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A raíz de las elecciones presidenciales que se avecinaban en los Estados Unidos a finales del 2020, el señor Ben Rhodes, escritor, comentarista político y asesor de Seguridad Nacional bajo el gobierno Obama, hacía un paralelo entre lo que describe como un sistema populista de extrema derecha en Hungría, y las perspectivas políticas en su país ante una eventual reelección. “Ha transformado una democracia en algo que se asemeja a una autocracia,” escribe. Su primer ministro actual fue elegido en el 2010, aunque ya había ocupado el cargo durante el periodo 1998/2002.

La nota fue publicada en “The Atlantic” en junio de ese año.

La metodología, de acuerdo con Rhodes, consiste en anclarse en el sentimiento nacionalista clásico: soberanía nacional, desconfianza en las instituciones internacionales, oposición a la inmigración, desprecio por las élites liberales, énfasis en la identidad cristiana, empoderamiento de las masas bajo argumentos como los efectos nocivos de la globalización. Todo lo cual implica una mano autocrática.

Se requiere entonces, explica, reacomodar los distritos y los funcionarios electorales, poblar metódicamente el sistema judicial, perseguir a los medios independientes, cortejar ciertos líderes internacionales, perseguir y denigrar a los enemigos políticos con campañas de odio, alimentar desinformación con teorías conspiradoras.

Pero como aparece en el reciente libro “Betrayal: The Final Act of the Trump Show” de Jonathan Karl, el expresidente de su país se apoyó adicionalmente en un camino mucho más expedito, consistente en colocar a un grupo de jóvenes activistas, sin ninguna experiencia, pero ciegamente fieles, a cargo de una importante oficina del gobierno. Karl es corresponsal en jefe desde Washington del noticiero de la cadena ABC.

No es un episodio meramente anecdótico. Entre otros, fue artífice de la caída en desgracia de un ministro de defensa, y del inicio del agrietamiento de su relación con el fiscal general, su más poderoso aliado político. Cabe recordar que el expresidente mantiene amplio poder sobre su partido, el cual anda embalado para apoderarse de las dos ramas del Congreso en las elecciones de fin de año.

Ante una evidente preocupación por el resultado incierto de esas elecciones, cuenta el autor que el presidente consideró imprescindible efectuar profundos cambios entre sus funcionarios, deshaciéndose de todos aquellos que no le fuesen incondicionalmente leales. Ordenó entonces nombrar al señor Johnny McEntee, un joven de 29 años, al frente de la Oficina de Personal, entidad relativamente desconocida, pero con enorme influencia. Johnny, como popularmente se le conocía, venía desempeñándose como su maletero personal durante los abordajes.

Recuerda el autor que en el 2018 Johnny había sido despedido de la Casa Blanca mientras se le investigaba por algunos movimientos bancarios, que resultaron ser solamente un producto de su afición por el juego. Careciendo de todo tipo de experiencia en manejo de personal, y sin jamás haber elaborado un contrato, sería ahora responsable del departamento de recursos humanos más importante del mundo, encargado de seleccionar y contratar el personal para todo el gobierno federal. Abarca embajadores, ministros, oficiales de inteligencia, y miembros de las juntas directivas de ciertas entidades militares.

De lo que sí no carecía era de total fidelidad hacia el presidente, ni de una especial capacidad para recopilar e informar sobre quienes no lo eran, o quienes filtraban información a la prensa. “A partir de ese momento ya no cargaba maletas. Una de sus funciones consistía en estar al acecho para informar quien debería ser despedido,” escribe el autor.

Narra que cuando el jefe del gabinete de la Casa Blanca recibió la orden de ejecutar su nombramiento, este decidió pasarle la papa caliente a una de sus diputadas, reconocida por jamás haber mostrado la menor vacilación ante una orden del presidente.

“Señor presidente,” cuenta Karl que ella se atrevió a insinuar tímidamente, “¿podría usted por favor reconsiderar el nombramiento?”

“¡Ustedes nunca f*** me escuchan! ¡Ustedes f*** van a hacer lo que yo les indique!” la increpó el presidente.

Una vez nombrado, la primera tarea del señor McEntee fue armar su equipo de trabajo. Estaba compuesto por personas muy jóvenes, inexpertas, pero que en algún momento habían demostrado ser activistas a favor del presidente. “Muchos eran sus amigos, y había un montón de mujeres. Contrató a las veinteañeras más bellas que pudo encontrar, y a muchachos que de ninguna manera le pudiesen representar la más mínima amenaza para levantárselas,” se lee en el libro.

Nombró como asistente ejecutiva a una bailarina cuya única experiencia se reducía a profesora de danza. Su “directora de relaciones externas,” posición creada a su medida, sobresalía por su alto número de seguidores en Instagram, aunque carecía de título universitario. “Solamente en los Estados Unidos del actual presidente es posible pasar de un gimnasio a la Casa Blanca, el verdadero sueño americano,” aparece en el libro que comentó alguna vez.

Haciendo la salvedad que un presidente tiene todo el derecho a esperar que sus designados lo apoyen en sus decisiones, cuenta Karl que, en plena pandemia, su lugarteniente habría de emprender una “verdadera cacería de brujas,” intimidando a los miembros del gabinete, escarbando los registros de votación y sus cuentas en las redes sociales. Y que amasó tal poder, que estaba autorizado para despedir intempestivamente, o negar promociones o incrementos de sueldos.

Pero por encima de todo, estaban las entrevistas. Prácticamente todos los oficiales de alto rango, desde las agencias de inteligencia y el Pentágono, hasta el ministerio de justicia, fueron informados de que debían someterse a una entrevista ante los funcionarios de su oficina. Pero todo se reducía a determinar quiénes apoyaban incondicionalmente al presidente, a pesar de que en su enorme mayoría le eran incondicionalmente adeptos.

Una vez terminada la labor, cuenta el autor que Johnny volcó su atención a las elecciones. Se metamorfoseó en asesor legal, inclusive disparando un memo al vicepresidente con instrucciones sobre cómo anular el resultado de una elección.

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PERFIL
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Graduado del Liceo Francés de Bogotá, donde se empeñaron en inculcarnos un pensamiento lógico. Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes, MBA de la Universidad de Stanford. Exprofesor en la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes, empresario independiente como socio y gerente general de las firmas comercializadoras "Socodi" y "Argenti." Asesor en inversiones internacionales, columnista sobre temas financieros y conferencista.

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