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Una vez más Corea del Norte llama la atención del mundo por cuenta de las amenazas de atacar el territorio de Guam en el Pacífico, y que sin ser un territorio integralmente parte de Estados Unidos, se encuentra bajo su administración. De inmediato Donald Trump hizo un anuncio para aclarar que estaba dispuesto a responder, una lógica que nuevamente pone en evidencia las diferencias entre las posturas de quienes compiten como candidatos a la presidencia, y las decisiones que toman una vez en el poder. Cuando era candidato, Trump se mostró muy crítico de las intervenciones militares extra territoriales de sus antecesores, por eso no dejó de sorprender el bombardeo a Siria o la confesión de que no descartaba el uso de la fuerza en Venezuela.

La situación de Corea del Norte constituye una dura prueba para Trump, pues a diferencia de Siria donde recibió un apoyo expreso de Francia, Reino Unido y de la mayoría de potencias regionales, así como el acuerdo silencioso de China, pocos coinciden en que una respuesta militar sea parte de la solución. En buena medida el uso de la fuerza resulta inviable, a menos de que se trate de un ataque preventivo y quirúrgico, difícilmente realizable. Aun así, el régimen de Kim Jung-un cuenta con una ventaja capital, y es que tiene la capacidad de atacar de forma muy rápida a Japón y a Corea del Sur, aliados de Estados Unidos y a quienes debe asistir militarmente en caso de agresión externa.  Pyongyang lo sabe y por eso es capaz de sostener todo tipo de provocaciones con una certeza, y es que para Washington cualquier ataque en la región, significaría una alteración del equilibrio con consecuencias nefastas para su propio interés, así como el de Rusia, China, Japón y Corea.

Kim Jong-un se convierte en uno de los grandes desafíos para la mayoría de potencias de la zona y para Estados Unidos. El gobierno de los Kim ha buscado incesantemente dotarse de capacidades nucleares, pues es la única garantía absoluta de no ser atacado desde afuera. Tampoco debe descartarse el abastecimiento energético como motivo para dicha capacidad, pues constituye una preocupación en las autoridades del país asiático. En la década de los noventa, algunos gobiernos europeos en tándem con Bill Clinton, propusieron la construcción de hidroeléctricas en territorio del país comunista, para desincentivar lo nuclear. No obstante, los occidentales incumplieron, y Estados Unidos remató su error cuando el gobierno recién llegado de George W. Bush, acusó sin fundamentos a Corea del Norte de faltar a acuerdos previos en materia nuclear.  Con la salida de Pyongyang del Tratado de No Proliferación en 2003, se selló una ruptura que todavía sigue causando mella en la estabilidad mundial.

Corea del Norte busca influencia en el escenario internacional, para tener condiciones suficientes y llegado el momento de negociar con el esquema de Diálogo a Seis Bandas (China, EEUU, Japón, Rusia y ambas Coreas) cuente con un margen de maniobra suficiente, que le permita exigir y preservar la garantía de no agresión exterior.  Cada anuncio militar por parte de Estados Unidos en su contra, le otorga más poder e influencia.  Por ahora, Washington aprovecha el ultimo gesto de distensión lanzado por el líder norcoreano, pero dicha calma no perdurará.

@mauricio181212

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