Con las marchas del pasado miércoles el presidente Gustavo Petro pasó la raya.
Es un verdadero abuso de poder financiar movilizaciones de indígenas con la plata de nuestros impuestos, malgastar recursos en unas manifestaciones prepagas para demostrar que tiene el apoyo del pueblo cuando todos sabemos que cada día que pasa pierde más favorabilidad y que el próximo 29 de octubre será aplastado en las urnas porque los colombianos le cobrarán, a él, y al Pacto Histórico desde cómo se hicieron elegir hasta cómo han gobernado.
La campaña de Petro y en general la del Pacto Histórico está manchada de dineros oscuros, de manipulaciones perversas, de alianzas con personajes de dudosa procedencia, eso sin decir los pactos con delincuentes (confesados por su mismo hermano) y de acuerdos con políticos ligados al clientelismo y a la corrupción.
Su mandato, que ya lleva un año largo, se ha caracterizado por atacar la institucionalidad, por generar choques de trenes entre los poderes, en desconocer la autoridad y la independencia de los diferentes órganos de control, de pasarse por la faja las leyes, de retar a los medios de comunicación y al Estado en general sacando delincuentes a las calles disfrazados de gestores de paz, de burlar a la fiscalía nombrando nuevamente a colaboradores investigados por malas prácticas y abusos de poder, por repartir mermelada a tutiplén para lograr que le apoyen sus nocivas reformas que sin duda atentan contra el mismo pueblo que él dice defender, de discursos cargados de populismo y demagogia, insultando la inteligencia de los colombianos, y obligando a verlos en espacios prime time con aplausos prestados de otros discursos.
Cada vez que habla sus palabras destilan veneno, confunden, son incoherentes, abusivas, imprecisas, mal intencionadas, plagadas de mentiras y acusadoras pretendiendo instalar una narrativa que quienes no piensan como él son asesinos, paramilitares, de extrema derecha, enemigos del pueblo, dictadores, capitalistas, apátridas y conspiradores.
Pero ayer fue la cereza que le faltaba al postre, llenar chivas con indígenas para traerlos a Bogotá y colmar la Plaza de Bolívar tratando de engañar con un respaldo del pueblo que no tiene, esa si es la tapa.
¿A quién pretendía engañar? Todo el país sabe de sus alcances para manipular, y tal vez todavía habrá algunos que le creen, pero no son la mayoría.
Petro ya peló el cobre, está mostrando las uñas de dictador, empezó como empezó Chávez y ojalá Colombia no termine como terminó Venezuela.
Los parecidos entre Gustavo y Hugo no son pura coincidencia, Chávez también fletaba buses con ilusos, les repartía camisetas rojas y les regalaba bolívares para llenar las plazas y mostrarle a la oposición de su país y al mundo que era venerado por el pueblo, Petro hace lo mismo, fleta chivas, con indígenas no tan ilusos, porque la plata que llega al CRI es mucha, les da chicha y limoná y los pone a llenar el patio de su balcón para mostrarse como el caudillo, el mesías, el hijo del pueblo.
Chávez atacaba los medios de comunicación cuando lo criticaban, Petro hace lo mismo, pero en este paralelo hay un tercer protagonista, Maduro, que es un Chávez 2.0. pero al que Petro ya le sacó ventaja.
Y qué decir del Pacto Histórico y de quienes gobiernan con Petro y lo respaldan, todos, con muy pocas excepciones, rayan en los abusos, en el desconocimiento para ejercer los cargos en los que se les nombran, en las malas prácticas, en hacer todo lo que criticaban, y en sobrepasar todos los límites, como la Vicepresidenta Francia Márquez, quien merece un capítulo aparte, disque regañando a las Fuerzas Militares, que no son subalternas suyas y quien utiliza siempre en sus declaraciones un lenguaje plagado de resentimiento, de venganza, descarado, justificando lo que no puede argumentar con un irrespetuoso ¨de malas¨, comportándose como una vedette, olvidando de dónde viene y dándose unos lujos que no son propios de quien dice ser la voz del pueblo.
Para finalizar hablemos de la vergüenza que nos produce a la mayoría de los colombianos los discursos que Petro pronuncia en el exterior, tergiversando la historia, avalando y empoderando un país cocalero, develándose como amigo de terroristas y dictadores, disfrutando de las mieles capitalistas que tanto critica y desapareciéndose misteriosamente en sus giras dejando plantada a su propia comitiva, a sus homólogos y a la prensa. En Colombia también deja con los crespos hechos a los gremios, gobernadores, alcaldes y dirigentes.
Si vamos a la letra menuda Petro no podía ser presidente, por su pasado criminal, por sus deudas con la nación, por su campaña financiada por dineros de dudosa procedencia (lo contó su propio hijo) y lo corroboró un prestigioso colega nuestro, y por su entorno que camina por la cuerda floja por ilegal.
Ya Petro tiene en su haber muchas faltas para ser enjuiciado políticamente y por supuesto destituido, el Congreso tiene la palabra, el balón está en la cancha de ellos, esperemos que no se dejen manipular por las marchas prepago para aprobar las reformas que les hacen daño a los colombianos.
Petro es un enemigo de la democracia, de las instituciones, de los medios de comunicación que no se le arrodillan, de los países que no avalan su retrógrado comunismo, y si no le ponemos tatequieto, nos va a llevar a la hecatombe.
P.D. El próximo 29 de octubre, día de elecciones nuestro país, será sin duda un referendo para que los colombianos le demuestren a Petro que Colombia no quiere dictadores.
Y cómo dice nuestro amigo y colega Calvás, pregunta suelta: ¿Será que Petro seguirá haciéndole descaradamente campaña a Gustavo Bolívar para a la alcaldía de Bogotá? ¡ojo señora Procuradora General de la Nación!
Periodista
A.C.L.- Acord – CPB
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