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El león, el gato y los ratones

Este cuento fue escrito en clase de inglés por los estudiantes de ciclo V del colegio Qualia de Bogotá. Les pedí permiso de traducirlo y publicar la versión original en este Blog. Le doy las gracias a mis estudaintes: Camila Trimmiño, Miguel Ángel Meledes, Mariana Salazar y Maria José Rivera por esta bella fábula.

El león amarillo dormitada en el bosque. Entonces, de entre las ramas y los helechos verdes, un ratón pequeño saltó sobre su espalda y comenzó a recorrerla a toda velocidad de arriba a abajo. El león abrió los ojos, y tan pronto como pudo, lanzó su pesada zarpa sobre el pequeño ratón. Con el roedor entre las garras, abrió sus inmensas mandíbulas para tragarlo.

-Perdóneme por favor, Rey.

Gritó el pequeño ratón en el aire.

-Perdóname esta vez y prometo que no lo olvidaré jamás. Nadie sabe lo que yo podría hacer por usted uno de estos días.

El león sintió curiosidad. No se le había ocurrido jamás que un ratón pudiera ayudarlo. Sintió lástima, abrió su garra y soltó al ratón.

 

Tiempo después el león fue capturado por unos cazadores que deseaban llevárselo vivo a su rey. El león se balanceaba colgando de un árbol atrapado en una inmensa red. Allí lo dejaron los cazadores mientras iban en busca de un gran camión para llevarlo dentro. Justo en ese momento el pequeño ratón estaba pasando por allí, y viendo la terrible situación en la que se encontraba el león, subió por la trampa hasta él y royó durante varias horas las cuerdas de la trampa que ataban al rey de las bestias. El león se sintió agradecido con su nuevo amigo y le ofreció al pequeño rodeador y sus amigos quedarse en sus aposentos.

 

Esa tarde, los ratones y el león caminaron dentro de la guarida real.

-¿Quiénes son estos ratones que ha traído a casa? Dijo una voz agazapada en la oscuridad. Los ratones se asustaron mucho y comenzaron a susurrar y cuchichear entre ellos. El león respondió:

-Cállate, estás siendo hostil con mis invitados.

Miró de soslayo a los ratones y con cierto desdén dijo:

-Él es Tomás, el gato. Vive conmigo desde que nació.

-Los ratones se ven deliciosos; se me hace agua la boca.

-Ni siquiera los mires, gato.

Gruñó el león.

-No he hecho nada, todavía.

Dijo el gato Tomás con arrogancia.

-Sabes muy bien lo que te ocurrirá si desobedeces. Yo tragaré cada miembro de tu cuerpo.

-¡Miau! Claro que sí mi rey, por supuesto. Sus amigos serán especialmente agasajados y tratados. Ningún animal se acercará a ellos mientras yo merodee su guarida,

respondió el gato mientras guiñaba su ojo derecho a los ratones, de espaldas al rey. Se retiró lentamente hacia su cuarto con su cabeza mirando al suelo en reverencia al rey.

-Puedes ir a donde plazcas, puedes ir a comer queso si quisieras. ¡Allá lejos en la pradera aún están las cabras, así que ve con ellas!

-No importa, odio el queso. Los gatos no comemos queso…

Dijo el gato Tomás mientras se alejaba del rey.

-Bah. Haz lo que tú quieras, mientras no toques a mis nuevos amigos.

Bufó el león.

Con el paso de los días, los ratones comenzaron a curiosear dentro de las bóvedas y los nichos. Mientras tanto el gato Tomás seguía de cerca el recorrido de los ratones por los escondrijos de la madriguera, pero sabía que el león aun merodeaba a la espera de que él atacara a los nuevos huéspedes. Desafortunadamente, el león tuvo que ausentarse porque un pájaro carpintero le comunicó que el reino estaba en peligro. Solo alcanzó a advertir a los ratones que no estaría presente. Tan pronto el león salió, el gato supo que ese era el momento de actuar. Se acercó a una cabra que pasaba frente a la guarida del león y le pidió algo de queso. De inmediato se lo llevó a la entrada del cuarto donde estaban hospedándose los ratones. Tan pronto como los ratones descubrieron el plan del gato, acordaron tener una reunión para liberarse de su enemigo o de por lo menos encontrar la manera de saber que él estaba acercándose. Solo entonces tendrían tiempo de escapar. Algo debían hacer porque vivían con tanto miedo de sus garras que rara vez se atrevían a escudriñarse fuera de sus guaridas durante el día y la noche. Muchos planes fueron discutidos, pero ninguno de ellos parecía ser lo suficientemente bueno.

Hasta que al fin un joven ratón se puso de pie y dijo:

– Yo tengo un plan sencillo y que yo sé será exitoso. Todo lo que debemos hacer es colgar una campana alrededor del cuello del gato. Cuando escuchemos la campana tintinear sabremos inmediatamente que nuestro enemigo se acerca.

