Anoche, cuando interrumpieron ´Hora 20´, con la voz de Alvaro Gómez Zafra y la frase ´Cuando la noticia se produce Caracol se la comunica´, sentí un frío en el pecho y un triste presentimiento. ´Acaba de fallecer en la Clínica del Country de Bogotá Fernando González Pacheco´ dijo consternada la periodista y directora del programa, Diana Calderón.
El comunicado de la clínica fue el siguiente ´La Clínica del Country lamenta informar que el señor FERNANDO GONZÁLEZ PACHECO falleció hoy martes 11 de febrero de 2014 a las 19:50 luego de haber sido tratado en nuestra institución a causa de una enfermedad crónica que lo venía aquejando desde hacía mucho tiempo. La Clínica del Country siente la pérdida de esta figura entrañable para los colombianos y expresa sus condolencias a sus familiares y amigos´.
De inmediato mi alma se llenó de nostalgia y me transporté al día en que lo conocí personalmente, y digo personalmente, porque al igual que todos los colombianos, sentía que lo conocía desde antes de nacer.
¡No recuerdo un solo día de mi vida sin Pacheco!
Cuando llegó al estudio a grabar ´Charlas con Pacheco´, yo era sonidista y me le acerqué, como se dice en el argot de la televisión a ´alambrarlo´, lo cual significa ponerle el micrófono. Me saludó con una familiaridad y una amabilidad propia de alguien a quien conoces desde hace mucho tiempo y a quien le da agrado verte.
En el trabajo era muy serio y exigente, no permitía un solo error, y si él lo cometía, cosa que casi, pero casi nunca sucedía, se disculpaba con el personal técnico, avergonzado y preocupado. Para él, quienes trabajábamos en la parte técnica, éramos sus verdaderos amigos, nos admiraba y nos hacía respetar.
La directora asistente le entregaba la investigación sobre el personaje a entrevistar y lo que podría ser un cuestionario sugerido. Mientras lo maquillaban, él repasaba las líneas, pero ¡Oh sorpresa!, al escuchar la voz del coordinador ´grabando 5, 4, 3, 2´, lo único que salía parecido al libreto era el saludo, lo demás le fluía con una facilidad y conocimiento propio de los grandes genios.
A todos los invitados los presentaba con la misma generosidad, admiración y satisfacción, todos eran sus amigos del alma y los hacía sentir en su casa. Después, las ´Charlas con Pacheco´ transcurrían tan entretenidas, tan agradables y tan divertidas, o tan enternecedoras, tan emocionantes, tan sentimentales, todo de acuerdo al personaje invitado. Jamás una pregunta irrespetuosa, salida de tono o desagradable.
Una vez, entrevistando a José Feliciano, el cantante le preguntó a Pachequito, ´¿Pachequito tu fumas?´ él contestó ´No´ y Feliciano le contrapreguntó, ´¿Ni cigarrillo?´. Pachequito se sonrió y cambió el tema.
¡Cuánto tienen que aprender de él los periodistas de hoy, que piensan equivocadamente, que entre más pongan contra la pared al personaje, de forma acusadora e inclemente, mejor periodistas son!
En edición no había que quitarle ni una coma ni un punto a la entrevista, todo salía perfecto, solamente se insertaban algunas imágenes de acuerdo a las respuestas del invitado, los cabezotes, cortinillas a comerciales, la música y los créditos. Sí, como lo leen amigos lectores, en esa época se respetaba el trabajo de todos y a todos se les daba su crédito. A Pachequito le interesaba que desde el asistente más humilde hasta el director de la programadora tuviera su reconocimiento en el generador de caracteres. Lo exigió en R.T.I. y luego en Coestrellas, la empresa de televisión que él fundara con el ´Gordo´ Benjumea, el maestro Bernardo Romero Pereiro y otras celebridades más, aunque si él leyera este artículo me regañaría porque nunca se consideró ´una celebridad´.
