Empezamos esta entrada con historias de la vida real enviadas por algunos de los lectores de este blog, vía email:  😯

«El profesor preguntó que quiénes creían en Dios, por supuesto levanté la mano. A partir de ahí fue una hora y media de burla (…) Lo que resta de la clase me sentí mal, sentí que manosearon mi fe. Quería irme, levantarme y despedirme hasta la próxima clase, pero por temor a no parecer una cristiana ofendida, me quede y la pasé peor».

«Hoy simplemente no encajo en todos lados y se ríen de los consejos que doy».

» Me sentí muy identificada con la carta que escribiste, la verdad que muchas veces me he sentido ofendida por comentarios en contra de mi fe».


Hace varios meses escribí una carta dirigida a quienes critican a los que creen en Dios y el alcance que tuvo me sorprendió, por eso decidí hacer esta segunda parte, esta vez dirigida a los creyentes. Recibí mensajes de personas de diferentes partes del mundo que conviven en universidades, colegios, empresas, etc. Gente tan diferente, pero que en algún momento se ha sentido intimidada o descalificada por su fe.

Aunque el anterior artículo lo intenté escribir con mucho respeto, sin ningún tipo de pretensión de juicio y como un llamado a la tolerancia a los no creyentes, debo confesar que en algún momento fue difícil por las críticas e insultos que recibí en mi correo.»Si no quieres que te ofendan por tus creencias religiosas, no tengas creencias tan ridículas», «Los que creen en Dios no son tontos, simplemente no piensan racionalmente porque nunca recibieron educación científica, carecen de capacidad crítica (tragan entero)» o «Ignorancia no es la palabra que la define a usted: estupidez», son tan solo algunos de los ejemplos menos ofensivos.

Sin embargo, también llegó una gran cantidad de mensajes positivos y testimonios que compartieron conmigo personas de variadas zonas de Colombia y de países como Argentina, México, España y Perú  ¡Qué privilegio leerlos!

Hombres y mujeres me contaron cómo han sido avergonzados en sus salones de clase por mantenerse firmes en sus creencias, y personas de diferentes áreas me narraron casos en los que fueron discriminados en sus trabajos o desestimados al dar una opinión en temas que ni siquiera se relacionaban con la religión, solo porque algunos creen que el ser creyente te resta valor en tu profesión o inteligencia.

Por eso decidí empezar este escrito dándole voz a esos mensajes, porque aunque nos han hecho creer que el decir «creo en Dios» o «soy cristiano» es una afirmación impopular o que es una frase para decir pasito o ni decirla, la verdad es que si usted es creyente no tiene de que avergonzarse, viva libremente su fe. Eso sí, respetando al diferente como espera ser respetado, pero sin penas ni silencios.

Basta con decir que la fe es, en esencia, una decisión personal, pues pese a que crecemos en ciertos contextos culturales, quién al final opta por creer en algo -o no- es uno mismo. Por eso, al hablar de la libre expresión y de algo tan personal, nadie tiene derecho a señalar o mandar a callar al otro porque no comparte ‘su verdad’.

La religión, tal y como pasa con las inclinaciones políticas, tiene derecho a ser concebida y ejercida con plena libertad y sin ningún tipo de censura. Eso sí, el único límite es la libertad del otro.

Nadie ¡NADIE! debería descalificarlo como profesional o afectar sus notas en el colegio o en la universidad por decir que cree en Jesús. Y si al igual que muchas de las personas que cito en la primera parte de este escrito, está siendo perseguido o burlado por creer, recuerde que no se puede dejar intimidar ¡Tiene derecho a creer, así que no pierda la paz por cargas tan absurdas como esperar la aprobación de los demás! (esa sí que es una tarea desgastante).

Recuerdo que en mis días de universitaria, en una ocasión empezaron a hablar de religión en una de las asignaturas, yo comenté que era cristiana y acto seguido empezaron los chistes sobre Jesús y la Biblia, al igual que el apodo de ‘niña masa’ (que hacía alusión a una de las famosas teorías de la comunicación), por parte de mis compañeros de clase. Fue un momento incómodo que me llevó al silencio, pues por el miedo al rechazo o la burla dejé de participar en esa clase.

En medio de lo sucedido, entendí que era mi decisión si dejaba que eso me robara la paz o lo tomaba como una inspiración para fortalecerme. Decidí lo segundo y con esa elección logré ser de las mejores calificaciones de la clase y me puse la meta de saber cada vez más sobre aquello en lo que creo, tener una fe con fundamentos.

