Buenas tardes. Porque las quiero mucho. Porque se han convertido en un elemento indispensable en mi cochina vida. Porque representan la anarquía y la revolución corporativa/tecnológica/ciudadana en contra de un estado corrupto, opresor y ladrón; de un sistema arcaico, prepotente y desigual. Hago un llamado especial a las aplicaciones de servicio de transporte urbano prémium para que no acepten más a esas mujeres pensionadas —a las que creo que algunas ya les dejó de llegar «La Regla»— dentro de su plantel de conductores estrellas. En serio. No es por ser machista, misógino, discriminador, hijo de la gran puta… No… No es que yo sea un cabrón que se deja llevar por los estereotipos… ¡No! Lo digo desde mi propia experiencia y como individuo que nunca aprendió a parquear bien. Y como sujeto que dejó de ser conductor regular desde hace más de un lustro cuando su familia le vendió «su» carro… ¡Esas viejas pendejas no saben manejar! ¡En serio! En ninguna de las aplicaciones. He sido usuario de cuatro apps y en las cuatro cuando me toca una de esas mujeres… ¡No funcionan! A mí ya cada vez que me sale una de esas desgraciadas, cancelo el servicio. Es que esas aplicaciones a uno ya lo han acostumbrado a un servicio óptimo, tranquilo, decente. Algunas te dan hasta agüita. Para que ahora yo tenga que ir azarado porque una hija de putas de estas no se sabe bien el camino. Anda lento. Se mete por la cuadra que no es. Y deposita toda su confianza en el maldito Waze… ¡No! Y aparte le ponen charla a uno, que qué hace, que cuántos años tiene, qué si tiene novia, no pues, los viajes con esas pensionadas salen peor que una visita a donde la abuela… No hay derecho… Y estas señoras son todas nerviosas porque sienten que están cometiendo el acto criminal más grande de la historia, así que medio ven a un policía y frenan en seco y casi que se cagan en los calzones…

Ayer una que por favor me aprendiera el nombre de ella, que si algo yo era el esposo de la hija que se llamaba de tal forma y que si algo la bandida esa era médico. ¡Noooo!, ¡coman mierda! Yo ya estoy muy viejo para esas maricadas. Pa’ eso entonces que me transporten mejor pa’ arriba y pa’ abajo mi mamá y mis tías. Falta de respeto con el usuario. Y al final la pendeja esa me hizo despedirme de beso y abrazo de ella en el aeropuerto, por si la policía nos veía creyera que éramos familia. En serio. NO MÁS PENSIONADAS en las aplicaciones de transporte prémium. Dejen a esas señoras encerradas. No entiendo por qué no se quedan en la casa quietas, como varias de las mamás de mis amigos, descubriendo aplicaciones raras en el App Store. Tejiendo sacos y maricadas que nadie jamás se va a poner. Gozando de Netflix. Haciendo recetas y manualidades que ven en YouTube. Ya quisiera yo ser una «pensionada» para rascarme la barriga y dejar de joder. Viejas desagradecidas con el universo. Se pueden echar a dormir y les da es por ponerse a güevoniar al volante… Y es güevoniar porque muchas ni necesitan la plata y lo que hacen es que lo hacen llegar tarde a uno; o lo ponen a caminar porque las sapas se pierden y no saben llegar a la ubicación…

En serio, ¡qué mamera cuando me sale una pendeja de esas! Yo ya le dije a mi familia que en caso dado de que llegue a pasar los 50 años, no me dejen salir a estorbar en las filas de los bancos, los cajeros. No permitan que sea de esos que le pone charla insulsa a cuanto joven ve, y que mucho menos me vayan a dejar conducir un carro asociado a una aplicación de estas. A mí que me encierren y me pongan al cuidado de dos o tres enfermeras bien bastantonas y perrotas, y que ellas se encarguen de mí…