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Las fuentes que alimentan la corrupción

“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella”

Me inclino por la definición tan acertada que le da Transparencia por Colombia a la corrupción: abuso de posiciones de poder o de confianza, para beneficio particular en detrimento del interés colectivo.
Las diez plagas de Egipto como los cuatro jinetes de la Apocalipsis son poca cosa, por decirlo de alguna manera, comparado con los estragos, la desolación y las secuelas que deja a su paso una corrupción rampante y cínica como la que tenemos que soportar en Colombia una mayoría abrumadora de gente de bien frente a la de unos pocos y que son los portadores de esa infernal peste, quienes cuentan a su favor con la connivencia y la desfachatez de algunas autoridades, especialmente en algunos que conforman los organismos de investigación, control y juzgamiento.

La corrupción es, sin lugar a dudas, una amenaza latente para cualquier sociedad, desestabiliza sus instituciones y tiene una gran afectación en los valores de la democracia, la ética y la moral, socava la justicia como tal y atenta contra el imperio de la ley. El Estado que permita el apoltronamiento de la corrupción y sea permisivo en su expansión y no tenga como prioridad una lucha coercitiva frontal para afrontarla, está condenado a vivir a futuro los días más aciagos de su historia, lo que conduce indefectiblemente al caos total de la comunidad, y termina imponiéndose la voluntad del más poderoso económicamente.

Desafortunadamente, para este régimen el combatir la corrupción es secundario, siendo su prioridad mantener la gobernabilidad, a costa de dádivas y las cuales disfraza a través de los “cupos indicativos” que sólo han servido, en parte, para retroalimentar la corrupción, y por la otra, para la compra venta de votos electorales y para el lucro personal de su gestor, sin que la destinación específica del desembolso cumpla su cometido. Situación que ha sido denunciada a los cuatro vientos sin que jamás se haya iniciado, siquiera, una investigación preliminar por parte de la fiscalía, procuraduría o contraloría, y más grave, por la corte suprema de justicia.

Recuerdo como si fuera hoy el artículo “Organismos de control dicen que corrupción en Colombia se mantiene” publicado por el Diario El Tiempo, en noviembre 19 de 2009. Estas afirmaciones fueron hechas, ni más ni menos, en ese entonces, por el Fiscal (e) y el Procurador General de la Nación, dos timoneles de los tres principales Organismos de control que tiene la estructura estatal. Dichas afirmaciones se dieron en el foro “Corrupción- Transparencia”, organizado por la revista Semana. ¡Y qué tal esto!, para el Procurador: “la corrupción ha desbordado la institucionalidad” y para el Fiscal: “en todas las áreas de la administración pública hay corrupción, muchos de los casos se quedan en la impunidad”. ¡Se imaginan la demostración de semejante impotencia y desidia!

Cuando uno maneja el mismo lenguaje que el utilizado por los mencionados altos funcionarios, por razón de la identidad en la profesión, no deja de ser desconcertante y preocupante que se recurra a estos anuncios tan ridículos, como tratando de justificar la ineptitud, la desidia, la connivencia con el delito, evitando adelantar las respectivas investigaciones y dejar todo arropado por el manto de la impunidad, lo que engendra y gesta una plena corrupción. Todo esto, no deja la menor duda, de que estas dos entidades son los principales patrocinadores de impunidad.

En este país, como en ningún otro, hemos tenido simultáneamente una catarata de hechos de corrupción impresionantes. En muchas investigaciones se han buscado y condenado a unos chivos expiatorios que poco ha sido su protagonismo en la expoliación y nunca han caído los cerebros o “capos” mayores, los de cuello blanco que siempre encuentran en los altos dignatarios sus “socios” de pilatunas, y su salida más fácil y aberrante es declararse impedidos para cualquier actuación, lo que lleva implícito la orden de archivo y, por ende, de impunidad. Recuérdese el caso de SaluCoop- EPS., por sólo poner un ejemplo.

Colombia en toda su historia republicana nunca había tenido una clase política más corrompida que la actual, la mayoría de sus actuaciones invaden el terreno penal y riñen abiertamente con las buenas costumbres y los más elementales principios de la ética y la moral, las cuales se han arraigado y extendido como pandemia a una parte considerable de la población, ya que por su facilismo el enquistamiento es seguro y la reelección de aquellos es asegurada desde el Palacio presidencial con sus cupos indicativos. Esta es la mayor “fuente” de la corrupción que tenemos hoy en día.

No queriendo significar que las trampas o artimañas que se utilizan en diversas actividades, públicas o privadas, para el logro de algunos objetivos son de exclusividad nuestras, pero no, éstas se dan en la mayoría de los países del mundo, con un agravante adicional, entre nosotros así quede al descubierto todo sigue igual, nadie se inmuta, o no se denuncia, o no se investiga, o se desvía la atención, o no se le da el alcance de la gravedad que encierra y los medios ponen su granito de arena con una información timorata y casi desapercibida, tomando el rumbo de la impunidad, y si es falta moral o ética no tiene sanción social, corriendo el riesgo de que pueda llegar a ser admirada.

Hemos presenciado, escuchado y padecido en los últimos cincuenta años hechos memorables que son imposibles de desconocer o tratar vanamente de olvidar, como medio de justificar o de aceptar uno nuevo sobreviniente de igual o peor calado, ya que aquellos han dejado huella indeleble por el impacto social y jurídico que el daño ha causado en la sociedad, siendo unos investigados y pocos los sancionados, pero terminando todos en la penumbra de la impunidad no importando su gravedad, pero sí las condiciones especiales de su actor.

Cómo olvidar los nefastos delitos de las chuzadas del DAS, Agro Ingreso Seguro, Falsos positivos, Fraude a la Salud, Carrusel de la contratación, y, ante todo, los Conciertos para Delinquir en la modalidad de paramilitarismo de la clase política, el desfalco en Caprecom y Cajanal, el carrusel de las pensiones que puso en práctica el Consejo Superior de la Judicatura, la modalidad de la puerta giratoria para saltar como la liebre de puesto en puesto, etcétera. ¡No hay derecho!

Por qué en Colombia se delinque y nunca pasa nada, cuando se trata de altos funcionarios? ¿Será que nuestros medios de comunicación han perdido credibilidad en el panorama nacional e internacional? ¿Por qué se sobreprotege a ultranza a los funcionarios que son señalados por presunta corrupción? ¿No sería más sano propiciar el retiro del funcionario para facilitar una investigación imparcial? El principio de la verdad sabida y la buena fe guardada no debe arrojarse por la borda, estaríamos frente a una connivencia con la impunidad y la corrupción.
Cuando un pueblo pierde su sentido de pertenencia y hay ausencia de los valores éticos y morales, es evidente la existencia de una descomposición social.

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, noviembre 17 de 2016.

Apostilla: Los políticos expoliando con la aquiescencia de la presidencia y los niños muriéndose de desnutrición en la Guajira, Choco y Vichada.

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