Todos los ratones se sorprendieron pues hasta ese momento ninguno de ellos había pensado en un plan parecido antes. Desarrollaron la idea y le entregaron tareas a cada ratón para luego tejer un collar con una campana. Cuando lo terminaron, los ratones salieron corriendo de su escondrijo como un pequeño ejército, todos cargando el collar hacia el gato. Lo encontraron durmiendo; era el momento perfecto para hacerlo, pero de repente su plan colapsó cuando uno de los ratones accidentalmente tocó la campana y despertó al feroz felino que se levantó iracundo y convirtió los corredores de la guarida del león en una masacre mientras se comía a todos los ratones. Cuando Tomás el gato relamía sus garras saboreando el sabor fresco de los ratones, el león llegó para encontrar que todos sus amigos habían sido devorados.

-¿¡No te dije acaso que no te comieras a los ratones!?

-Miau… Ellos no eran más que comida. Además, es lo que comemos los gatos.

-Déjame decirte algo: los leones comemos carne. ¿De qué estás hecho tú, querido Tomás?

Y entonces el león abre sus mandíbulas, mostrando sus grandes y largos colmillos y se traga entero a Tomás, el gato.

Un cambio de hábitos no altera la naturaleza  

The lion, the cat, and the mice

The big yellow lion was snoozing in the forest. Suddenly, a little Mouse began running up and down upon him; he wakened the Lion, who placed his huge paw upon him, and opened his big jaws to swallow him.
«Pardon, O King,» cried the little Mouse: «forgive me this time, I shall never forget it: who knows but what I may be able to do you a turn some of these days?»
The Lion was so tickled at the idea of the Mouse being able to help him, that he lifted up his paw and let him go.
Some time after the Lion was caught in a trap, and the hunters who desired to carry him alive to the King, tied him to a tree while they went in search of a wagon to carry him on.
Just then the little Mouse happened to pass by, and seeing the sad plight, in which the Lion was, went up to him and soon gnawed away the ropes that bound the King of the Beasts. The lion was graceful with his new friend, and offered the little rodent and his friends to stay in his lair.

The mice and the lion walked to the lion’s home.

-Who are these little murines you brought home? Said a voice in the darkness.

The mice got very scared and yakked between them, but then the lion replied:

-Shut up, you are being hostile with my guests.

He then looked at the little mice and said:

-This is Tom, the cat. He lives with me since he was born.

-They look yummy and mouthwatering.

-Do not even look at them. Said the lion.

-I’m not coming up with anything, yet. Replied the cat with arrogance.

-You know what will happen if you disobey. I will swallow every part of you.

-Meow. Yes my King, of course, your little friends are going to be specially treated. No animal is getting near them while I’m still around. Replied the cat, winking and slowly retiring to his room keeping his head down.

 

-You can go wherever you want and eat all the cheese you want while the goat is still on work. Tom, go with them and have some cheese!

-Never mind, I hate cheese. Cats don’t eat cheese…

-Bah. Do whatever you want, as long as you don’t touch my new friends. Replied the lion.

The mice started to roam around, curious about the sections of the lair.

Meanwhile, Tom was stalking the mice around their cruise through the lair. He was schlepping closer, but he knew the Lion was still marauding.

The Lion, in a rush, warned Tom that he had to attend some monkey business. As soon as he left, Tom knew that was the moment to act. A goat was passing by the lion´s den, so the cat asked her to give him some cheese. He went straight to the mice’s room to tempt them. As soon as the mice discovered the cat’s plan they called a meeting to decide on a plan to free themselves of their enemy, the Cat. At least they wished to find some way of knowing when he was coming, so they might have time to run away. Indeed, something had to be done, for they lived in such constant fear of his claws that they hardly dared stir from their dens by night or day.
Many plans were discussed, but none of them was thought good enough. At last a very young Mouse got up and said:
«I have a plan that seems very simple, but I know it will be successful. All we have to do is to hang a bell about the Cat’s neck. When we hear the bell ringing we will know immediately that our enemy is coming.»
All the Mice were much surprised that they had not thought of such a plan before. They developed their idea and framed a necklace with a bell. The mice ran the hideaway like a little army, all carrying the necklace towards the cat. They found their nemesis sleeping, it was the perfect moment to do it, but then all of a sudden their entire plan collapsed as one of the mice accidentally rang the bell and made the feline arise angrily, thus turned the hallway into a massacre where the cat ate all of the mice. When Tom was slurping his claws, tasting the fresh flavor of mice, the Lion arrived to find out all of his new friends were eaten by Tom.

-Didn’t I tell you not to eat the mice?

-Meow. They were nothing more than food. It’s what cats regularly eat.
-Let me tell you something. Lions eat flesh…What are you made of, my dear Tom?

So the lion opens his jaws, showing his big great teeth and swallows the small cat entirely.
A change of habits will not alter nature.

 

 

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