El fútbol moderno ha creado marcas y celebridades que velan por sus intereses por encima de los colores que defienden. ¿Qué ha pasado, fútbol? ¡Cómo hemos cambiado!

Esta edición de la Champions League llega a su fin de temporada con dos potencias europeas en búsqueda de la gloria por la orejona. El reinante campeón, Real Madrid,  y la mejor Juventus de los últimos años. La virtuosidad de las individuales versus la disciplina táctica del catenaccio.  En ellas, dos colombianos que pueden asegurar un trofeo en sus haberes.

Quienes crecimos con nuestro torneo y sintonizando la Bundesliga y Serie A en la década de los 90, nos «malacostumbramos» a diferenciar la identidad en los equipos, el amor por la camiseta de los jugadores, y a centrarnos en el juego por encima del dinero. En charlas futboleras entre amigos, se hacía alusión, con nostalgia, a esa época del Parma del Tino Asprilla, de la Juve de Del Piero, del Milan de Boban o Maldini, o  los «Galácticos» del Real Madrid, a pesar de su esencia comercial.  Recordábamos el buen trato a la pelota e, incluso, la impresión general era que en esa época se jugaba un mejor fútbol que ahora.

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Hoy en día, la situación es muy diferente. Por un lado, todo es inmediato y la información llega al instante. El fútbol es mucho más rápido y físico, las innovaciones  han optimizado la manera de jugar  y [afortunadamente] vivimos en la era de dos extraterrestres como Messi y Ronaldo. Por otro lado, los jugosos contratos de televisión y de patrocinio han inundado las arcas de los clubes de fútbol. Los jugadores y agentes se han convertido en celebridades, y el viejo adagio de la búsqueda de la gloria en el fútbol se cambió por las chequeras, los peinados, las selfies y los followers en redes sociales. Bienvenidos a la era del fútbol moderno, en la que el Hincha Golondrina migra temporalmente en función del éxito y la consecución de trofeos.

¿Qué ha pasado? En ciertas ocasiones se evidencia indiferencia o desapego de los jugadores por el fútbol. Son profesionales del balón, pero precisamente la belleza de este deporte es ver cómo un jugador ama lo que hace y lo despliega en la cancha (y se nota a simple vista); no solo cumple a cabalidad un libreto táctico en el partido. Lo hermoso del fútbol es ver esa conexión emocional del corazón del jugador con su cabeza y, consecuentemente, con sus piernas.  Y si a ello le sumamos que grupos de jugadores se han convertidos en freelancers del esférico, alquilando su tiempo y talento al mejor postor (es decir, la mejor propuesta económica muchas veces por encima de la gloria deportiva), muchas cosas han cambiado.

Por ello, cuando surgen  nuevas estrellas como Kylian Mbappé, inocentes pero mortales, con alegría por el juego pero siendo letales en los noventa minutos, nos vuelve el alma al cuerpo. Esa naiveté, ese «no me importa nada, yo sólo juego al fútbol» y su convicción para ir hacia adelante y marcar, nos devuelve el romanticismo del balompié. El sistema seguramente lo permeará con una posible transferencia millonaria; sin embargo, hoy lo podemos disfrutar con esa espontaneidad infinita.

La foto de Gianlugi Buffon abrazando a Mbappé nos demuestra que todavía hay esperanza y que su legado tiene un destinatario. Él, una leyenda viva del amor y profesionalismo por el deporte y los colores. Él, que a sus 39 años tiene la oportunidad de su vida para resarcir esa espina y cosechar su último gran triunfo. Él, que personifica ese fútbol de antaño que añoramos hoy con la irrupción del fútbol moderno. Él, que es sabio y acoge a Mbappé en sus brazos para protegerlo de las garras de las chequeras que seguramente lo seducirán…

El 3 de junio seremos testigo de una nueva proeza en el deporte más hermoso del mundo. Queremos ver esa chispa en los ojos de los jugadores.  Los hinchas y espectadores del buen fútbol queremos disfrutar con una competencia que resume en un abrir y cerrar de ojos la trayectoria e historias de seres humanos, el cúmulo de esfuerzos y el amor por los colores. Una fiesta que va más allá de los rumores de transferencias o los palcos VIP. La verdadera esencia del fútbol: un estado de ánimo y efervescencia que le da sentido a la vida de millones de personas.

¡Cómo hemos cambiado! Afortunadamente, no nos hemos olvidado de la real esencia del fútbol: un deporte de muchos, no de pocos.