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En las últimas semanas, se han multiplicado las comparaciones entre Cuba y Venezuela. Con certeza, muchos afirman que si el 30 de julio, Nicolás Maduro avanza en la constituyente, confirmaría que el régimen está siguiendo de manera inequívoca el camino cubano. Nada más apartado de la realidad. Se trata más bien de una comparación hecha de generalidades, y no de las características que han marcado ambos procesos. He aquí algunas diferencias fundamentales entre el modelo de Cuba, y el que se pretende instaurar en Venezuela.

El proceso constituyente cubano es muy distinto de la apuesta de Maduro para el próximo 30 de julio. Sorprende que se piense que esa nueva constitución venezolana esté inspirada en su par caribeño, cuando Cuba aprobó en 1976 una Constitución precisamente en un sentido opuesto al que pretende hoy el PSUV. En ese entonces a mediados de los 70, el régimen decidió darle un sustento constitucional a una serie de reformas que se venían adelantando en el marco de la Revolución, que fue inscribiendo al país en el campo socialista. Dicho de otro modo, la carta magna de Cuba de 1976, buscaba darle una sustento institucional a transformaciones previas, y dotar al sistema de una estabilidad jurídica. En Venezuela, el proyecto de pretende acabar con el marco que sirvió de sustento a la Revolución Bolivariana. Es decir, se trata de dos iniciativas en orillas opuestas; una para estabilizar jurídicamente la Revolución; y la otra para desarmar su avance y continuar en otro sentido, como en el caso venezolano. 

Tampoco se parece la forma de Estado que implantó Hugo Chávez a través del Movimiento Quinta República (MVR) y lo que se estableció en Cuba con el triunfo de la Revolución. En 1999, Venezuela acordó una constitución liberal, con mecanismos de participación como la elección directa de autoridades locales, una Asamblea unicameral con listas abiertas -en el pasado eran cerradas-, la posibilidad de revocatoria del mandato de autoridades electas, y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en el marco de la multiculturalidad, como había sucedido con Colombia en 1991. Existe en ese marco, una democracia liberal-representativa que contempla el juego de partidos. Por eso en Venezuela, no solo existe el PSUV o en su momento el MVR.

La oposición no había tenido chances de rivalizar con el gobierno en el pasado, no por la represión como la que hoy golpea al país, sino porque el chavismo contó con una hegemonía desde la base que le permitió ganar 14 elecciones. Obviamente, había una campaña de intimidación contra la oposición, pero eso no explica las derrotas previas en las urnas.  En 2005 la oposición no acudió a las elecciones legislativas en uno de los peores errores, pues le cedió un mandato al chavismo para avanzar en el proceso sin contraparte. En 2004 , había logrado convocar a un referendo revocatorio que luego perdió, en 2007 le ganó la partida a Hugo Chavez en las urnas cuando impidió la reformas de la Constitución para establecer un modelo socialista -«victoria de mierda» calificó Chávez en su momento-, y en 2015, la oposición ganó las elecciones legislativas con un nivel de participación inédito para una parlamentarias.

En Cuba, no existe la democracia liberal, y jamás se pretendió establecer. A la usanza del modelo de la URSS, los cubanos optaron por la democracia popular, en la que todo se tramita a través del Partido Comunista, y donde la cabeza del ejecutivo es el Consejo de Estado liderado hasta 2006 por Fidel Castro. Desde ese entonces y hasta 2018 estará a cargo de Raúl. La Asamblea Nacional en Cuba no tiene el poder de de la Asamblea venezolana, pues cuenta con 612 diputados, que difícilmente emprenden un trabajo legislativo, mientras que los 167 del sistema venezolano sí tienen dicha prerrogativa. Es más se especula que el futuro una de las principales reformas sea precisamente darle mayores poderes a esa Asamblea.

La Asamblea Nacional en Venezuela, es clave para la crisis del PSUV, y sus reclamos en buena medida pueden tramitarse porque ganó legítimamente la elección del 6 de diciembre de 2015. En Cuba, el Consejo de Estado tiene un poder determinante sobre dicha Asamblea, sin tener que recurrir a las argucias de Maduro para debilitar o condicionar su poder. Una cosa es la democracia hipar participativa o protagónica con un claro origen liberal, y otra la popular que sigue el derrotero del marxismo. 

En cuanto al papel de los militares en ambos casos también ha sido bien distinto. Nadie niega las enormes limitaciones a la libertad en Cuba, que el gobierno justifica en la amenaza constante que supone Estados Unidos. No obstante, los militares se han negado a participar de la represión. En agosto de 1994, como lo cuenta un general retirado cubano de la Fuerza Aérea al Diario le Monde, Rafael del Pino, los militares al comando de Rául Castro se negaron a reprimir a manifestantes en el malecón de La Habana, a pesar de que Fidel Castro había dado esa orden. En Venezuela, el límite de la represión se sobrepasó en estos tres meses, sin que haya pesado suficientemente la muerte de más de cien personas. En síntesis, Cuba nunca estuvo tan cerca de una guerra civil, como lo está hoy Venezuela.

Finalmente, sorprende que se afirme que Cuba está interesada en promover la guerra en Venezuela, cuando es damnificada del proceso. La Habana había logrado con éxito una inserción regional, luego del levantamiento de la suspensión de la OEA, la entrada con todos los honores a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y su incidencia positiva en la paz en Colombia. La degradación terrible de la situación humanitaria en Venezuela, vuelve a Cuba objeto de duras críticas internacionales, en momentos en que necesita oxigeno para acabar con el bloqueo. Urge que se normalicen las relaciones con Washington en todo nivel, y que Europa no retroceda  en el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación que acaba de aprobar con Cuba y que levantó la posición común de 1996 que aislaba más al régimen. La crisis desbordada en Venezuela, puede poner tal avance en entredicho. En semejante escenario, todos pierden y difícilmente algún país de la zona, puede pretender alimentar más violencia.

@mauricio181212

 

 

 

 

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