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¿Y ahora qué sigue?

¿Volverán las oscuras golondrinas, volverán sus nidos a formar?

No he ido a las montañas de Colombia ni a la capital de Cuba a auscultar pensamientos o posibles decisiones que pueda tomar la cúpula de las guerrillas de las Farc, frente al resultado adverso del plebiscito por la Paz y a las nuevas propuestas presentadas por los que promovieron el voto por el NO en los pasados comicios y que buscan que el gobierno renegocie los acuerdos firmados en La Habana, los cuales las partes negociadoras rotularon como “Acuerdos Especiales”, con la debida aprobación bautismal y pregón del presidente de los colombianos.

O sea, esta rotulación de “Acuerdos Especiales”, no es un invento, como muchos creen, de la Canciller Holguín o de Álvaro Leyva o del Abogado Asesor de los subversivos, Enrique Santiago. No. Esto fue fríamente discutido y analizado en la Mesa de negociación y acogido como prenda de “blindaje”, y entregado como garantía de seriedad y compromiso a la Confederación Suiza en Berna. Razón ésta por la cual el Secretariado de las Farc está tranquilo y aduce que el plebiscito es un simple fallo político a contrario sensu de los Acuerdos que sí producen efectos jurídicos. Además, no debe olvidarse que la conservación del orden público, así como convenir o ratificar tratados de paz son imperativos constitucionales en cabeza del presidente de la República.

Soy como cualquier Ser racional, amigo de la Paz. La violencia sólo tiene cabida en el campo irracional. En escritos anteriores, manifesté por qué voté por el No. Jamás me preocupé por los enormes “sapos” que había que ingerir para terminar el conflicto con las Farc, pero me incomodó las amenazas y veleidades del presidente Santos si no se votaba por el Sí, y voté por el No, convencido de que no pasaría nada de los anuncios apocalípticos, como en efecto está sucediendo. También sostuve, que la revisión o renegociación de los Acuerdos sólo dependen única y exclusivamente de la voluntad política de la cúpula de las Farc, no de ningún mortal ajeno a ellos, y mucho menos de Uribe o Pastrana.

Después de leer la columna de Daniel Coronell en la revista Semana, no queda la más mínima duda de que los señores de la Farc quieren definitivamente terminar este largo y penoso conflicto, y de que les asiste voluntad política para ajustar y revisar los Acuerdos, sin que se toquen ciertos inamovibles que son garantía para su seguridad e integridad física y permanente vigencia en su nueva vida social, política y económica. Manifiestan expresamente que se comprometen a respetar la propiedad privada, el modelo económico del país y el núcleo familiar.
Se espera que los oportunistas y arribistas de última hora, y quienes aspiran a ganar indulgencias con Padre Nuestros ajenos, en este proceso de Paz con las Farc, no se vayan a desaforar embriagados por la delirante victoria del No, qué no les corresponde en su totalidad, y terminen presentándole al gobierno, para revisar con el Secretariado, propuestas ilusorias y de imposible aceptación, y qué no se les ocurra, de pronto y a última hora, plagiarle a Daniel Samper Ospina sus jocosas propuestas, porque ahí sí se daría al traste con todo lo avanzado en este proceso. ¿Y entonces qué seguiría?

Sería de gran provecho para la seguridad jurídica de este país, que la Corte Constitucional en su gran “sabiduría”, y movidos un poco por la sinecura, se pronunciara a la mayor brevedad sobre las demandas en contra del plebiscito realizado y las cuales fueron presentadas por voceros del Centro Democrático. Así mismo, pronunciarse sobre el alcance, bien sea jurídico o político, del plebiscito con la mayoría del No y de los “Acuerdos Especiales” suscritos entre el gobierno y las Farc. ¿No creen señores Magistrados que es poco el pedido?

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, octubre 20 de 2016.

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