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En una de esas tardes soleadas y en la hora posterior al almuerzo, cuando cuesta iniciar una clase de expresión oral y escrita, les pedí a mis estudiantes que escribieran en un papel aquellas palabras que están de moda en su generación. Queríamos comentarlas, reírnos un poco. 

No faltaron quienes refirieron vocablos un poco más gastados, viejos y que no hubiera esperado recibir de parte de ellos como chévere (excelente, agradable), parcero (amigo, compañero, compinche), boleta (desagradable, inoportuno, escandaloso) o sapo (soplón, espía, delator)

Otros se inclinaron por algunos términos no tan viejos, pero que yo no ubicaba en la generación de los nacidos después de 2006, como melo (perfecto, lo mejor, bello, adecuado), bro (de brother, amigo) o fo (que produce asco)

Claro. Todos, cuando somos jóvenes, tenemos una actitud de innovación en la lingüística. Adoptamos términos extranjeros, inventamos otros o les atribuimos nuevos significados a las palabras viejas para hacerlas sentir más jóvenes y revestirnos de moda o rebeldía. Pero solemos proteger esas innovaciones de las generaciones mayores, por lo cual es normal que no todos quisieran revelarlas en un ejercicio de clase. No obstante, sí pudimos documentar algunas expresiones nuevas. A continuación refiero algunas que me llamaron la atención. Las escribo primero con la ortografía que refirieron mis estudiantes: 

  1. Aestethic (bello, estético, agradable)
  2. Spoilear (Revelar sucesos de una obra televisiva o cinematográfica a quien no la ha visto. En español, existía el término destripe o destripar con el mismo significado).
  3. Gosthear (Cortar cualquier tipo de contacto con alguien, sin noticia ni explicación sobre el hecho).
  4. XD (Denotar risa a carcajadas)
  5. Rey (Amigo de confianza)
  6. Funar (exponer, ridiculizar o acusar públicamente a alguien)

¿Cómo escribir las palabras que dicen los jóvenes?

El debate empezó cuando yo escribí “estétic” en la pantalla. El comentario fue casi unánime: 

—¡Guach!

Hemos normalizado los anglicismos a tal punto que nos parece mal escribirlos con la ortografía del español. Haga la prueba y dígame qué tanto le incomodan los siguientes términos:

  1. Estétic
  2. Espoilear
  3. Gostear
  4. Equisdé (¿Exdí?)

También nos sucedió hace un par de décadas con cidí, cedé o cederrón. 

Pero piense en que no nos sucede lo mismo cuando escribimos otras palabras que vienen del inglés como:

  1. Bistec (beef steak)
  2. Fútbol (football)
  3. Líder (leader)
  4. Cheque (cheque)
  5. Coctel (cocktail)

Y algunas del francés como:

  1. Bufanda (bouffante)
  2. Chofer (chauffeur)
  3. Coraje (courage)
  4. Mesón (maison)
  5. Fachada (Façade)

¿Qué hace la diferencia?

Normalmente, cuando los extranjerismos se generalizan, es normal que se adopte para ellos una ortografía afín a la lengua que los adopta y que, a la vez, en el caso del español, sea correspondiente con la forma en que los hablantes los pronuncian. Sin embargo, ese proceso puede tardar algunas décadas y depende de la influencia que tenga el término nuevo en el uso de la lengua. Cuanto más se use, más probabilidades tendremos de transformar su ortografía hasta que, finalmente, desemboquemos en una con la que todos estemos de acuerdo o que, por lo menos, no nos genere rechazo.

También ha sucedido en el inglés, con términos originales del español como: 

  1. Hurricane (de huracán)
  2. Canyon (de cañón)
  3. Rodeo (de rodeo)
  4. Cafeteria (de cafetería, la sutileza de una tilde)
  5. Breeze (de brisa)

Es decir, hablamos de una normalización  ortográfica. Esto sucedió con términos como líder, que se incorporó al Diccionario de la Real Academia apenas en 1970; bistec, que aparece allí desde la edición de 1925, o fútbol, que se registró en 1927. Hoy, fútbol es una palabra popular, aparece 125,2 veces por cada millón de palabras en el Corpus del Español del Siglo XXI; casi el doble que el término deporte, que aparece 58,75 veces por millón. El primer compendio de términos del español, el Diccionario de Autoridades, se editó entre los años 1726 y 1739. 

Así que todo dependerá de nosotros. Si seguimos usando los términos de manera frecuente, como sucedió con selfie, que pasó a ser aceptado como selfi, probablemente los veremos transformados en la ortografía y, poco a poco, nos olvidaremos del extrañamiento que nos produce ver su nueva cara. Si nuestras selfis siguen siendo estétic; si continuamos gosteando a las personas que queremos relegar al olvido; si reímos a lo equisdé y no paramos de espoilear lo que pasa en las series, no será extraño encontrar esas palabras en el diccionario. 

De lo contrario, esta columna será solo pasajera, como las oscuras golondrinas de Bécquer. O simplemente, gosteada.

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