El resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales sugiere un escenario inédito en el Chile post dictatorial. Jamás en la historia de la democracia el país había enfrentado unos comicios con semejantes niveles de polarización y tras las masivas protestas de los años anteriores que pusieron en evidencia pasivos históricos de la transición iniciada tres décadas atrás.
El debate alrededor del «legado» de Pinochet se ha mantenido en el último tiempo; sin embargo, parece haber tomado otro rumbo o fue superado por discusiones de mayor trascendencia. Las protestas de los últimos años revelaron una juventud inconforme con el proyecto de Estado que trascendió luego de esa dictadura y que fue sacralizado en la Constitución de 1980, diseñada a la medida de Pinochet. Cientos de miles de jóvenes no se han sentido representados en los gobiernos de izquierda y de centroizquierda que gobernaron de forma ininterrumpida hasta 2010, llegada por primera vez de la derecha en dos décadas de democracia.
Esta vez, la polarización pasa por un proceso de desapego de los grandes partidos, sobre todo aquellos de la Concertación, plataforma de centro y centroizquierda que derrotó a Pinochet y ha gozado en estos años de una hegemonía solo relativizada por los dos mandatos de Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-). Las protestas de 2018 y 2019, mostraron un segmento inconforme con un modelo que se pensaba exitoso y llamado a mostrar la forma en que el mercado podía servir a la distribución efectiva de bienes y servicios. Sin embargo, ni la excesiva reducción del Estado, ni la apertura hacia el exterior, ni la estabilidad política lograron traducir cambios estructurales para combatir la concentración del ingreso y la pobreza. Chile es el segundo país de la OCDE con mayores niveles de concentración, un 10% de su población, unos dos millones, es pobre y unos 800 mil viven en la pobreza extrema.
Sorpresivamente, la izquierda renovada y empoderada por los resultados de la Asamblea Constituyente que le dan una mayoría fácilmente rebatible -pues se suman distintos sectores de izquierda que no están cohesionados- no pudo traducir su capacidad de movilización para imponer un candidato en las elecciones generales y sus votos se diluyeron entre Gabriel Boric, Yasna Provoste y Marco Enríquez-Ominami. El triunfo avasallador para imponer una constituyente en octubre del año pasado (casi con 80% de los votos y una participación superior al 50% en uno de los países con mayor abstención de América Latina) contrasta con un porcentaje representativo de indecisos y de personas que no acudieron a votar.
El gran ganador de la jornada fue José Antonio Kast, del Partido Republicano y quien en las elecciones de 2017 obtuvo menos del 8% de los votos llegando en el cuarto lugar. Cuatro años atrás pocos hubiesen vaticinado un desempeño electoral como el actual, llegando casi al 30% de los votos y con la posibilidad del balotaje o segunda vuelta con todas las fuerzas de la derecha apoyándolo. Su simpatía por Jaír Bolsonaro y Donald Trump y la forma como elude la palabra «dictadura» para referirse al periodo de Pinochet hablan de una evolución de la derecha en América Latina que pasó de tecnócrata (Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Guillermo Lasso, Enrique Peña-Nieto) a girar unos grados para rozar el extremo en el que no solo se preconiza «más mercado y menos Estado», sino que se advierten sobre los riesgos del «totalitarismo de izquierda». Esta derecha mucho más ideologizada abraza el nacionalismo y un conservadorismo para contrarrestar las exigencias del progresismo en casi todos los países sobre derechos sexuales y reproductivos, igualdad real para la población LGTBI+, y, en general, una flexibilización frente a lucha contra las drogas.
Chile no deberá escoger entre dos extremos, pues solo Kast representa a la derecha radical. Boric a quien se ha tratado de etiquetar como candidato de la izquierda radical es un moderado que solo se puede imponer cohesionando el fragmentado centro alrededor de su figura. La elección chilena muestra, al igual que en otros casos de América Latina, la ingenuidad de quienes pensaban que las manifestaciones masivas tendrían un impacto representativo en los comicios, así como la dificultad de estas sociedades para superar la polarización. Pero tal vez lo más relevante es que izquierda y derecha han hallado durante y post pandemia nuevos valores para recomponerse como partidos o fuerzas políticas.
twitter: @mauricio181212
Jose, el sistema se agotó en eso comparto. su opinión. Creo que el sistema de pensiones y seguridad social tan admirado fue acumulando defectos, pero en mi visión el problema ha sido el desmonte del Estado. En ese caso en América Latina no equivocamos, pues existe un correlato entre los países que demostraron sus Estados y la concentración del ingreso, para el ejemplos América Latina y EEUU sociedades marcadas por la concentración en contraste con el esquema europeo donde el Estado ha sido capaz de redistribuir con todos sus defectos.
