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Hagamos un ejercicio de matemática simple.  El tope por campaña a la Alcaldía de Cartagena es de $2.630 millones, que son en promedio un sueldo de $219 millones mensuales por un año, o de $876 millones si sólo contamos los tres meses que dura una campaña.

En caso de superar el 4 % del total de los votos válidos el candidato podrá recibir un pago por reposición, en el cual la Registraduría le dará $2.766 por cada uno de estos.  Es decir, que si un candidato gasta el tope permitido para la financiación de su campaña y obtiene la suma de 80.000 votos en Cartagena (pero no gana con ellos) recibirá unos 221 millones de pesos, que no representan ni el 10% de lo “invertido”.  A simple vista, es un pésimo negocio.

El aspirante a la Alcaldía sale de una campaña en completa quiebra, gane o pierda, pues si gana, el sueldo no le dará para pagar, en los cuatro años del mandato, (si es que termina) más del 50% de sus acreencias por la campaña.  Así las cosas, no hay que ser un gurú para entender que ser candidato -en regla- no es un negocio para nadie, por el contrario, es una descapitalización importante.

Claro que habrá uno que otro “último romántico del siglo” que no le importará ese sacrificio económico por su amada ciudad. Pero claramente, es la excepción a la regla. Entonces, básicamente el proceso está diseñado para que candidatos ofrezcan lo que es y no es suyo a “financistas” que invierten en sus campañas y hacen de lo que debería ser un servicio público, un negocio. Perverso desde el planteamiento.

16 candidatos inscritos a la Alcaldía de Cartagena me hacen pensar en una serie de escenarios complicados. Pensemos en el más inverosímil, un grupo de 16 personas bienintencionadas que perderán gran parte de su capital y patrimonio, sólo por amor a Cartagena, este no es necesariamente el escenario predominante.  Porque hay otros, por ejemplo, en el que algunos de esos candidatos estarán sólo en una fase, como parte del juego, se retirarán y venderán “su poco o nulo caudal electoral” al “mejor postor”.  Los que no se retiran y tampoco ganan también negocian y los que ganan gobiernan completamente empeñados.  Lo sé, esto es como descubrir que el agua moja, pero creo que es importante recalcarlo porque de querer un cambio de verdad, debería haberlo desde las reglas del juego.

Con esa cantidad de candidatos a la Alcaldía, en la utopía, celebro, y en la distopía que somos, lloro.  Todo mal desde el mismo planteamiento, entonces ni para quejarnos, pero al menos apelo al corazoncito de los candidatos y les digo, la Alcaldía no es un negocio, es la real oportunidad de hacer algo por la ciudad, aprovéchenlo y olvídense de mezquinas intenciones, no se quemarían en el infierno, se quemarían aquí.

 

 

 

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