Son las tres de la mañana y me enfrento a una página en blanco. Antes de acostarme, casi a las diez de la noche, ya tenía algún tema en mente, pero en medio de mi insomnio, aparecen otras historias que pudiera contar, comienzo a imaginar el titular, y por lo menos, redacto en mi mente, el párrafo de entrada.

Asi es cada vez que debo escribir mi blog. Aunque la tecnología me lo permite, no me gusta adelantar entradas, ni programar su publicación, prefiero escribir en caliente y el mismo día, mirando incesantemente el reloj y con la adrenalina al máximo.

Las palabras fluyen y no dejo que nada me frene, después revisaré ortografia y otras reglas de redacción, si lo hago a medida que escribo, pierdo la inspiración.

Cuando se acerca a mi escritorio alguien de mi familia no permito que vea nada en bruto, ni siquiera el título. Prefiero que se entere del tema luego de ser publicado el artículo, aunque en muchas ocasiones les doy puntaditas o adelantos.

En comienzo escribía sobre temas libres, después decidí entre semana opinar sobre actualidad y los domingos contar historias. La frecuencia de publicación lunes, miércoles, viernes y domingo, ahora, martes jueves y tal vez domingo. A veces no hay situaciones coyunturales para escribir y los temas libres tal vez no interesen al público, a no ser que se les enmarque en un contexto geográfico, histórico y hasta mediático.

Recién comencé a publicar mi blog en EL TIEMPO no me interesaban las cifras, no me preocupaba cuántas visitas tenía por parte de mis lectores, ni el comportamiento del artículo en redes, ni los comentarios. Ahora todo esto es parte fundamental, obviamente uno quiere ser leído, aceptado, debatido y hasta desafiado.

La meta es generar opinión, pero si detrás de ello vienen manifestaciones de apoyo, solidaridad y colegaje, ¡bienvenidas sean!

Censura no hay, existen directrices enmarcadas en un manual de redacción, ¡eso si que me ha costado! Cuando escribo en mi propio periódico, ´me despacho´, como se dice popularmente, pero acá en EL TIEMPO, se debe seguir normas estrictas que obligan a repasar, con mucha calma, una y otra vez, el escrito a publicar. Nada de titulares alarmantes ni escandalosos, todo lo que se dice se debe sustentar, las cifras deben ser comprobadas y corroboradas. Claro que se puede criticar pero desde lo constructivo y se puede expresar libre opinión siempre y cuando se haga con el debido respeto.

La ortografía, al igual que el contenido, es pieza fundamental, por respeto al lector todo debe estar perfecto, aun así nuestro Coordinador de Blogs, nos hace caer en cuenta a los blogueros de cualquier error, incoherencia, falta, exceso, etc, y esto se debe arreglar en cuestión de minutos.

La media hora siguiente a la publicación de la entrada es de mucha expectativa y nerviosismo. Cuando el jefe pone un ´me gusta´ , en el face de la comunidad, un ¡yeah! sale de nuestros labios y entonces ¡a enviar por las redes sociales! el link de nuestro artículo. Si por el contrario hay alguna observación, un sentimiento de frustración aflora en nosotros y a replantear lo escrito.

Los estilos no se tocan, al contrario, existe motivación para seguir escribiendo con nuestro sello personal, únicamente se recalca, por medio de nuestro coordinador, el perfecto uso del lenguaje y para eso él nos envía varios links de consulta. Confieso que esa parte en ocasiones me ha frustrado, creía equivocadamente que manejaba muy bien la ortografía y me he dado cuenta que me falta mucho.

A propósito de la ortografía Gabo decía: ´Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches ruprestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde dice lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una´.

En las cincuenta entradas que llevo publicadas, con esta, en la cual hago un pequeño homenaje a los blogueros, he vivido un par de situaciones incómodas, por algún titular con una palabra gruesa o tal vez alarmista, por alguna foto para ilustrar la cual atenta contra alguna institución, con algunos temas de salud que pueden asustar a la población, y por supuesto, con signos de puntuación, ortografía y bibliografías. Incluso, con algunos colegas o compañeros que descalifican públicamente el trabajo de los demás.

Por supuesto todo esto hace parte del crecimiento como bloguero. Pertenecer a esta comunidad de EL TIEMPO es un orgullo y un privilegio pues es el diario digital más leído del país. Hemos ido consolidando nuestro estilo y en unas ocasiones hemos sido muy leídos y destacados. Lo importante es mantener la humildad, y no dejarse ni endulzar, ni amargar los oidos

El ser bloguero, al igual que el periodismo, como dice Gabo, ´es el mejor oficio del mundo´. Yo soy periodista desde hace muchos, pero muchos años, pero hasta ahora estoy aprendiendo a ser bloguero. Es otra cosa muy distinta. El periodismo, aunque tiene normas, es ´vértigo´; El ser bloguero es ´análisis´, es lo más parecido a un editorial, pero a diferencia de quienes escriben lo que quieren como quieren, nosotros los blogueros no podemos pasar esa raya, ese límite.

Aunque en la sección de blogs el periódico advierte ´Las opiniones de los blogueros son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de este portal´, muchos lectores creen, como lo dice nuestro coordinador, que lo que decimos los blogueros, lo dice EL TIEMPO, y eso se presta para equívocos, no pasa así con quienes escriben editoriales, la gente sabe que esa es su opinión personal.

Ser bloguero es mística, es no perder el hábito de escribir, es generar opinión, es sentir pasión por el oficio y hacer parte de un movimiento que pone la gente a pensar. Es muy satisfactorio contestar cada uno de los comentarios que los lectores hacen y es saber callar cuando vienen ofensas y malos tratos.

Cuando me quedé sin profesión, porque las tres carreras que estudié, periodismo, locución y actuación, las declararon oficios, (algo en lo que nunca estuve de acuerdo), me dediqué a la televisión pues afortunadamente también había estudiado producción, sin embargo, nunca dejé de ser periodista, detrás y en frente de las cámaras; Hoy, cuando el duopolio de la televisión está acabando con el empleo, encontré un nuevo oficio, que disfruto y he aprendido a querer, ¡el oficio de ser bloguero!, como cuando estaba en las aulas de INPAHU, con mi profe Jorge Consuegra, aprendiendo a ser periodista.

Debo partir del pais, porque cada vez es más difícil encontrar trabajo para quienes ya pasamos por todos los canales privados, públicos, regionales, comunitarios y locales. Estamos sobrecalificados y los sueldos que nos ofrecen son iguales a los que teníamos cuando empezamos en los medios. Ser independiente en Colombia no es posible, ¿quién compite con esos pulpos del duopolio?, y el tercer canal, que sería una esperanza para quienes tenemos experiencia, fue una promesa incumplida, como muchas, del candidato presidente.

Canadá es mi nuevo destino, desde allí escribiré puntualmente. y aunque estaré afuera, tendré el pais dentro de mi y lo que pasa en él.

Ser o no ser bloguero, ¡ahí no hay dilema!

giovanniagudelomancera

periodista

síganos en twitter @giovanniagudelo

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