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Un Plebiscito avalado por constreñimientos mezquinos
“Si el plebiscito se niega, volvemos a la guerra”. “Tengo información amplísima sobre los planes de las Farc para la guerra urbana, que es mucho más demoledora que la guerra rural”, advirtió el Presidente Juan Manuel Santos, en el foro internacional económico celebrado en días pasados en la ciudad de Medellín. A los 8 días, la otra perla: “Sí la guerra continua, ahí sí se tendrá que subir los impuestos”. Inadmisible estas amenazas en boca de quien tiene la obligación constitucional de conservar en todo el territorio el orden público, posición que mengua, aún más, la poca mayestática que queda de la investidura presidencial, gracias a los “buenos oficios” de los últimos cuatro presidentes, incluido, por supuesto, el actual. Estos mensajes fatídicos de nuestro “faraute” presidente, no caben ni en la cabeza ni en la boca del “Onagro” que tiene como presidente la República Bolivariana de Venezuela.

¿Sí el presidente Santos tiene esa información tan confiable y amplísima, y que debe de haber sido suministrada por la inteligencia militar o de policía o por un Hacker o, a lo mejor, se la dio “Timochenko” para divulgarla con fines de zozobra y constreñimiento, mas no fue dada por Uribe en las redes sociales, que hacen sus comisionados sentados con esos conspiradores en La Habana hablando de una ilusoria Paz, si las intenciones y objetivo a futuro es la guerra urbana, como último peldaño para alcanzar el poder?

Según las intenciones nefastas que tienen los “señores” de las Farc, mantenidas como comodín escondido debajo de la mesa de diálogos en La Habana, y que fueron dadas a conocer públicamente a través del presidente Santos, de que sí el Plebiscito no aprueba esa “dimensión desconocida” (léase los acuerdos de La Habana), nuestras principales ciudades serán blanco o hervidero de violencia encarnizada convirtiéndolas en una Beirut del continente americano, forzando así al constituyente primario, constreñido por el chantaje, a votar sin tener la más mínima idea de lo que refrenda, ya que lo acordado y firmado en la mesa de diálogos en ciertos puntos neurálgicos sólo es conocido por unos pocos altos funcionarios del Estado, pero eso sí, por todos y cada uno de los milicianos de la guerrilla.

Colombia está ad-portas de caer en una encrucijada peor de la que ha tenido que soportar por más de 60 años a manos de la subversión, incluyendo por supuesto la era terrorífica del “paramilitarismo”, en alianza macabra con gran parte de la dirigencia política colombiana, si un puñado de ingenuos, de irresponsables y, otro tanto, de “ganchos ciegos” votan afirmativamente el Plebiscito por la Paz, refrendando así lo acordado y firmado en la mesa de diálogos de La Habana con engaños y a espaldas de la opinión pública, y mostrando una mayoría espuria votando por el SI, gracias a la desidia y torpeza de aquellos nefelibatas que a boca llena se ufanan de ser abstencionistas.

El Plebiscito es válido como medio de refrendación, siempre y cuando los electores voten a conciencia conociendo amplia y totalmente lo acordado y firmado por las partes en la mesa de diálogos de La Habana. Situación ésta que debe ser analizada de manera fría, responsable y dentro del ámbito jurídico por la Corte Constitucional, y lo menos que se espera de la Corte en su examen constitucional es que se ordene una promulgación masiva del contenido de la acordado y aprobado en La Habana, con antelación a las elecciones del mencionado Plebiscito.

No es que sea más fácil decir “SI” que “NO”, como afirman algunos que se creen portadores de la verdad revelada, porque eso depende del ángulo del que se mire. Es difícil aceptar la plena legalidad de un voto por un SI dado por los electores con el fin de refrendar o aprobar unos acuerdos, sin tener el más mínimo conocimiento de su contenido y alcance, lo que deja un tufillo de engaño al votante, siendo un juego de idiotas útiles o el juego de la “gallina ciega” en un tema tan trascendental como la Paz, lo cual es el equivalente a que un grupo significativo de personas le apuesten a hacerle el onanismo a su propia alma; dadas las circunstancias sigilosas con las que el alto gobierno guarda algunos arcanos acordados y aprobados en La Habana, da la impresión o parecieran que su suscripción fue torcida, amañada y perjudicial para la estabilidad institucional, y sólo ventajosa para los muchachos farianos.

Aquí no se trata de medir el pulso de la polarización entre el SI y el NO, que lideran Santos y Uribe. Todo lo que se acuerde racional, moderado y equitativo para alcanzar la Paz, bienvenida sea, lo que se busca es una amplia divulgación de lo que encierran los monosílabos SI y NO, para que se haga una reflexión fría y sensata de lo que se va a votar, y que coadyuve a una copiosa votación del Plebiscito, pero con conocimiento de causa, y que esos acuerdos refrendados garantice una convivencia pacífica, armónica y duradera.