En el ´Programa del Millón´ o en ´Quiere Cacao´ y muchos más, la disciplina era su mayor exigencia, no permitía que nadie se comportara de manera no profesional. Él daba el ejemplo y todos lo seguíamos. Eso no quiere decir que no era divertido trabajar con él, lo era y mucho, pero todo en medio del respeto.
Eso si, nunca llegó tarde a ninguna grabación. Era como Héctor Lavoe, ´El Rey de la Puntualidad´. Nos decía que ´él no llegaba tarde, que nosotros llegábamos muy temprano´.
La vida me permitió compartir con él en sus programas como sonidista, editor, director de cámaras, productor y realizador, y también disfrutar de sus fiestas, con el ´gordo’ Benjumea, Jimmy Salcedo, Carlos Vives, Bruno Díaz, el ´culebro´ Casanova, Franklyn Linero y tantos personajes más, donde ‘rumbeabamos’ de corrido. Él siempre generoso, amplio, alegre, chistoso e intentando infructuosamente cantar bien ´Yo tengo ya la casita que tanto te prometí´.
Pude montar en sus carros y motos exóticas, (era coleccionista y siempre tenía el último Mercedes y la última Harley-Davidson) y también acompañarlo, al comienzo, en sus días de soledad, cuando quedó ´íngrimo´, con su primo Guillermo ´la chiva Cortés´ y con su secretaria de toda la vida, (la cual le guardó, sin que él lo supiera, en una cuenta en el extranjero, un ahorro para su vejez previendo lo que iba a pasar, que su dinero iba a escasear y que su mujer lo iba a abandonar).
Le gustaba el juego, a mí no, pero lo acompañé muchas veces a ´echar la suerte´ a la Taberna San Diego de la 26, donde casi nunca ganaba pero nos divertíamos con ´La Generala´. (Ojo no piense mal amigo lector, así se llamaba el juego de origen argentino).
Murió olvidado por sus colegas y televidentes y abandonado por su mujer. Solo se acordaban de él cuando era internado porque su salud empeoraba, condición que superaba rápidamente con la fuerza y entereza del torero, paracaidista, piloto, trapecista y otras ´profesiones peligro´ que vivían dentro de él. También se mejoraba por el ímpetu de su alma de niño y payaso, con la que siempre vivió, y de lo que nunca se avergonzó.
¡Jamás dejó de ser un niño! Por eso siempre fue auténtico, transparente y verdadero.
También compartí con él la misma pasión por Santa Fe y esas tardes de estadio en las que con Jorge Alfredo Vargas nos comíamos hasta las uñas de los pies, y luego, después del partido, celebrábamos con un ´amarillo´ en su casa. Ayer Santafecito lindo ganó, haciéndole un homenaje a Pachequito, su hincha número uno, pero no pudimos celebrar con él, como lo hacíamos en antaño.
Pude hacerle un homenaje en vida, cuando yo realizaba un programa para uno de esos canales privados nacionales que ya no se preocupan por ese tipo de contenidos. En ese especial contamos su ´vida, obra y milagros´ cuando ya se acercaba a su voluntario retiro. Incluso, alcancé a producir sus últimas entrevistas, para otro canal privado nacional, donde ya se le olvidaban muchas cosas y lucía reiterativo, en algunos casos distraído y hasta desubicado. Ahí si me tocaba meterle mucha edición. De eso él se dio cuenta y por eso decidió retirarse.
Nunca dejó de enseñar y nunca lució como una estrella, vedete o luminaria. Ojalá tantos presentadores y periodistas de ahora, sobre todo los jóvenes, aprendieran de su humildad y su sencillez.
