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He cumplido un año y algunos días más en Australia. A través de este tiempo he vivido cosas demasiado buenas, buenas, regulares, malas y demasiado malas. De todas he aprendido y de las que vienen aprenderé más. 
Hace poco una lectora de este blog me sugería algo: Regrésate. No eres feliz aquí. En Colombia hay muchas cosas para hacer. Yo le pregunto ¿Qué es ser feliz?. ¿Difícil responder, cierto?. Para mí la felicidad tiene muchas facetas y en Australia soy feliz en unas cosas y en otras no; como en la vida misma, sólo que como seres humanos a veces nos sentimos intimidados cuando decimos que no somos felices en algunos aspectos, pues algunos nos llamarán personas pesimistas, amargadas, etc. 
Para unos la felicidad es tener un pasaporte Australiano, o por lo menos la (PR, Permanent Resident). Y para llegar a esto hay que trabajar duro, pero extremadamente duro. Cuando muchos la obtienen son felices. Para otros, ser felices es simplemente el hecho de estar aquí. Algunos otros son felices hablando inglés, otros hablando mierda; para algunos es tener sexo con australianas o australianos. La felicidad para otros es estar casado con el amor de su vida, tener hijos y un perro llamado Tony. 
Otras personas son felices haciendo infelices a los demás. Algunos son felices teniendo un Ferrari; Otros, una bicicleta. Hay gente millonaria y feliz; hay gente pobre y feliz. Entonces, para mí la felicidad incluye cuatro vocales, cinco consonantes y miles de opciones. Simplemente yo escojo qué me hace feliz, y qué no.
En Australia he sido feliz en muchas cosas. Por ejemplo, me gusta compartir con los pocos amigos que tengo. Los cuento con los dedos de las manos y me sobran. Extrañamente a ninguno de ellos los conocí en Colombia. 
Los amigos que conocí en Colombia han tomado nuevos rumbos y sus vidas son diferentes. Australia cambia a las personas. Esto no me hace feliz, pero me adapto a las circunstancias. Lo mejor para ellos. Aprendiendo inglés soy feliz, en especial cuando lo hago directamente en la universidad de la vida, en la calle, con los aussies, con otros inmigrantes. En mi trabajo he aprendido bastante. Hay personas que son muy buenas y cuando no entiendo me explican, o me hacen maromas para entender el significado. Otras, simplemente me miran pensando -pobre idiota-, allá ellas.
Soy feliz cuando hablo de Colombia o voy a algún evento que me recuerda mi país. Hace poco vino el Buque Gloria y fue un evento donde me sentí súper feliz. Allí estaba casi toda la tropa de colombianos residentes en Sydney. Los colores de Colombia estaban por todos lados. Camisetas, banderas, gorras, etc. Ver ese buque con una bandera gigantesca en la popa fue algo estupendo. Lo mejor fue cuando se entonó el himno nacional y todos los presentes cantaban con júbilo sus coros y estrofas. Fue maravilloso. Un espectáculo. Eso es algo que yo llamo identidad,nación, nacionalismo!!!!. Éramos todos uno solo, un país, una patria que sufre pero que no la olvidamos así estemos al otro lado. Una mancha de colores amarillo, azul y rojo cubría el terminal internacional de pasajeros. Aquí fui muy feliz. 
Hablando un poco de identidad creo que en eso Colombia le da sopa y seco a Australia. ¿Por qué? Porque en Colombia nuestros padres, abuelos, tatarabuelos son en la gran mayoría de los casos nacidos en la misma tierra, criados con las mismas costumbres. Sufriendo por la misma selección (¿por tercera vez eliminados de un mundial?). Por diferentes causas – incluida la maldita guerra que nos consume y nos acaba- la inmigración a nuestro país es poca; Eso nos hace únicos. Sin embargo en Australia es diferente. Este país es lleno de inmigrantes de todos los rincones del mundo, quienes dejan sus respectivos países buscando mejores opciones, o buscando la verdadera felicidad como mencionaba anteriormente. 
Obviamente quienes llegamos aquí venimos con un equipaje mental bastante pesado, que incluye (recuerdos, cultura, historia, ancestros, etc ) que si pudiera medirse o pesarse no cabría todo ni en un Airbus A380. Cuando llegamos a este país, nos identificamos más fácil con quienes tienen ese mismo equipaje, quienes hablan el mismo idioma, quienes recuerdan las mismas historias. Todos vamos formando pequeños grupos de identidades de nuestro país en otro país. Y no me refiero sólo al caso colombiano, también están los chinos, indios, coreanos, turcos, griegos, chilenos, peruanos, iraníes, ecuatorianos, japoneses, árabes, musulmanes, argentinos, brasileros, indonesios, vietnamitas, camboyanos, tailandeses, y muchos más. Simplemente tome un par de cada país y multiplique por miles. 
Todos estamos en Australia. Entonces cada uno de estos personajes transmite su cultura a sus generaciones. Aquí vemos niños que van a la escuela con el inglés como idioma oficial, pero en casa hablan el idioma familiar. Nuestros hijos dominarán el inglés más rápido y mucho mejor, incluso algunos hijos corrigen a sus padres. En la escuela aprenden a jugar rugby, pero en la casa ven partidos de fútbol. 
Así es con todo. Entonces me atrevería a decir que Australia tiene miles de pequeñas identidades, pero la falta tiempo para tener una gran identidad. Y esto sólo se dará con el paso de los años, y no hablo de diez años, creo que para cuando pase no estaré vivo. De hecho, en alguna clase de inglés de hace tiempo un profesor australiano nos hablaba del tema. Él nos decía que para que uno de nuestros descendientes sea 100% australiano, deberán pasar al menos unas tres generaciones. No sé cómo será en otros países a donde llegan miles de inmigrantes, pero pensaría que en algo se parecen las historias.
