El fútbol ha conseguido una expansión sin precedentes. Los cambios en su modelo de mercadeo y promoción son tan agresivos, que han conseguido capturar adeptos en todos los rincones del planeta, incluso logrando consolidar nuevos perfiles en este creciente fanatismo.

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En Latinoamérica por ejemplo, adultos, jóvenes y niños se han convertido en seguidores fervientes de clubes con influencia internacional como el Fútbol Club Barcelona, convirtiéndolo en su principal club y olvidando la actualidad del fútbol local.

En FanVox  hemos recibido un texto muy interesante escrito por un catalán que nació, vive y es, desde su más remoto recuerdo, seguidor y hoy socio del club más importante de su ciudad, el F.C. Barcelona. Él, como otros hinchas locales, está cada vez más preocupado por esta hipercomoditización del fútbol, debido a las actuales decisiones deportivas lideradas por el afán económico de una multinacional, y que ven una desilusión y desapego a esta pasión deportiva. Él (quién quiere pasar anónimo por su influencia en la grada) nos comparte, un poco de historia y una reacción desde el corazón que titula: «Paren este fútbol, que me quiero bajar!».


En 1968, el Presidente del Fútbol Club Barcelona Narcís de Carreras tomó posesión del cargo y proclamó la célebre frase que define una de las entidades deportivas más importantes del mundo: “El Barça es más que un club”. Durante todos los años de mi vida, siempre sentí que esa sentencia representaba perfectamente el sentimiento de todo culé para con el club. Pero ya no. Hoy siento que es un slogan y no un motivo de orgullo.

El otro día me di cuenta que hace años el Barça ha dejado de ser más que un club. Comenzó el día que se firmó con Qatar y relegó a Unicef a la espalda. La famosa ONG llegó a ser el orgullo de un equipo que marcó tendencia, que tuvo a 3 de sus jugadores formados en La Masia nominados al Balón de Oro, siendo el reconocimiento de toda una filosofía e idiosincrasia de una institución. Con un estilo de juego y con valores. Valores que hace años dejaron de existir. Valores como el de Abidal levantando el trofeo de la Champions League después de vencer al cáncer y llegar a dicha cita. El valor de dar dinero a cambio de llevar sponsor, y no al contrario, y seguir ganando títulos. Llegar a tener un 11 sobre el campo en el cual todos los jugadores fueron formados en La Masia, algo con lo que el holandés Van Gaal soñó un día. Porque el objetivo en esa escuela de fútbol no es enseñar a jugar, sino inculcar valores primero y luego a jugar con la pelota. El primer triplete con Unicef en el pecho, bajo un escudo que representa la ciudad de Barcelona, donde se encuentra la bandera de Catalunya. Según Manuel Vázquez Montalbán, “El Barça es el ejército simbólico y desarmado de Cataluña, una nación sin estado y, por lo tanto, sin ejército”.

El Barça que iban a ver mis abuelos en el viejo campo de Les Corts o en el Camp Nou para hablar únicamente en catalán, idioma prohibido en la España de Franco, al igual que el vasco. Porque el Barça estaba tan radicado en la sociedad, que a la nueva cancha nunca se le puso nombre, quedó popularmente como el `campo nuevo’. Y basta, todo el mundo sabía a qué estadio se hacía referencia. El plot point llegó cuando Johan Cruyff entregó su insignia que simbolizaba su posición como Presidente Honorario a una recepcionista que estaba atendiendo al teléfono. Porque el Barça era él, Johan era el Barça, ese holandés revolucionario que no estaba de acuerdo con la dictadura franquista. El que diga que el fútbol no debe estar politizado, no han entendido nada. Glasgow, Bilbao o Marsella son algunas de las ciudades donde sus equipos representar su sociedad.

El Barcelona de “cantera vs cartera” ya no existe más. Ni tampoco un Camp Nou que sepa cantar el himno, ya que está copado de extranjeros con tablets viviendo una realidad alternativa grabando todo el partido sin apenas mirar y contemplar donde se encuentra. Hay más aficionados mejor equipados con cámaras que los propios periodistas. Turistas que celebran los goles en el Camp Nou de Cristiano Ronaldo, como en la pasada Supercopa. Como diría Mafalda, “paren el mundo, yo me bajo”.

Extraño un equipo blaugrana que esté orgulloso de ser universal pero que no dependa de eso. Que no reciba, ni dé beneficios de cualquier tipo a regímenes totalitarios como Qatar. Un Barça representado por un Xavi y Puyol con banderas vascas en homenaje a la excelente afición, y amiga, del Athletic Club de Bilbao después de ganar una final de Copa. Un Camp Nou donde hablar catalán no sea extraño. Donde no se celebren los goles del máximo rival cuando gana. Donde no se contratan Neymares provocadores que faltan al respeto a las aficiones contrarias escudándose en su ‘jogo bonito’. Porque Neymar provoca, no es como Ronaldinho.

Extraño ir al campo con mi familia y amigos sin sentir que pago por un show de entretenimiento, precios de €70 para un partido contra un equipo de menor potencial que hacen inaccesible a cualquier aficionado local el poder seguir constantemente a su institución. Un Barça que sea el orgullo de Tito Vilanova, con gente de casa y jugadores de fuera fichados correctamente, que representen nuestros valores.

En F.C. Barcelona somos un equipo plural, pero no debemos perder nuestra esencia. Todo el mundo es bienvenido. Sin embargo, respetemos nuestra historia. “Tan se val si del Sud o del Nord” (no importa si del Sur o del Norte) reza el himno. El mayor sacrilegio es encontrar el sponsor de Qatar en color blanco. Ya queda menos para encontrar a un turista en un Clásico en Barcelona con la camiseta blanca y con el 7 de Figo.

Siempre tuvimos a los mejores, pero no a cualquier precio. Kubala, Cruyff, Maradona, Quini y Ronaldinho son algunos ejemplos. No estoy de acuerdo con los 145 millones pagados por Dembelé. No por su nivel ni nada, simplemente por entrar en el juego absurdo de semejantes cifras en el fútbol, como comentó el Presidente del Bayern, Uli Hoeness, la situación del mercado.

Ahora asistiremos a la migración del #HinchaGolondrina con el ‘ici c’est Paris’, el que prefiere grabar con su Smartphone el himno de la Champions que cantar una vieja canción sobre los goles de Pauleta (ahora vayan a buscar en el Google, rápido).

Somos los nietos de los rebeldes que vivieron una dictadura de 40 años de fascismo. No somos Qatar, somos Barcelona y todo el que quiera venir. Pero sin perder la vista de dónde venimos. ‘Més que un club’ sí, pero con motivos, con argumentos y con coherencia. En Barcelona siempre hemos recibido a todo el mundo, sin importar la condición u origen y con el orgullo de ser una sociedad integradora y multicultural. El Barça siempre ha sido la mayor identificación para un recién llegado a la cultura catalana. Pero no atisbo ningún hecho que me haga pensar que esto cambiará. Con todo el dolor del mundo, por primera vez no me siento representado por esta franquicia.

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Miro con inquietud al Football Club United of Manchester y valoro lo que representa. Empiezo a imaginar y fantasear. De eso se trata el fútbol, de soñar. ¡No permitamos que ninguna empresa nos robe los sueños!

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Se está evidenciando un creciente movimiento de hinchas y académicos alrededor del mundo que alertan las consecuencias de un fútbol cada vez más orientado a los objetivos económicos que deportivos. Por ello desde FanVox promovemos la voz colectiva de los hinchas como un instrumento necesario para lograr un fútbol más inclusivo y transparente; hinchas que no sean vistos como números sino como el activo más importante del deporte rey.