Más allá de las repercusiones del inesperado triunfo del No en el plebiscito, no deja de llamar la atención el alto nivel de abstención que se registró en esta última elección. Pues es sorprendente que a pesar del intenso debate que se vivió en todos los rincones del país, apenas hayan salido a votar el 37% del censo electoral. ¿Si así es el nivel de compromiso ciudadano con la toma de decisiones en un asunto tan trascendental como el proceso de paz con las FARC, que se espera del resto de instancias de participación?
Es usual utilizar el porcentaje de participación de los ciudadanos en las elecciones para medir el nivel de madurez democrática de los países. Aunque no es lo mismo compararnos con países con otros sistemas políticos en donde por ejemplo existe el voto obligatorio, diversos estudios ubican a Colombia como uno de los países de más baja participación electoral en América Latina. Y si nos vamos un poco más lejos, vemos como estamos de rezagados de países como el Reino Unido en donde el nivel de participación por ejemplo en el reciente Brexit fue del 72%.
Un mayor grado de participación le da mayor legitimidad a unos resultados, independientemente de cuales estos sean. Nunca sabremos si nos convenía más el Sí o el No en el plebiscito, pero lo que sí es una vergüenza es que haya triunfado el “Me Da Absolutamente lo Mismo” para decirlo en los términos menos groseros.
También es cierto que la abstención puede ser una opción legítima de manifestarse, como en el caso del columnista Mauricio Vargas quien anunció sus razones por las cuales se abstenía de participar en el plebiscito. Asimismo existe mucha gente saturada de la clase política y que en todo su derecho opta por abstenerse en señal de protesta. Pero con todo el respeto con los que defienden la abstención como un derecho inescrutable, es importante escarbar las razones que nos generan tan altos niveles de abstención. Sin duda, hay detrás de este fenómeno una apatía galopante e indiferencia ante lo que se decida en la esfera pública. Mucha gente deja de participar por física flojera y termina regalando su derecho a otros para que tomen las decisiones que le afectan y le pertenecen a todos. Hay tamb
ién muchos jóvenes hastiados del sistema que simplemente escogen la ruta mas fácil que es la de hacerse los de la vista gorda.
Un país más educado traería de la mano una mayor conciencia sobre los deberes cívicos de los ciudadanos y mejores niveles de participación. Mayores incentivos para participar y sanciones efectivas contra quienes le dan irresponsablemente la espalda a la democracia podrían contribuir a mejorar esta situación. Reabrir el debate del voto obligatorio a la vez nos puede dar luces de cómo salir de este laberinto. Con mas votos libres y a conciencia le acortamos la ventaja a tanta corrupción y trampas electorales. Que no se entienda que estamos generalizando a todos los abstencionistas como perezosos o ignorantes. De lo que se trata es de levantar esa veda que le han dado de intocables a los que se abstienen detrás de la que se refugia cómodamente una franja que si lo son.
En todo caso, por más que se indignen los dogmáticos que defienden el carácter inescrutable de los abstencionistas, ante índices tan paupérrimos de participación lo peor que podemos hacer es seguir mirando hacia otro lado.
Twitter: @alfrecarbonell
Caricatura: créditos O. Mogollón 2014
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