El pasado 12 de enero se cumplieron tres años de la muerte de Sebas, quien fue víctima de ‘matoneo’, y aunque no falleció físicamente por eso, su alma sí se arrugó en vida, y falleció antes de morir.
Con esta crónica, escrita en su homenaje el día de su entierro, queremos recordarlo y presentarlo a los lectores como un ejemplo de vida, aunque ya no esté entre nosotros.
De pie, en la primera fila de la Iglesia Santa Juana de Arco, del barrio Marsella Antigua, veía como entraba el féretro por el pasillo principal en una improvisada calle de honor que le hicimos a Sebas. De inmediato tuve un flash back y mi pensamiento me transportó unos quince días atrás cuando me lo encontré en la puerta del edificio, sonriente como siempre, brindando su mano izquierda, (ya él sabía que yo siempre saludo con esa mano porque en la derecha tengo una cirugía), con una amabilidad desbordante, un alma blanca, un corazón genuino y solidario. Con tan solo 15 añitos, y pese a luchar desde pequeño con muchos problemas de salud, de tratamientos invasivos, cirugías y con limitaciones físicas, se comportaba mucho más sano que los sanos.
Abruptamente regresó mi mente al templo y observé el llanto contenido de esa madre, quien lo abandonó de bebé, y la tristeza infinita de su padre, que aunque siempre estuvo pendiente nunca vivió con él, pues se radicó en un país vecino. Cada uno de ellos, me refiero a los padres de Sebas, hizo su hogar por aparte y su abuelita era quien siempre estaba con él.
Volví nuevamente al momento en que lo vi por última vez y precisamente venía con su abuela. Mientras lo recordaba, observaba en una banca de la Iglesia a mi hijo Tataito, de 13 añitos, en silencio, sufriendo internamente, pero sin llorar. Ya había llorado mucho hace dos días cuando se enteró de su muerte y publicó en su Facebook esto con rabia y dolor. (Lo transcribo literalmente)
¨Hoy, no veo más en Facebook que comentarios de consolación y arrepentimiento, por la muerte de Juan Sebastián, una excelente persona y un inigualable ejemplo de vida, pero que, en vida, lastimosamente muy pocas personas lo respetaban. Ahora, esas personas que lo ignoraban por su enfermedad, entran en razón demasiado tarde, y por primera vez, lo tratan como verdaderamente se lo merecía¨
Se refería mi hijo al por qué en vida a Sebas lo trataron así. La gran mayoría de los compañeros del Colegio Distrital Marsella se burlaba de él, lo despreciaba y lo aislaba.
Algún día Sebas le confesó a mi hijo su decisión de suicidarse, pero Tataito, su verdadero amigo, y quien lo aceptaba como era, lo convenció de no hacerlo. ¨Hermano no diga eso, más bien camine para el colegio que tenemos que estudiar¨.
Mientras el órgano tocado por Rocío, la cantante de la iglesia, entristecía más la ceremonia, y al tiempo que el padre César Almonacid se esforzaba por explicarnos que Sebas ya era un angelito y que estaba con Dios, yo miraba detenidamente a los feligreses asistentes al lugar. Los acólitos, escoltando el cajón, lo recordaban como su compañerito en esos menesteres. Sus medio hermanos se mostraban afligidos igual que sus amigos del barrio, pero no vi a quienes le hicieron la vida imposible en el colegio, y si estaban, ¡menos mal no los vi! Ojalá tengan toda la vida para arrepentirse por burlarse de sus defectos físicos y de su forma de hablar. Hablando de arrepentimiento, tampoco vi el más mínimo asomo de eso en las caras de las directivas y profesores del colegio, que permitieron ‘matoneo’ en la persona de Sebas.
Alguna vez un amigo me decía que los chicos de colegio son inclementes y cínicos porque no son ni niños ni adultos, ¡son unos monstruos sin formas ni maneras! decía él. Ese ‘matoneo’ es acabar con una persona en vida, y eso fue lo que a mi hijo lo derrumbó, recordar cómo lo atacaron y cuánto tuvo que defenderlo. Lastimosamente, como Sebas se fue rezagando al perder años, a pesar de ser tan inteligente, dejaron de frecuentarse con Tataito y quedó a merced de sus agresores. Menos mal Sebas no cumplió su deseo de suicidarse, sino que su válvula del corazón se detuvo, tal vez porque él así se lo ordenó, para dejar de sufrir ese ‘bullyng’. No pudo revivirlo en ese momento su ímpetu, ni su fe, ni su aura blanca y pura, pero mejor así, porque ya no está sufriendo humillaciones de sus compañeros, aunque seguramente ya los perdonó, porque en su corazón nunca hubo espacio para el rencor.
