A pesar del auge de nuevas tecnologías y el surgimiento de todo tipo de aparatos electrónicos, el tiempo que pasan los seres humanos pegados al televisor sigue siendo abrumador. De acuerdo a un estudio reciente, los colombianos pasamos en promedio casi 3 horas al día viendo televisión. Aunque no es una cifra de poca monta, somos ampliamente superados por los españoles con 4 horas (como les gusta un noticiero y un culebrón) y por los gringos que se llevan el primer puesto con 5 horas. 210 millones de personas prenden este aparato diariamente en Estados Unidos, suficientes para que una encima de la otra alcancen a llegar hasta la luna.
Definitivamente la televisión llegó para quedarse incrustada en nuestras culturas, conservando por siempre un lugar físico privilegiado en cada hogar sobre la tierra. Por eso más allá de satanizar la basura que se propaga en la programación, hay que resaltar los buenos contenidos que se consiguen cada vez con mayor frecuencia. Las producciones colombianas siguen sacando buenos contenidos con el formato de novelas biográficas y mini series. Sin embargo, la televisión por demanda, seguirá desplazando a la televisión en vivo al permitir que los programas se ajusten a la preferencia y al tiempo del televidente y no viceversa. Además permite evadir la tediosa publicidad e interrumpir y reiniciar cómodamente los programas.
Es indiscutible el amplio terreno que han ganado las series con formatos diseñados para dejar enganchados a los más desprevenidos televidentes. Contenidos de películas tradicionales, documentales y cine-arte se están viendo relegados por este tipo de propuestas.
Series como Game of Thrones y Marco Polo han invertido en sus producciones cifras que nada tienen que envidiarle a las películas más taquilleras de Hollywood. Pero más allá del sexo y la violencia, este tipo de series también dejan aprendizajes en los terrenos del arte, la cultura y la historia. No en vano la Universidad de Harvard impartirá un curso inspirado en esta popular saga de castillos y dragones para analizar su influencia de los tiempos medievales. Para los que les gusta las series de gobierno, House of Cards puede ser muy útil para conocer los vericuetos de ese monstruo de mil cabezas que le llaman política. En el campo dramático, hay producciones muy buenas como Bloodline o Mad Men en donde se abordan temas profundos sobre los lazos familiares, el machismo, el racismo y la lucha de clases. En cuanto a series de detectives, en The Fall, y The Killing al mejor estilo de novelas policíacas, se tratan fenómenos que desgraciadamente se han vuelto cada vez más comunes en nuestras latitudes como los feminicidios y los abusos sexuales.
En páginas web como http://iii.me ya es posible cuantificar el tiempo gastado en ver la totalidad de los capítulos de cualquiera de estas series. Por ejemplo para verse Breaking Bad de un tirón se requiere de 4 días y 16 horas sin descansar frente al televisor (o cualquier pantalla). Lo grande del caso es que las mencionadas series son apenas un puñado de la cantidad que pasivamente acechan a la teleaudiencia. La fiebre de series llegó para propagarse. Con la única indulgencia que las largas horas de entretenimiento dejen por lo menos algún aprendizaje.
Foto: tomada de google
Twitter: @alfrecarbonell
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