Patrullero Jorge Cárdenas – foto tomada de redes sociales

Inicio este artículo diciendo que tengo 3 hijos, de 32, 29 y 20 años respectivamente y que como los jóvenes que me leen, ellos también son el futuro inmediato de Colombia y tal vez serán nuestros gobernantes.

Escuchando esta mañana la entrevista que le hicieron en W Radio al patrullero Cárdenas diciendo: “No está todo perdido, hay esperanza”, nos queda, como diría el exjugador de la Selección Colombia el ‘Totono’ Grisales, un ‘sinsabor amargo’.

Jorge Cárdenas, patrullero, joven también, como muchos de los manifestantes, es protagonista de un video que se conoció ayer en redes en el cual se aprecia cómo una señora y su hijo bloquean el Portal de TransMilenio de Las Américas, él los escucha atentamente y conversa con ellos mientras le exponen las razones por las cuales hacen el bloqueo y luego de una prolongada charla llegan a una conciliación.

Ese hecho es un ejemplo para connotar que todos somos Colombia más allá del rol que tengamos. Los miembros de la Fuerza Pública, los estudiantes, los trabajadores, los desempleados, todos, de uno u otro lado, somos compatriotas y no tenemos por qué agredirnos.

Cuando yo era militar, por allá en los ochentas, fuimos al Centro Urbano Antonio Nariño a hacer un allanamiento a las residencias de los estudiantes de la Universidad Nacional, porque teníamos información que muchos de ellos las habían cedido a guerrilleros urbanos donde se alojaban con armas y hasta droga, y en efecto lo reconfirmamos. Luego de una noche difícil evacuándolas y poniendo orden, recibí instrucción de mi superior de cuidarlas junto con otros compañeros y no permitir la entrada de nadie.

En la madrugada llegaron tres estudiantes agresivos y muy exaltados (dos mujeres y un hombre) a intimidarnos y a entrar por la fuerza. Yo estaba al mando y traté de disuadirlos, pero me empujaron, me tumbaron el casco y me escupieron. Yo pensaba, mientras me insultaban: ¨pero yo quiero ser estudiante como ellos de la Universidad Nacional, ¿por qué me agreden? ¨. Entonces le quité el seguro a mi fusil G3A3, les apunté y les di 30 segundos para salir de ahí, los estudiantes huyeron despavoridos. No me sentí un héroe y no lo cuento acá para parecerlo, sencillamente obré con autoridad, pero en medio de frustración e impotencia, y eso seguramente sienten los miembros del Esmad cuando los tratan de asesinos sin ponerse en sus zapatos.

El patrullero Cárdenas sí se puso en los zapatos de la señora y su hijo, los entendió y los persuadió.

Es obvio que no todos los miembros del Esmad se pueden sentar a hablar con todos aquellos que quieren bloquear, y menos con quienes usan la violencia, y también es claro que no todos los manifestantes y menos los vándalos están dispuestos a conciliar, pero si miráramos más allá de nuestros tapabocas, caretas y en muchos casos capuchas, y develáramos que detrás de esos cascos hay jóvenes, colombianos como nosotros, como el patrullero Cárdenas, de seguro no habrían actos de violencia o por lo menos se reducirían.

Como padre, siempre que hay esta serie de enfrentamientos (manifestantes, Fuerza Pública y en la mitad vándalos) veo que ese escenario pasa al hogar y las discusiones a hijos contra padres.

No desconocemos que los jóvenes piensan, que tienen sus metas, proyectos, sueños, frustraciones, tristezas, alegrías, pero también es cierto que en muchos casos se dejan manipular por las redes sociales, por la desinformación y por políticos que los usan para su beneficio común.

Lo triste es que ni con amor escuchan razones, creen ser dueños de la verdad, son intransigentes y explosivos.

Además, en muchos casos, repiten libretos como loros, frases de cajón, no están informados lo suficiente en las problemáticas del país y terminan protestando contra cosas que ni siquiera existen.

Alguien decía por ahí que los jóvenes que destruyen bienes públicos y/o privados lo hacen porque tienen mucho resentimiento y que por eso agreden a la Fuerza Pública. Si bien es cierto que no estamos en el país perfecto (de hecho, no lo hay) los jóvenes deben tener claro que tienen derechos, pero también deberes, que la sociedad no les debe nada, que no tienen merecimientos desde la cuna, que todo se lucha, con sacrificio, esfuerzo y disciplina. Claro que el Estado debe brindarles oportunidades, pero nada debe ser regalado.

Lo triste es que muchos de nuestros jóvenes no respetan a Dios, entonces cómo van a respetar al presidente, a las instituciones, a la Fuerza Pública, en muchos casos, ni a los padres.

Como le digo yo a mis hijos, ¿a quién se le ocurre por Dios que el presidente Iván Duque o los comandantes de la Fuerza Pública o algún expresidente den la orden de matar a los manifestantes? ¡Eso es de por sí descabellado!

¨Nos están matando¨ es la frase de cajón de algunos los jóvenes y la ponen orgullosos en sus perfiles, pero no caen en cuenta que con sus actos desproporcionados generan todas estas situaciones lamentables. En ningún país del mundo la Fuerza Pública está exenta de cometer errores bajo la presión de manifestaciones violentas. Pasó en USA cuando lo de Floyd, pasó en Francia con los chalecos amarillos, entre otros casos.

Es importante reflexionar acerca de esta juventud que nos gobernará mañana, no podemos descalificarlos y debemos reconocer su talento, empuje, emprendimiento, pero no es así como deben hacer valer sus derechos y no es así como deben comportarse como ciudadanos, hay muchas formas de hacerse escuchar, y más en estas épocas, pero no es destruyendo el país como van a arreglarlo, y no es copiando lo malo de otros países o siguiendo ciegamente a activistas o políticos que los usan como carne de cañón.

Los primeros interesados para que los jóvenes tengan trabajo, estudio, oportunidades para su emprendimiento, salud, pensión, somos sus padres, y todos sus compatriotas, pero no así, así no es.

A nosotros nadie nos regaló nada y no tuvimos tantas oportunidades como las que tienen los jóvenes de ahora. No se le puede responsabilizar a un presidente de los errores cometidos por el Estado durante cien años. Es estudiando, trabajando, proponiendo respetuosamente y concertando como se saca un país adelante.

¿Quién dijo que, atacando a los empresarios, que son quienes generan empleo, es como mejoramos Colombia? ¿Quién dijo que, desconociendo la autoridad, las instituciones, violando los derechos de los demás y creando un caos es como van a ser escuchados?

Si se quieren hacer oír, escojan mejor sus voceros, sus representantes, la forma como proceden y háganlo con argumentos, informados, empoderados, pero no desenfrenados, no se presten para que políticos malos perdedores saquen provecho del riesgo que ustedes corren.

Siéntense a dialogar, con firmeza, pero con humildad, con conocimiento de causa, pero con respeto y, ante todo, con amor infinito por Colombia, no le hagan un daño irreparable a nuestro país, escuchen, negocien, valoren lo que se les da y, ante todo, recuerden que las cosas se ganan, no se rapan.

P.D. Jóvenes: Sin autoridad, y en medio de la anarquía, no hay progreso.


Giovanni Agudelo Mancera

Periodista


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