Desde que tenía 4 años viví en Venezuela con mi padre, y aún recuerdo la noche que progresivamente terminó cambiándole la vida a millones de venezolanos. El 6 de diciembre de 1998, veíamos en televisión como el ex presidente de la ahora llamada República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, ganaba las elecciones con una amplia ventaja del 56,36 %. Recuerdo que mi papá estaba bastante preocupado porque muchos medios de comunicación advertían ya el declive al que iba a ir el país si él llegaba al poder, pues se avecinaba el comienzo del socialismo en Venezuela. Estas fueron las palabras de Chávez al triunfar en las elecciones: «Llamo a mis compatriotas a no tener miedo. No voy a instalar una dictadura tipo cubano o comunista en Venezuela. Eso está muy lejos de la verdad. Los hechos demostrarán que todo eso es mentira”.
Muchas personas estaban hartas de los gobiernos anteriores y aplicaron una especie de “voto castigo”, que al final terminó por ser un autocastigo en todos los aspectos de la vida del venezolano. Poco tiempo después se convocó a un referendo constituyente, donde la mayoría de los electores le dijeron “sí” a la nueva constitución propuesta por el ex mandatario. Chávez era ese supuesto “salvador” que el pueblo estaba buscando, ese cambio que el pueblo quería, la gente estaba cansada de que siempre gobernaban los mismos dos partidos políticos conocidos por sus siglas como AD y Copei. Pero la que alguna vez fue conocida como la “Venezuela saudita” que se caracterizaba por la inversión pública, cayó en una crisis económica en los años 80.
Todo comenzó con políticas públicas como la adquisición de viviendas a bajo costo, computadores portátiles “gratis” para los niños de primaria y tablets para los universitarios. Un claro incremento de personas en la matrícula universitaria y más políticas de salud y educación de carácter gratuito; los que antes no tenían la oportunidad de estudiar en la universidad, ahora la tenían, pero a un alto precio que sería cobrado en el futuro.
Gente con graves problemas en la vista incluso viajaban a Cuba y podían operarse los ojos con todos los gastos pagos,. Muchas personas cambiaron su forma negativa de ver al gobierno y terminaron siendo sus apologetas, algunos asistían fielmente todos los domingos frente a su televisor a un “culto” llamado “Aló Presidente”, programa donde Hugo Chávez podía llegar a hablar hasta más de 8 horas y en algunos hogares en Venezuela no veían otra programación mientras el ídolo hablara.
Hubo una época en la que parecía que había un progreso económico donde el barril de petróleo llegó a cotizarse a más de 100 $. Incluso el gobierno bolivariano declaraba en la 36ª Conferencia General de la Unesco:
“Venezuela, ha sido reconocida por la ONU por los logros educativos obtenidos en los últimos años, situándose entre los países que cumplen los Objetivos del Milenio. Por ello presentamos nuestra candidatura al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Para Venezuela, la educación es un derecho humano fundamental, un bien público, una obligación del Estado, y no un negocio ni una mercancía. Rechazamos la creación de un sistema de Ranking Universitario, que bajo el pretexto de la calidad subordinada a los intereses del mercado, pretenda seguir excluyendo a millones de jóvenes del derecho a la formación y al aprendizaje a lo largo de toda la vida. Con una firme voluntad política, el Gobierno Bolivariano concibe la educación como la prioridad de nuestras prioridades, convirtiendo a Venezuela en el AULA MÁS GRANDE DEL MUNDO, muchas gracias”.
Cómo olvidar un programa de alfabetización traído desde Cuba, que luego se replicó en países como Bolivia y Nicaragua. Dando inicio a las populares misiones educativas, Venezuela se declara “territorio libre de analfabetismo”. Programa que incluso fue alabado por Kofi Annam, el entonces secretario general de la Organización de las Naciones Unidas y por Koichiro Matsuura, Director General de la UNESCO. Y sí, como ya se dijo, aunque hubo un incremento en la matrícula universitaria, bajó la calidad en educación, contradiciendo el lema de una de las universidades más conocidas de Venezuela “Excelencia educativa abierta al pueblo”. La excelencia se iba evaporando a la vez que más y más venezolanos salían del país en busca de mejores oportunidades, muchos de esos profesionales están vendiendo caramelos en los semáforos en Latinoamérica.
