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Por el poder a Santos no le importó que lo llamaran traidor, ni que supiéramos que así como su armario esta lleno de trajes que elige vestir de acuerdo a la ocasión, también lo llena de máscaras que usa de acuerdo a su interlocutor.  Fácilmente podríamos llamarlo el hombre de las mil caras, los mil discursos, las mil posiciones, de los miles de reveses, o sencillamente el hombre sin cara. Si, por su descaro, por su cinismo de ignorar que tenemos memoria o que hay registros audiovisuales que nos recuerdan que sus posiciones varían de acuerdo a las circunstancias que afectan su popularidad y con ello, sus aspiraciones a mantenerse en el poder.

Era impensable que su frase lapidaria “solo los imbéciles no cambian” se refiriera a la hipocresía de su carácter y a la impronta de su gobierno, y no a la grandeza del humilde que reconoce su error.

Todavía resuena con fuerza su promesa de acoger las medidas cautelares de la CIDH en el caso Petro y la velocidad con que firmó su destitución. Hoy dice que no le temblaría la mano para restituirlo, justo cuando sabe que tal hecho le tiene en jaque su reelección.

Recuerden otros estelares: “aquí no hay paro”, “en el Tayrona no hay indígenas” (las dijo el entonces ministro del Interior Vargas Lleras tras las exigencias de Consulta Previa por el anuncio del presidente de construir un hotel 7 estrellas en el Tayrona), “las chuzadas son legales”, entre otros que espero conserven frescos en su memoria a la hora de evaluar al presidente. Tuvimos el orangután de la reforma a la Justicia, no pasemos esa página.

En todas las anteriores a fuerza de los hechos le tocó rectificar y mas allá de mantener a un pueblo confundido y engañado, preocupa que sus ejecutorias se afincan en esparcir lo mejor posible una mermelada que le garantiza mantenerse en el poder al tiempo que eterniza la corrupción y desvía los tan necesarios recursos para llevar desarrollo a los sectores mas vulnerables, al largo camino de componendas y clientelismo.

Por el poder, una hija de alcalde no permite que su padre haga uso del buen retiro para pasar su desahucio en casa. Por el poder un día un político es verde y al otro rojo o azul. Por el poder los blancos tiñen su piel de negro y revisten su corazón de espinas.  Por el poder un día eres amigo y al otro día  enemigo.  Un día saludas, al otro odias. Un ciudadano se convierte en asesino, un aspirante a rector niega su vocación de servicio y protección  a la salud y la vida, para portarse como un vulgar y rastrero delincuente.

Pero el poder es solo una circunstancia que devela las más oscuras ambiciones del ser humano.  Así como decimos que “en las malas conocemos a los amigos”, digo que tras el deseo de poder conocemos los escrúpulos de un ser humano. Requerimos más humanidad y menos maquiavelismo en nuestros dirigentes.

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