Con los años he confirmado que no fue, ni será, la primera vez que tendré que pasar por este tipo de situaciones. Porque aunque nos encontramos en un país que alardea de ser un Estado laico, la verdad es que del dicho al hecho hay mucho trecho y cuando un joven toma la decisión de poner a Jesús como prioridad en su vida, dejar algunos hábitos que para muchos son normales o empezar a ir a una iglesia cristiana, muchos de sus amigos no lo bajan de bobo o en los espacios de intelectualidad de ignorante. Sí, puede que suene raro, pero es algo más común de lo que usted se imagina.

El problema es que no estamos acostumbrados a leer de este tema en un medio de comunicación y por eso asumimos que no pasa. Claramente, no solo los cristianos se enfrentan a la discriminación, hay muchas otras comunidades que también deben sobrevivir a prejuicios sociales, pero como dicen por ahí: «lo uno no le resta importancia a lo otro» y el respeto debe ser para todos.  Por eso, aunque bajo la lógica de muchos un insulto se responde con otro insulto, el responder a las burlas poniéndose a la defensiva es una pérdida absoluta de tiempo, pues la contienda jamás es un buen camino. Esto último aplica para creyentes y no creyentes.

¿Qué hacer ante este tipo de situaciones?

La biblia es clara cuando dice que si alguien nos golpea en la mejilla, nosotros debemos poner la otra. Esto significa que la clave está en no volver los asuntos de la fe en un campo lleno de intolerancia y violencia verbal o física.  Saber que hay momentos para callar y otros para hablar con argumentos sólidos, escuchando y sin señalar. Agredir o juzgar solo crea más motivos para alejarnos de los otros y nuestra labor, por el contrario, es la de construir puentes para relacionarnos con los demás.

Lo que habla de una fe genuina no es un «bibliazo» sino el testimonio de alguien que vive lo que profesa, que aporta a la sociedad desde su campo de acción, que es amable, que sabe pasar la ofensa (no se toma nada personal), que refleja al Jesús que predica y que, cuando es el tiempo oportuno, da su punto de vista de manera calmada y sobria.

El fruto de nuestras acciones y la coherencia con la que vivamos es lo que realmente demostrará la validez de lo que decimos y creemos. El ser creyentes no nos hace perfectos, cometeremos muchos errores en el camino, pero el aceptar las fallas e intentar ser mejores personas nos hará transparentes.
¿Para qué seguir instando a que nos ataquemos entre creyentes y no creyentes cuando lo que necesitamos son espacios en los que, como ciudadanos, podamos expresarnos sin temor a ser señalados, atacados o amenazados?  La tolerancia siempre será un término para aplicar en dos vías: la doy a otros para esperar recibirla de vuelta.

 No, no es momento de avergonzarse por lo que creemos. Al contrario, es hora de demostrar que en un mundo caótico se puede vivir de manera diferente y con una fe digna de ser admirada: ¡No puede quedarse callado!

Como dice la canción de @RealRedimi2: «Si se han levantado en tu contra, por tu fe, por tu condición es parte del padecimiento, mantente firme en tu posición. Cambia la mentalidad de víctima, recuerda que eres la presión…»

Me atrevo a hacerles una pequeña cuña porque hace algunos meses tuve el privilegio de ser invitada a Unbroken de Su Presencia Radio para hablar de este blog. Si, al igual que yo, usted anda en la búsqueda de medios comunicación confiables y que alimente su fe debe tener entre sus opciones a Su Presencia Radio, una de las emisoras cristianas más influyentes de Colombia y que, según el Estudio Continuo de Audiencia Radial (ECAR), llega a unos 30.000 oyentes cada mes. Para aquellos que están buscando contenido fresco y hecho con excelencia, sn duda es una gran opción.

Acá pueden escuchar la entrevista : ¿Cómo hablar de Jesús sin morir en el intento?

 


**Para cualquier comentario,  sugerencia de temas para la próxima entrada, testimonio o si simplemente quieren charlar, pueden escribirme a dravelomendez@gmail.com o seguirme en mis redes sociales Twitter: @DianaRavelo. Instagram: dianaravelom.

PDT: Gracias a las personas que se han tomado el tiempo de compartirme algo de su vida, he intentado poco a poco responderles. Ha sido emocionante conocerlos ¡Nos seguimos leyendo!