Me hace feliz el transporte público. Podrá sonar tonto pero me puedo gastar horas viendo los trenes pasar. Aquí el transporte público es tan perfecto – no faltan los inconvenientes en algunos casos-, pero en general es muy bueno. Un día leí en un periódico que algunas personas criticaban el mal funcionamiento de los trenes y yo decía – como para llevarlos en un paseíto en bus por la 30 a las siete de la noche en Bogotá- ¿Ven?, nadie es totalmente feliz.
No me hace feliz ver cómo muchos de nosotros nos traemos las mañas de nuestros países. Aquí la envidia, el engaño, la mala leche entre los latinos se ve en muchos casos. Por ejemplo, en el trabajo, si tiene un jefe latino siempre buscará robarlo, pagarle menos, explotarlo, mamarle gallo con el pago. Debo aclarar que no es en todos los casos, pero en muchos de ellos es así. 
Y a ellos les pregunto: Si llegaron a Australia en la época en el que trabajo sobraba, el dinero era abundante y tenían buenas oportunidades. Si pudieron establecerse gracias a la oportunidad que Australia les dio, ¿por qué son tan miserables con su propia gente? O es que ustedes llegaron con el inglés perfecto, y no tuvieron que limpiar oficinas y baños? Al menos paguen lo justo y mínimo que se debe ganar una persona que trabaja para ustedes. ¡¡¡ No sean tan descarados!!! Esto sí que no me hace feliz; es más, me emputa muchísimo. De este tema tengo una crónica ya casi a punto de terminar.
Mi trabajo no me hace feliz, en especial cuando llueve y los ventarrones me hielan hasta los pelos de por allá. Sin embargo, esto no significa que lo haga de mala gana. Afortunadamente mi jefe es australiano; es más, en la tienda en la que trabajo, los dueños son una familia y todos me aprecian. Hago un buen trabajo y aplico algunos de mis conocimientos en lograr que la tienda sea más organizada, y por ende las ventas aumenten. 
Un par de veces me he quedado dormido y me jefe debió llamar a levantarme. -Lui, ¿dónde estás?. En una de esas madrugadas me preguntó: Lui – el hombre no puede pronunciar la letra ese- ¿estás aburrido en el trabajo, eres feliz?. Jefe – respondí- para ser sincero no es mi trabajo ideal, quisiera hacer más cosas, pero soy agradecido con usted por darme trabajo. ¿Ha tenido alguna queja mía? – le pregunté- . Me dijo, no. En realidad eres un buen empleado. Simplemente me da susto que un día no llegues y me dejes tirado el trabajo. Eso nunca jefe. -afirmé.
No me hace feliz que una australiana me diga no, pero me hace feliz que una asiática o latina me diga sí. Vodafone me hizo feliz por un tiempo, ahora me hace feliz 3. Fui feliz en Dulwich Hill, pero ahora soy más feliz de regreso a la city.
Hablando un poco de agradecimiento, cierto día tomándome una cerveza con una amiga, ella me replicaba. Luchito: tú lo que tienes que estar es agradecido por estar aquí, porque este país te dio la oportunidad de entrar. Aquí debo decir que ella tenía razón y no tenía razón.
Sí, claro obviamente gracias a que inmigración me dio una visa estoy aquí. Gracias al Gobierno y sus leyes puedo estudiar y trabajar legalmente, ganar dinero y poder vivir. Por eso doy gracias.
Sin embargo, creo que como yo hay millones de inmigrantes, no sólo en Australia sino en otros países del primer mundo, que llegamos a aportar a esos países, a ayudarlos a seguir construyéndose. Yo no estoy en Australia viviendo de gorra de lo que el gobierno me quiera dar. Yo tuve que pagar por todo esto, y gran parte de ese dinero se fue para la economía australiana. Yo tengo un trabajo aquí, del cual me deducen impuestos, que también gran parte van para la economía australiana. Es más, podrá sonar estúpido, pero gracias a mí, un australiano lee cómodamente su periódico todos los días cuando desayuna. Y si no soy yo, otro inmigrante lo hará. Gracias a nosotros, muchos ciudadanos australianos llegan a trabajar y sus oficinas están limpias, los baños relucientes y su ropa lavada. Los taxistas son inmigrantes, los conductores de bus, en su mayoría, son inmigrantes; así como quienes manejan los trenes. Gracias a ellos, la ciudad se mueve, la economía se mueve, las personas llegan a tiempo a sus citas y el país avanza. 
Detrás de todo eso están los inmigrantes, quienes por las razones que sean – en muchos casos porque no había opción- dejaron su tierra, sus amigos, sus familias, su gato y vinieron aquí gracias a esa oportunidad que les dieron. Pero ahora ellos construyen casas, carreteras, se matan buscando salir adelante en este país, con sus ideas, con su empuje y haciendo los trabajos que los australianos ya no hacen. ¿Entonces quién debe dar gracias? Obviamente no faltan las ratas de dos patas que vienen a delinquir. Y por ratas así es que nos catalogan de bandidos, ladrones o narcotraficantes; pero son pocos.
Australia y los demás países les deben mucho a los inmigrantes. De hecho, creo que todos fuimos inmigrantes alguna vez.
Retomando el tema inicial de esta crónica, pregunto: Y a usted, ¿qué lo hace feliz?
A la conquista!!!

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