Además, que sirva para prevenir lo previsible en el imaginario de que algunas concesiones unilaterales leoninas, puedan afectar la institucionalidad y que puedan dar pie a creer que se ha expedido una patente de corso para seguir delinquiendo, quedando el camino expedito para el objetivo de la “guerra urbana”, anunciada en bando presidencial, y que la pondrán en marcha con todo el rigor, desenvoltura y seguridad, cuando estén deambulando por las calles de cualquier población o ciudad en cumplimiento de una “sanción punitiva”, gracias a la impunidad camuflada en una justicia transicional blanda y concertada, como requisito sine qua non exigido por las Farc para la firma de los acuerdos.

No obstante ser la impunidad reprochable y producir escozor e indignación en todos, máxime si esta se da en delitos de lesa humanidad cometidos por las Farc, y sólo superando la marca el macabro paramilitarismo colombiano y quienes al menos si sintieron la privación de su libertad purgando penas exiguas, siendo esta impunidad lo menos preocupante de lo acordado y aprobado en la mesa de diálogos, según se infiere por las declaraciones de los negociadores de la guerrilla, ya que situaciones más incomodas sobrevendrán de manera impajaritable en el posconflicto en las zonas de concentración, de reservas campesinas y en las de su hábitat natural en donde siempre han tenido presencia con jurisdicción y mando, relativamente sin ningún escollo.

El fortalecimiento político que se le piensa conceder a las Farc, a través las circunscripciones transitorias especiales de paz., le daría una plataforma poderosa para tener un caudal político de entrada a la vida civil si es que realmente demuestran que tienen bases sociales que creen en sus ideas y que votan por ellos sin la presión de las armas, situaciones de fácil demostración para ellos, y si a esto se le agrega lo que se comenta en los círculos políticos de la adjudicación por Decreto presidencial de unas curules en Senado y Cámara, los convertirá, de la noche a la mañana, en la primera fuerza política del país quedando con una capacidad de decisión y de poder inconmensurable en una de las ramas del poder público: la legislativa. El riesgo aquí sería que las Farc mezclaran armas con votos o que utilizaran plata mal habida para empujar sus candidatos creando un desequilibrio en la contienda, cosa que es casi una verdad de a puño.

La posición o actitud endeble que ha acompañado al presidente Santos en su trayectoria política, deja mucho que desear, y un gran escepticismo en su capacidad de liderar, como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, una lucha frontal para prevenir y reprimir los desafueros y delitos como extorsiones, constreñimientos, etcétera, contra la población civil por parte de los desmovilizados en las zonas de concentración y en las que ha tenido permanencia de muchos años atrás, mostrándose como “señores y dueños”, y en donde les profesan un “temor reverencial” extremo, conseguido a punta de tableteo de ametralladora.

Los departamentos en donde se podría dar una votación, la voluntaria es poca y la otra mayor por constreñimiento o amenaza en unas elecciones, sea presidencial o parlamentarias, y a favor de las guerrillas, serían: Putumayo, Vaupés, Vichada, Casanare, Arauca, Norte de Santander, Santander, Nariño, Cauca, Chocó, Córdoba, Sucre, y parte de los departamentos del Valle, Risaralda. Antioquia, sur de Bolívar, Sucre, Cesar, La Guajira. La situación por venir en el posconflicto, no es nada fácil. Esto apenas sería un “abrebocas” de los días aciagos que se avecinan, esperemos que empiecen en esas zonas a subyugar a la población civil inerme y a celebrar los “juicios populares”, al amparo de amnistías e indultos forzados.

La cesación bilateral al fuego entre gobierno y guerrilla es un hito histórico, y de trascendental avance para la terminación del conflicto, pero como dijera “Timochenko”, falta mucho pelo p’al moño. Aún quedan por resolver y aprobar muchos temas vitales para sellar definitivamente el conflicto y blindarlo para su duración y estabilidad: la participación en política; la reparación real y efectiva de las víctimas; la reinserción, concentración y sitio donde purgarán las exiguas penas los desmovilizados; los protocolos que garanticen la entrega real y material del armamento bélico; la dosificación punitiva; los controles y autoridades encargadas de prevenir y reprimir los desafueros (delitos) cometidos en las zonas de concentración, etcétera, etcétera,.

Y todo lo anterior en el aire, por el afán de sacar avante una Paz mal negociada, que ojala no acabe mal más temprano que tarde, y por la obsesión de reconocimientos de la comunidad internacional.

¡Dios y la Corte Constitucional guarden a Colombia!

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, junio 23 de 2016.

Apostilla: votemos masivamente el Plebiscito o cualquier otro medio de participación que sirva de refrendación, pero conociendo la totalidad de lo acordado y aprobado.

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