Puedo decir que tengo muchos amigos regados por el mundo, varios de ellos son venezolanos que vagan desde Italia, España o aquí mismo en Colombia, y no solamente por la labor misionera a la que me dedico, donde tengo la oportunidad de conocer gente de muchos países, sino por la crisis en Venezuela, por la que ahora podemos afirmar que la igualdad de la que se hablaba en el “nuevo” socialismo del siglo XXI, como lo llamó Hugo Chávez, es la que hoy define el economista argentino Javier Milei: “Lograron la igualdad, son todos igualmente pobres”. Es erróneo pensar que para poder reducir la pobreza hay que distribuir la riqueza, esto vuelve a las personas dependientes del Estado, nuestros gobernantes necesitan ver a los ciudadanos como seres capaces de generar riquezas por medio de su mente y sus fuerzas para el goce familiar.
En el libro Reformulación de la Justicia Social: Redención de la compasión bíblica, de los autores Darrow Miller, Scott Allen y Gary Brumbelow, leí este ejemplo contundente. En Haití el día antes del terrible terremoto de 2010 había diez mil agencias misioneras y organizaciones de ayuda al desarrollo y decenas de miles de voluntarios trabajando allí, la ayuda económica llegó en gran cantidad a ese país, mil millones de dólares al año de parte de la comunidad internacional y otros tres mil millones que venían de otros países a causa del éxodo de haitianos, hoy día. Después del terremoto, fueron enviados otros 1800 millones de dólares adicionales, sin contar otros millones de dólares de la comunidad internacional; a pesar de esto, Haití sigue siendo terriblemente pobre.
No a todos les gusta aprender por medio de experiencias ajenas, muchos en Venezuela decían “Cuba es una isla, aquí eso no va a pasar”, estas mismas palabras las escucho ahora, en boca de los colombianos que declaran: “Venezuela es Venezuela y eso aquí no va pasar”, los más atrevidos dicen “Estamos igual o peor que Venezuela” no tienen ni idea de lo que hablan. Es preocupante ver cómo en Colombia muchos piden a gritos programas sociales muy similares a los que hundieron a mi Venezuela: desde la matrícula cero hasta la renta básica. En Venezuela el gobierno educó a gran parte de la población y lo supuestamente gratuito se pagó con un éxodo masivo, muerte, hambre, pobreza y miseria, con muchas lágrimas y dolor.
De verdad espero que no entreguemos a Colombia en manos del progresismo que busca socializar los medios de producción, para que supuestamente sean de todos, cuando en realidad pasan a manos del Estado. Tiempo después se verá el abandono y el deterioro, propios de la ineficiencia y burocracia estatal, pues el Estado es un pésimo administrador. Algunos ejemplos son las empresas en Venezuela, de las cuales el Estado es propietario, como lácteos Los Andes y la aerolínea Conviasa. Cuando el Estado empieza a expropiar, a controlar la economía y la producción, eso trae consigo más pobreza; por eso varias aerolíneas y otras empresas que generaban empleo en Venezuela dejaron sus operaciones en el país, consecuencias de que el Estado usurpe un rol que no le pertenece. Espero que, cuando los colombianos inscriban su cédula y voten, lo hagan pensando, para que en un futuro no sean ellos o sus hijos quienes siendo profesionales tengan que huir del país a vender caramelos en los semáforos de los países vecinos en los que hay libertad.
Por: Lina Andrea Páez
Fuentes:
[1] http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/GBS/36GC/pdfs/Speech_Venezuela_ES.pdf
[3] https://www.alterinfos.org/spip.php?article167
[4] https://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/21/internacional/1229830699.html
[5] https://www.youtube.com/watch?v=Mv_0TgHGha4
[6] Miller Darrow L. Allen Scott & Brumbelow Gary. (2015) Reformulación de la justicia social: Redención de la compasión bíblica. Editorial Jucum, pp.43.
Muy interesante Lina, gracias por compartir esa experiencia de primera mano y advertirnos de lo que un día se vivió en otro lugar y que puede pasar aquí.
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