Una de las anécdotas que más recuerdo con él fue cuando yo editaba el programa que realizaba su esposa ´Ver para aprender´. Pachequito nunca veía sus propios programas, ni los grababa, pero del programa de Liliana, su mujer, él siempre estaba muy pendiente, sin que ella lo supiera, y me llamaba a cualquier hora para preguntarme como iba todo, a recomendarme que todo saliera perfecto y nunca se lo perdía al aire. Si no podía verlo por sus múltiples ocupaciones, yo se lo grababa en betamax y luego él pasaba por la cinta, me llevaba a mi casa en su Mercedes, luego de aplicarnos, como diría Julito o el doctor Casas, ´unos lamparazos´ y después se iba para su casa a poner el casete.
Nunca me tomé una foto con él porque pensaba que si lo hacía dejaría de verlo después, sentía que sería como una despedida, por siempre aplacé ese momento. Además, a él poco le gustaban las fotos ni ´mojar periódico’ pero por su fama era inevitable. A propósito de eso, él decía ´famoso el Papa, yo soy popular´.
Cuando murió su primo Guillermo ´La chiva´ Cortés, y su mejor amiga, ´la primera dama de la televisión´, Doña Gloria Valencia de Castaño, Pachequito entró en una depresión profunda y se enclaustró definitivamente. Ya era muy difícil visitarlo. La última vez que lo ví fue cuando, en vivo y en directo, con la talentosa María Cecilia Botero, le llevamos mariachis a su apartamento el día de su cumpleaños, hace unos cinco años.
Muchos intentarán imitarlo, o se creerán su reemplazo, pero qué equivocados están. ¡Como él no ha habido ni habrá nadie!
Desde el programa ´Animalandia´, con sus secciones, ´Si lo tiene traígalo´ y ´Alcance la estrella´, (programas que veía de niño sin conocerlo personalmente), las comedias musicales, (donde tuve el honor de hacerle sonido), sus shows de boleros que compartimos en Cali en ´El Zagúan del Viejo Conde´; sus épocas de actor, como en ´Música Maestro´, (donde tuve el honor de editar), hasta sus días de soledad y olvido, (donde estuve al principio), todo eso estará por siempre en mi corazón arrugado por la tristeza. Esas ´Charlas con Pacheco’ ya no las tendré más.
Nunca ofendió a nadie, nunca le escuché hablar mal de nadie, y nunca se portó mal con nadie. Aunque digan que ´todo muerto fue buena persona´ ¡Él si fue en realidad una buena persona! De eso doy fe y testimonio.
¡Siempre fue un niño grande y se sintió orgulloso de eso!
Gracias don Alberto Peñaranda, dueño de la programadora Punch, por haber bajado del barco a ese marinero español, pero más colombiano que todos, de apellido Pacheco, y haberlo metido a la televisión.
Ya no habrá más, por lo menos contigo Pachequito, (no faltarán las malas copias o remakes), Agencia de artistas, Animalandia, Sabariedades, Compre la orquesta, Cabeza y cola, Los tres a las seis, Quiere Cacao, Super bien, El Programa del Millón, Pacheco el gordo y…, Pacheco insólito, Pacheco pide la pista, Uno más uno, tres, Cita con Pacheco, Charlas con Pacheco, Día a Día, Exitosos, Frivo y Siga la pista. Por más que te imiten nunca nadie te dará la talla.
Dejé de frecuentar a Pachequito, sin olvidarlo o averiguar por su salud, como me pasó con mis amigos Jimmy Salcedo, Otto Greiffenstein, Jaime Ortíz Alvear, Carlos Mayolo y Jairo Varela, quienes para usar una frase de cajón, ´se me adelantaron en el camino´, hoy tengo ganas de estar con ellos y los envidio.
´Pacheco dáme la O´… la O de qué orgulloso me siento por haberte conocido, en frente y detrás de las cámaras, y haber podido trabajar contigo.
‘Tu tienes ya la casita’ en el cielo, al lado del ¡mejor arquitecto del mundo!, ¡Dios!
Hoy ya estás feliz y acompañado en ´Charlas con Dios´ ¡Qué envidia!
giovanniagudelomancera
periodista
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