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Con sueños y esperanzas creadas por las manos de quienes viven en La Chamba, la arcilla se ha convertido en el puente para alcanzar sus metas y darse a conocer dentro y fuera del país.

En compañía de una de sus nietas, doña Leonor se sienta a esperar que sus otros hijos lleguen a visitarla. Foto: Marcela Ortiz

En compañía de una de sus nietas, doña Leonor se sienta a esperar que sus otros hijos lleguen a visitarla. Foto: Marcela Ortiz

A pocas horas de Bogotá e Ibagué se encuentra una pequeña, pero productiva, vereda que ha crecido y se ha sostenido gracias a la creación de vasijas hechas en arcilla. Sus habitantes se sostienen económicamente de esto y una de las fundadoras de la vereda espera que no se acabe la tradición.

Con una mirada ágil y unas manos que llevan alrededor de 80 años de experiencia, doña Ana Leonor Dávila de Rodríguez, artesana fundadora de la vereda La Chamba, es una mujer que encontró en la arcilla la solución para poder ayudar a su madre con la crianza de sus otros hermanos.

En medio del campo, sin salir de la única casa que la ha visto crecer, a la edad de tan solo 10 años, doña Leonor decidió dejar de jugar con sus amigas de la vereda La Chamba y se dedicó a buscar una ayuda para llevar el sustento al hogar. “Mi madre trataba de llevar lo que más podía, pero no era suficiente, así que decidí coger la arcilla y empezar hacer platos. ¿De dónde salió la idea? «Yo creo que de Dios», recuerda Leonor.

El arte de crear vajillas por medio de la arcilla fue una de las cosas que la hacían diferente en el lugar donde vivía, pues, sin saberlo, ella se ingeniaba la forma de crear, pintar y llevar al horno de leña su talento y fue allí donde se dio cuenta que su futuro estaba en sus manos.

“La verdad no sabía cómo iba a quedar mi primer juego de pocillos y platos, yo sólo los formé con la arcilla, luego los pinté y finalicé llevándolos al horno, allí esperé a que no se quebraran y funcionó mijita. Mis plásticos estaban bonitos», dice Dávila con lágrimas en sus ojos recordando ese día.

Luego de varios años doña Leonor decidió casarse, pero sin dejar de lado el trabajo que la había ayudado a sacar adelante a sus hermanos, el de crear vasijas con arcillas, las mismas que eran distribuidas por todo el país, sin que los compradores supieran que su creadora se encontraba en una vereda entre los altos árboles y calles aún sin pavimentar.

Doña Leonor - foto Camilo Bernal

Doña Leonor – foto Camilo Bernal

Leonor recuerda que su difunto esposo, en medio de su trabajo, salía para conseguir personas que se interesaran por el producto. “Mi esposo me ayudaba a conseguir comerciantes mientras trabajaba como campesinos que somos. Mis 15 hijos desde pequeños les enseñé que este es nuestro medio para comer y sin pensarlo dos veces crecieron ayudándome a lavar y pintar mis vasijas”.

Agradecida con Dios por su talento, doña Leonor reconoce que con su trabajo pudo darle estudio no sólo a algunos de sus hijos, sino también a sus nietos y bisnietos. “Tengo una bisnieta que ahora estudia enfermería, me siento orgullosa porque entre mi hijo y yo hemos podido ayudarle a salir adelante», relata la mujer orgullosa.

Ahora, doña ‘Leo’, como es llamada por sus conocidos y amigos, a pesar de la pérdida de fuerza en sus manos, aún ayuda a sus hijos y nietos, quienes no dejaron que la tradición se perdiera, pues su trabajo es crear platos en arcilla de todos los tamaños y en la misma casa que vio nacer y crecer a doña Ana.

Hoy en día, visitar La Chamba es llevarse para la casa el orgullo de ser colombiano, pues en la vereda el 80 % de sus habitantes son alumnos de doña Leonor, quien en compañía de sus amigas de infancia le enseñaron a sus hijos, nietos y bisnietos esta bella labor artesanal.

Sus casas ahora son las vitrinas que muestran el arte de una vajilla hecha a mano. Cada turista que pasa por el sitio no solo se lleva la satisfacción de tener una artesanía, sino que compra una historia que hay detrás de cada artículo.

“Cuando veo a mis hijos y nietos hacer una vasija de estas recuerdo cuando me sentaba yo a hacerlas, eso me emociona y me lleva a pensar que hice bien mi labor como madre y abuela”, explica doña Leonor mientras ve a sus nietas trabajar con la arcilla en el patio de su casa.

En medio de la pandemia las ventas han bajado, ya que la entrada de turistas es fundamental para la vereda, pero esto no ha dejado que las esperanzas del pueblo se terminen y algunas familias han puesto los artículos a la venta por internet, con el fin de atraer a los clientes desde la comodidad de sus hogares.

Doña Leonor - foto Camilo Bernal

Doña Leonor – foto Camilo Bernal

Pero este no es el problema que entristece a doña ‘Leo’, sino el simple hecho de no ser visitada por su propia familia, que se encuentra en diferentes ciudades de Colombia. El no poder ver de nuevo a sus hijos, nietos y bisnietos es algo que ella no esperaba. Desea que esto acabe pronto. “Ruego a Dios que esto de la pandemia se acabe ya, el estar en mi casa y no ver a mis hijos venir me duele, es como el día que falleció mi esposo”, termina la entrevista doña Leonor.

Giovanni Agudelo Mancera

Periodista

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