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El 11 de abril de 2019 fue depuesto Omar al-Bashir con lo cual se puso fin a tres décadas de uno de los gobiernos más prolongados y autoritarios de la zona y protagonista de la segunda guerra sudanesa – la primera se produjo tras la independencia en 1956-, en la que se produjo el genocidio en la región de Darfur, fronteriza con Chad. A Omar al-Bashir se le acusó de imponer la Sharia o Ley Islámica «a sangre y fuego», en especial en el sur del país donde a diferencia del norte, el animismo y el cristianismo son mayoría, situación que se explica por la influencia de la expansión árabe musulmana en el norte conquistada por el Reino de Egipto a comienzos del siglo XX y de la colonización británica en el sur. Sudán vivió buena parte de su independencia dividida entre musulmanes árabes al norte, y cristianos y animistas negros en el sur.

Tras una prolongada guerra se llegó a un acuerdo de paz en 2005 que previó un referendo en el que nació Sudán del Sur, proclamado formalmente en 2011. Sin embargo los problemas para Sudán no terminaron allí. Luego vino una época de austeridad en la que se presentaron protestas contra el elevado costo de vida. La respuesta autoritaria de al-Bashir consistió en permanecer por un periodo de cinco años a partir de las elecciones de 2015, muy a pesar del evidente desgaste de su autoridad, basada en buena medida en que se trataba del líder que pacificó Sudán tras la guerra civil. No obstante, su forzado mandato terminó generando más protestas y, como suele suceder en esta zona de poca producción agrícola, el aumento desproporcionado de los precios del pan provocaron un revuelta que se salió de cauce y los propios militares que le habían sido leales terminaron apoyando las revueltas y acabando con su administración. Al-Bashir fue encarcelado y aunque las autoridades de la transición prometieron entregarlo a la Corte Penal Internacional donde fue acusado de genocidio en Darfur y existe una orden de arresto en su contra, esto jamás se produjo. Darfur fue el centro de la guerra civil que tuvo dos caras, el norte contra el sur y el norte contra esta pequeña zona donde el ejército luchó contra el movimiento Justicia e Igualdad y el Movimiento de Liberación de Sudán. El gobierno de Jartum organizó grupos paramilitares conocidos como Yanyauid, a pesar de que al-Bashir siempre negó su involucramiento. Estos paramilitares que fueron un «Estado dentro del Estado» han ocasionado la actual guerra entre dos facciones del ejército sudanés.

Derrocado al-Bashir, se inició una transición en la que los militares al mando del general Abdel Fatah al Bourhan debían ceder el control paulatinamente a los civiles. No obstante en 2021, el general suspendió la transición ordenando el arresto del entonces primer ministro Abdalah Hamdok. Desde entonces, las tensiones se acumularon entre al Bourhan y el general Mohammed Hamdan Daglo conocido como «Hemetti» y quien fuera cabeza de los paramilitares creados durante la guerra y quien exige que sean integrados al ejército regular. Al Bourhan se opone a toda regularización de estos cuerpos y hasta ahora -incluso después del golpe de 2019- contó con el apoyo internacional de Arabia Saudí, Egipto, Estados Unidos e Israel.

La intensidad de los combates llevó a que la mayoría de Estados en Europa, Estados Unidos y los vecinos como Chad, Egipto y Libia evacuaran a sus connacionales del territorio sudanés. Con justificados fundamentos, se teme por el surgimiento de una guerra civil entre las dos facciones del ejército con la población en medio. Entretanto, la situación económica se deteriora aceleradamente, desde la caída de al-Bashir la economía no da signos de recuperación, a pesar del levantamiento de sanciones internacionales. La inflación sobrepasa el 200% y desde comienzos del año, el precio promedio de la canasta básica de alimentos ha aumentado en un 57 %.  De igual forma, existen fundados temores por la expansión del conflicto a algunos de los territorios vecinos donde la inestabilidad ha sido común denominador, como en Sudán del Sur donde se vive una dramática crisis por inseguridad alimentaria o en Chad donde hace dos años fue asesinado el presidente Idriss Déby. El despliegue de esfuerzos por parte de las grandes potencias con llamados a la calma y de la Unión Africana o Liga Árabe parece insuficiente. Así, Sudán confirma que los procesos derivados de la Primavera Árabe en ningún caso prosperaron y para colmo de males, en la mayoría se puede constatar incluso una precarización de las condiciones. Pésima noticia para la democracia.

Twitter: @mauricio181212

 

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