Hace poco el periodista Juan Gossain sentenció que, en Colombia, “la corrupción es tan grave que le hace más daño al país que otras desgracias nacionales, como la violencia o el desempleo”. La afirmación se sostiene en las estadísticas de Transparency International, una ONG que se pone en la tarea de preguntar a los ciudadanos de decenas de países su percepción sobre la corrupción.
Más del 70 % de los colombianos sabemos y, es más, estamos seguros de que entre estos y aquellos, encorbatados y encorbatadas, entre amigos de club o del partido —y artilugios institucionales por el estilo— se están llevando lo que nosotros trabajamos. A pesar de que simulan odiarse, y toda la novela política de las siete.
Según Transparencia por Colombia, a pesar de los “esfuerzos” del Gobierno Nacional y del sector privado para combatir la corrupción en Colombia, la percepción de este problema no ha tenido cambios significativos. La calificación del país en el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) 2014 de Transparency International pone de manifiesto que líderes y altos funcionarios abusan de su poder para usar fondos públicos en beneficio propio, el crecimiento económico se ve minado y los esfuerzos por frenar la corrupción quedan frustrados.
Hace un par de días, el martes 19 de enero, una mujer, una madre, una esposa, una tía y todo eso que una persona es para otras personas, murió en un portal de Transmilenio. El cuerpo quedó tendido en el suelo, mientras cientos de personas se acercaban a chismosear la señora que se murió en Transmilenio. Durante horas, literalmente. Hasta la noche.
Algunos, junto con familiares de Rubiela Chivará, la mujer, iniciaron una protesta y obstruyeron el tráfico. Primero llegó el ESMAD que el CTI para hacer el levantamiento del cuerpo y acabar con el espectáculo. La muerte es de esas cosas que sí llaman la atención de los ciudadanos, en comparación con ayudar a una víctima de asalto, por ejemplo.
Primero llegó el ESMAD, porque acabar la «guachafita» es más importante que la dignidad de los ciudadanos.
“Mi mamá murió porque en la EPS Cruz Blanca no le practicaron una cirugía que necesitaba… y hoy está sin vida, tirada allá en la vía pública donde pasan miles de transeúntes ¿Cómo se siente uno de familiar? Uno con su mamá, tirada allá ¡Tirada! ¡Morboseada! Por eso no nos vamos a mover hasta que llegue el CTI”, gritaba un hijo de Rubiela, a la vez que lloraba a su madre.
Y usted ¿qué hubiera hecho si fuera su vieja la que estaba ahí, sin vida y sin pisca de dignidad por más de seis horas?
¿Por qué no puede un ciudadano reclamar lo más básico, la dignidad de su madre y su familia si él también paga impuestos?
Cuando pagamos transporte público también pagamos impuestos. Las planillas de operación, los cupos, la retención en la fuente de los diferentes contratos del vehículo, en los repuestos, por todo lo que tenga que ver con todo es que se fija el precio a pagar, después de los costos normales, por supuesto.
Cuando comemos pagamos (impuesto al consumo), a todo lo demás se le cobra el IVA, que próximamente será casi la quinta parte del precio de todo lo que compramos. Si ganamos una rifa, pagamos; si caminamos pagamos.
También si bebemos agua, nos bañamos o nos tomamos un trago.
Eso son muchos impuestos como para que no le practiquen a uno la cirugía que necesita con urgencia y, peor aún, que lo dejen a uno tirado como si no se tratara de una persona “sino de un perro”. Ella y toda su familia paga impuestos. Muchos, y todo el tiempo.
Nosotros también lo hacemos por doquier. Y este es uno entre millones de casos en que no importa lo que paguemos al Estado, seguimos desprotegidos en todos los sentidos. Porque la policía no está para proteger al ciudadano, sino para hacer cumplir la ley, cuando se trata de la gente sin poder.
¿Entonces por qué llega primero el ESMAD?
La respuesta que cada quién tenga al respecto.
Gossain, en la misma columna, se preguntó qué pasó con los 16 billones de pesos que se recaudaron del “cargo por confiabilidad” que se cobra desde 2006, supuestamente con el fin de enfrentar la escasez de agua y tener capacidad para generar energía distinta a la hidráulica.
Nadie sabe qué pasó con ese dinero, pero sí sabemos que nos lo van a cobrar nuevamente en las facturas, porque anunciaron que el incremento se hará. ¡Lo anunciarán! Así de fácil como desaparecieron lo reunido durante las “vacas gordas” y se fueron.
Según el Insider.Pro, una revista especializada en economía y finanzas, Colombia es el cuarto país que más paga impuestos en el mundo.
El cuarto, que más le exprime los bolsillos a sus ciudadanos, pero que no puntea ninguna lista en cuanto a calidad de vida y derechos se refiere.
Pagamos mucho, pero recibimos muy poco. Tal vez nada.
Cuando empecemos con el régimen del 19% de IVA —y el 4×1000 y todo lo demás—, Colombia también pasará, según datos de la Revista Dinero, a ocupar el tercer lugar como el que más cobra en América Latina este impuesto.
En el podio nos acompañarán Uruguay, Argentina y Chile.
Los tres bastante lejos —incluso Argentina— de nuestros niveles de corrupción y calidad de vida.
Como ya dije en otro artículo sobre la educación, es increíble que vivamos en un país donde matar y robar pague mejor que estudiar.
**Y si hubiera sido su mamá ¿usted qué habría hecho?**
**Una respuesta: ¿Hacer chiquero un día hábil y en hora pico, o un domingo en la mañana?**
**El que se sienta con ganas de juzgar que entre hacerlo abajo, en el «opinadero» del piso de abajo**