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Sebastian, creo que te equivocas. Boric no tiene facultad para imponer una constitución para que prevalezca su modelo, no podría ocurrir simplemente por matemática electoral no tiene mayoría. En general el problema con la izquierda que critica son son las expropiaciones, revisa y verás que los gobiernos recientes de izquierda no lo han hecho. El problema en Venezuela no es la expropiación sino la ausencia de división de poderes.
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Hace treinta años, durante la transición a la democracia de los países excomunistas, el recientemente fallecido Sergio de la Cuadra fue una superestrella intelectual en gran parte de Europa Oriental (tiene mérito, porque en la arrogante Europa no es fácil que un técnico latinoamericano sea tomado en serio, como una especie de gurú). Y en la España de aquellos años los gobiernos intentaron convencer a la población de que contratara planes de pensiones privados con el argumento de lo bien que estaba funcionando el sistema chileno. Ningún éxito es eterno…
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Pensé que el autor tenía claro que la izquierda nunca en campaña habla directamente de expropiación, la cuestión es saber leer en sus propuestas donde está planteada y en el sistema de pensiones chileno está la muy clara, Boric propone migrar al sistema de reparto. No lo llama así lo denomina fondo solidario (y más palabras de izquierda poética habitual) pero es un sistema de reparto (SPR), la ya conocida pirámide de Bismarck. Lo de menos es que en el presente el congreso no apoye, sus objetivos están en la constitución donde esa propuesta es uno de los pilares fundamentales, por supuesto que van detrás del desmonte total de las AFP. Y esa migración al SPR no es más que expropiación, Boric pertenece al movimiento «no + AFP» desde 2016.
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Sebastián, Boric ni ha propuesto, ni podría hacer grandes expropiaciones o estatismo. No tiene margen para hacerlo, así quisiera pues no tiene control ni sobre el Congreso, donde la izquierda es minoría ni en la convención constituyente donde no se podrá afectar el régimen de inversiones de esa forma. No hay consensos para que eso ocurra, menos aún en un país como Chile con una tradición de mercado tan marcada. Creo que estás sobredimensionando el peso de las protestas, que si bien son anti establecimiento no pretenden la estatización. Boric solo puede ganar moderánose aún más. Gracias
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Jose coincidimos. Será muy difícil construir consensos en este Chile, pues si gana Kast tendrá que enfrentarse a una convención constitucional de mayoría de centro izquierda y que hará todo lo posible por refundar y avanzar en la convocatoria a elecciones generales para inaugurar la Construcción, si es que se aprueba. Si gana hace Boric enfrentará un congreso en manos de la derecha. Esa polarización hace presagiar una gobernabilidad compleja, ese es el punto.
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El Boric moderado del que habla el autor será solo en la forma de hablar porque sus propuestas son estatismo puro y duro, que lo único que hace es elevar la carga fiscal, aumentar la burocracia y hacer a la población dependiente del Estado. Solo con su propuesta Kischnerista de expropiar las pensiones de los chilenos para convertirlas en la ya comprobada estafa piramidal fracasada del sistema público de reparto se debería huir de ese candidato como si de la peste misma se tratase.
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Para mí, la buena noticia es que Chile resulta ser un país bastante normal: lo que vemos en Chile lo estamos viendo, con diversos matices, en muchos otros países occidentales. La mala, esa polarización de la que nos hablaba el profesor Jaramillo, que hará más difícil la construcción de consensos transversales.
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es claro que los chilenos quieren una nueva constitucion mas moderna, con mercado pero con equidad y sin la lucha de clases y la violencia caracteristica del marxismo. Aqui ocurre lo mismo la gente busca trabajo, opotunidades, equidad, justicia pero lejos de las dictaduras castrochavista o de derecha.. Liberalismo puro de centro.
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