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Atracos en Bogotá - foto ELTIEMPO

Atracos en Bogotá – foto ELTIEMPO

Hoy queremos publicar tres historias diferentes para un solo mal verdadero, la inseguridad en Bogotá, que ya «se salió de madre», como dirían los españoles.

La primera, protagonizada por un joven trabajador, mensajero de San Andresito de la 38, quien entrega a domicilio equipos de tecnología, comunicación, ropa, entre otros artículos.

En días pasados, un supuesto comprador le hizo un pedido de un teléfono celular, 4 audífonos inalámbricos, un cargador, un estuche, cuyo valor es de 10 millones 390 mil pesos, para una supuesta oficina (314) en el Centro Comercial Metrópolis. Era para entrega inmediata, de manera urgente, antes de las cinco de la tarde porque el ‘cliente’ tenía que estar en el aeropuerto antes de las seis.

Judath, llamaremos así al joven, y narraremos en tiempo presente, se dirige al punto, llega al Centro Comercial, guarda la moto en el parqueadero y busca la supuesta oficina. Sube al tercer piso y después de preguntar en varias oficinas le dicen que ahí no es. Como en el Centro Comercial hay varias torres de oficinas el domiciliario llama al ‘comprador’ y le dice: «Señor, ¿dónde queda exactamente la oficina? que no la encuentro, la verdad nadie me da razón», a lo que el ‘señor’ le responde: ¨Al lado de la puerta principal, sobre la 68, hay un ascensor, suba al tercer piso, ahí hay una recepción y ahí entra¨.

Judath les pregunta a varios celadores y ninguno sabe por dónde es, hasta que por fin uno de ellos le dice: «ah, ya sé por donde es». El guarda lo acerca hasta la puerta y el joven sube solo al tercer piso. Le envía una foto al ‘ejecutivo’, y le pregunta, «¿Señor, estas son las oficinas?» y el tipo contesta: -«sí, esas si son, ya salgo y le abro».

Para sorpresa de Judath, el ‘comprador’ no sale de ninguna oficina sino de unas escaleras de emergencia y le dice: ¨Venga yo le recibo¨, y lo lleva hacia una silla cercana para recibir la mercancía y ‘pagar’.

Mientras están ahí, el supuesto comprador hace una llamada y le dice a su interlocutor: «Baje los 700 que cuestan sus audífonos».

En ese momento entra una persona por la puerta de emergencia, se dirige hacia el ascensor, sin mirarlos, como a buscar bajada.

Mientras tanto el ‘ejecutivo’ distrae a Judath diciéndole: «Muéstreme la factura a ver cuánto valen los audífonos». Nuestro joven domiciliario se agacha para buscar la factura entre la bolsa y le llega por la espalda, con navaja en mano, el sujeto que estaba ‘pidiendo el ascensor’, se la pone en la mejilla izquierda a Judath y lo amenaza: «¡Quédese quieto!». Judath no se opone y le suplica: «Tranquilo, llévese las cosas, pero no me vaya a hacer nada». Pese a las palabras del joven, el atracador lo apuñala tres veces en la pierna izquierda y una vez en el abdomen, en la parte de debajo de las costillas. El agresor y el supuesto comprador cogen las cosas, se dirigen al ascensor y dejan al joven mal herido.

El ‘ejecutivo’ se lleva la mano atrás, como si fuera a sacar una pistola y le grita al joven domiciliario: «¡Quédese quieto! y no vaya a gritar porque ahí en las escaleras hay otra persona y si usted empieza a hacer bulla viene y lo remata».

Una vez los atracadores desaparecen, Judath, sangrando y cojeando, se dirige al otro ascensor rumbo al primer piso, porque ha visto que los asaltantes marcaron el segundo, para evitar encontrárselos de nuevo, y pide ayuda al celador de la puerta más cercana: «Me acaban de robar un domicilio y me acaban de apuñalar». El guarda reporta por el radio pidiendo que se haga presente la enfermera del Centro Comercial y alertando para que estén pendientes de las puertas.

