El tribunal penal creado para juzgar crímenes de guerra en la entonces Yugoslavia, acaba de declarar como inocentes a dos agente del gobierno serbio, piezas clave de la inteligencia de esa nación. Se trata de Jovica Stanisic y de Franko Sitamovic. Ambos habían sido acusados por crímenes de guerra durante la guerra que enfrentó a Serbia y a Bosnia entre 1992 y 1995.
El tribunal aseguró no tener pruebas suficientes de que Stanisic o Sitamovic hubiesen actuado en el marco de actividades criminales. Las dos figuras eran bastante cercanas al extinto líder y polémico Slobodan Milosevic y habían sido asociadas al genocidio o masacre (aún el tema se debate) de Srbrenica en el que murieron más de 8000 bosnios en un campo de refugiados, amnos de paramilitares serbios.
En consecuencia, apenas se conoció el veredicto las familias de las víctimas de Srebenica lo calificaron como «inadmisible», y criticaron el supuesto carácter político que habría acompañado a las consideraciones. Tanto Stanisic como Sitamovic habrían estado al mando de la famosa unidad de «Escorpiones» responsable de todo tipo de violaciones contra la población musulmana en Bosnia. De allí, la ira que se desprende de la decisión.
En el pasado reciente, el tema de los crímenes de guerra cometidos por Serbia durante la confrontación de comienzos de los noventa, había condicionado su entrada a la Unión Europea. No obstante, el arresto y entrega al tribunal penal de Radovan Karadzic en julio de 2008, así como la de Ratko Mladic en 2011, comprobaron la voluntad serbia para colaborar con la administración de justicia. Hecho que podía ser juzgado como una humillación por millones de serbios, que aún ven con rencor la forma como Estados Unidos y Europa Occidental, bombardearon Serbia en 1999, incurriendo en excesos sin que nadie haya sido juzgado por ellos.
Con esta decisión que sorprende a varios sectores, el tribunal penal para la antigua Yugoslavia entra en el terreno político y aviva el debate sobre la efectividad de dicha justicia. Habrá que ver si por fin la comunidad internacional visibiliza la tragedia de miles de serbios, víctimas de torturas por parte del Ejército de Liberación Kosovar. La actual dirigencia del recién creado estado de Kosovo ha sido varias veces acusada del tráfico de órganos. Sin embargo, la presión para que la verdad aflore es muy poca. Sólo Serbia, Rusia y algunos sectores europeos promueven un castigo para los responsables de semejantes vejámenes.
Todo ello da cuenta, de la enorme complejidad que entraña administrar justicia, punir y reparar donde durante décadas ha imperado la guerra. Las lecciones para Colombia son innumerables, sobre todo para aquellos que con simplismos asumen el postconflicto.
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