Otra publicación de mi hijo llena de dolor el día de la muerte de su amigo. (La transcribo literalmente)
¨Tengo un sentimiento de furia por la sociedad en donde vivimos, donde discriminamos a las demás personas, ya sea por sus problemas económicos, de salud, o por las culturas y creencias que tiene cada ser humano. Básicamente lo que quiero decir, es que para esas personas que lo humillaron y lo discriminaron en vida, aunque es muy tarde para entrar en razón, reflexionen del daño que le causaron¨.
Cuando terminó la misa logré rápidamente hacerme a una manija del féretro para poder cargarlo hasta el coche fúnebre, y mientras caminábamos lentamente por el pasillo, pensaba que pudimos hacer algo más por él. No podía creer que el cuerpito que estaba en ese cajón fuera el de Sebas y que ya no me lo encontraría con su saludo poco audible pero fervoroso intentando decirme, como yo le decía, ¨¡Hola Campeón!¨.
Pero la vida es sabia, ¿qué habría sido de él si su abuelita muere primero?, ¿quién se hubiera hecho cargo de él? Por eso murió en el momento justo y de la forma perfecta, si se puede usar esa expresión. Su partida nos movió el piso más que un temblor y nos puso a reflexionar. Debemos hacer más por nuestros semejantes ¡pero en vida! Hay que ponerle ‘tatequieto’ al ‘matoneo’ en los colegios, si no respetan a un niño con discapacidad, ¿qué se puede esperar de los sanos? ¡Padres y profesores! no dejemos que la escuela se vuelva una pequeña Colombia, donde el más fuerte sea quien gane y pisotee al más débil, donde haya impunidad y donde no se respeten los derechos. Donde haya discriminación y exclusión. A mi hija Yeyita, por ser la mejor del colegio, estando en décimo, sus compañeras la tiraron al piso en un parque para agredirla porque tampoco se tolera que haya buenos estudiantes
Sebas no murió por el ‘matoneo’, pero pensó en adelantarse en el camino para evitar que lo molestasen. Sebas no fue agredido físicamente pero su corazón se lo arrugaron con cada palabra ofensiva que le decían sus compañeros.
Otro párrafo de reflexión de mi hijo en Facebook cuando murió Sebas. Lo transcribo literalmente:
¨Nunca sabemos cuándo vamos a perder a un ser querido, y por esa razón, siempre debemos llenar de amor nuestros corazones, para sentirnos orgullosos de nosotros mismos, en el momento de perder a una persona que compartió con nosotros, saber que intentamos siempre ofrecerle cariño y ayudarlo en momentos de tristeza. A quienes están en este momento con sentimientos de culpa entiendan que Sebastián dejó una lección, para que en vida respetemos y tratemos con bondad a todas las personas, y no tener remordimientos en un futuro. Aunque tengo tranquila mi conciencia sé que pude hacer algo más. Descansa en paz, jamás te olvidaré¨.
De Sebas, a mi hijo le queda, materialmente, el balón que le regaló de Santa Fe hecho en Felpa y con el que duerme, pero lo más valioso e intangible, esa amistad pura y sincera que siempre le ofreció, y que Tataito, sí supo valorar. Ya son dos amiguitos que él pierde en menos de un año, Sebas, de quien hemos hablado en este artículo, y Nico, su compañero en la escuela de Santa Fe, quien afortunadamente no fue víctima de ‘matoneo’, pero que murió a sus 13 por un accidente cerebrovascular, siendo como mi hijo, un deportista de alto rendimiento.
A Tataito, con tan solo 13 añitos, ya su corazón comienza a hacer coraza. Hoy al despertar, y antes de publicar este artículo, pude verlo durmiendo en su cama, triste, pero vivo y sano, sin válvulas en su pecho y sin ‘matoneo’ en su alma…… (Bueno, hasta donde yo sé), y así quiero tenerlo por siempre, conmigo, con la ayuda de Dios y la Virgen.
¡El ‘matoneo’ en los colegios es como una muerte en vida!
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giovanniagudelomancera
periodista
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