poco no iba a condenar a un alma durante toda la eternidad.
Tomé aire. Saqué valor de donde no lo tenía y le dije al cabrón este, alzando un poco la voz, que era mi puto deseo, que comiera mierda, que Diplo era el único artista que había visto que saliera tres veces en el top 100 de la revista Dj Mag. Y qué sí, que yo sabía que este listado para muchos era una real mierda, está de primero Dimitri Vegas & Like Mike y luego le siguen puros Djs comerciales –algunos basura– de EDM y hasta trance, pero pues me valían tres cuartos de verga los eruditos de la música electrónica, y los «techno nazis de Facebook», que no hacen sino joder la puta vida. El diablo me miró un poco más calmado. Yo tomé aire y me relajé. «No sabía eso», dijo el maldito. No le creí de a mucho, pero le respondí que sí, que Diplo aparecía él solo en la posición #20. Luego con Jack Ü –dúo que tiene con Skrillex– en la #45; y con su proyecto Major Lazer en la 54. «¿Conocés a alguien más capo?», le dije. El diablo sonrió, me dio una palmada sobre mi hombro izquierdo, de inmediato me dieron unas ganas de cagar demoniacas, crucé las piernas y me agarré el estómago con una mano, con la otra me agarré de su brazo. Comencé a sudar. Se rió más. Yo sentía que me iba a cagar ahí, si no iba rápido. Luego el cabrón agregó: «cuando por fin termines, reserva un vuelo hacia Jamaica. Cuanto antes. No te la iba a poner tan fácil. Me llaman al primer instante que el yate zarpe». Asentí y corrí hacía la taza del inodoro. No supe más del cabrón. Me senté, me agarré de las paredes, aflojé el culo, descansé y le rogué a Dios que me quedara plata para ese puto pasaje a Jamaica.