En menos de dos minutos llegan 5 vigilantes y la enfermera al punto donde está Judath mal herido. Los guardas, en lugar de bloquear las puertas, se ponen a chismosear.

Para sorpresa de Judath, el celador que lo había acompañado hasta la puerta del sitio donde lo atracaron le pregunta ‘sorprendido’: ¨¿Usted no es el que llevé hace poco hasta la puerta?, cómo así, ¿lo robaron allá arriba? Pues yo lo iba a acompañar, pero pues como aquí no nos dan el permiso de acompañar la gente, simplemente orientarla y decirle por dónde es, pa’ dónde es y ya¨.

Llevan al joven a la enfermería, la enfermera le lava las heridas. En ese momento son las seis de la tarde.

La ambulancia llega a las 8 y media de la noche, pero los paramédicos se niegan, sin dar mayor explicación, a trasladarlo a una clínica, le dicen: «toca esperar otra ambulancia».

Judath espera hasta las 9 de la noche y luego se levanta como puede a sacar la moto del parqueadero. Para su sorpresa, el encargado le advierte que debe pagar.

¡De no creer!

Judath le explica que lo asaltaron y apuñalaron en el mismo Centro Comercial, el vigilante llama a su superior, le explica que hay un joven que atracaron, que está mal herido y que en esas condiciones no se puede devolver a buscar donde pagar pero le responde: «que mire a ver cómo hace pero que tiene que pagar».

El padre del joven protagonista de esta triste historia se hace presente, paga el parqueadero y se lleva a su hijo a un hospital del barrio Galán.

Allí le cogen puntos en dos heridas y en las otras dos no, por estar demasiado abiertas. Se las sellan con esparadrapo.

Judath ya presentó la respectiva denuncia en Fiscalía y Medicina Legal le expidió 15 días de incapacidad.

Por su parte, el Centro Comercial no responde por el incidente acontecido en sus instalaciones.


La segunda historia es la de una joven, a quien llamaremos Alicia, quien hace unos días fue a retirar un dinero a un cajero, cerca del Centro Comercial del Tintal, a las 7 de la noche, y varios jóvenes intentaron robarla y abusar de ella llevándola a un parque cercano, pero para su fortuna, un señor valiente que pasaba por el lugar, al escuchar los gritos de la joven, ahuyentó a los atracadores y abusadores enfrentándolos como un héroe. Un rato después llegó la policía, indagó, pero los asaltantes ya habían huido. Los patrulleros Invitaron a Alicia a hacer la respectiva denuncia y se marcharon. No hubo persecución ni operativo.

Afortunadamente, la joven, aparte del susto y de unos moretones en sus brazos por defenderse y resistirse, no sufrió más lesiones. Eso sí, le robaron 200 mil pesos producto de su trabajo honrado.

Y la tercera historia tiene como protagonista a este periodista, quien en días pasados se transportaba en un Transmilenio, a las 9 de la mañana, el cual que fue atracado por varios ciudadanos extranjeros en la Avenida Caracas con 63. Los hampones se subieron en esa estación y robaron los pasajeros hasta bajarse en la Caracas con 72 obligando al conductor parquear en cualquier bahía. El suscrito se salvó de ser robado porque escondió el celular en sus partes nobles y porque ya estaba de pie porque se bajaba en la siguiente estación. Su billetera estaba en un bolsillo oculto que el atracador no encontró mientras lo requisaba intimidándolo con un puñal.

Mientras tanto, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, está dictando seminarios de seguridad en el exterior, enfrentada a la Policía de la cual ella es su Jefe absoluto e incumpliendo lo que prometió en campaña, dizque seguridad para los bogotanos.

Imaginamos que ella responderá a cada historia: «Judath, lo invito a que cambie de trabajo sumercé, Alicia, la invito a que no saque plata del cajero sumercé, Giovanni, lo invito a que compre carro sumercé¨.

P.D. Los documentos que soportan estas historias y sus respectivas denuncias están disponibles para quienes quieran corroborar.


Giovanni Agudelo Mancera

Periodista

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