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Bien dice el refrán que más vale malo conocido que bueno por conocer, y en este caso pudo haber aplicado de haber tenido la posibilidad de escoger entre el Concurso Nacional de Belleza y Miss Universe Colombia, pero lo cierto es que las circunstancias del momento solo permitieron que las candidatas departamentales hicieran su aparición a ritmo de reguetón y vallenato sin el tradicional opening de “Las mujeres de mi tierra” al que veníamos acostumbrados.

Esta vez se perdió la magia de Cartagena y la mística en la que logra envolver el equipo de Raimundo Angulo a las reinas, elegidas cuidadosamente en un proceso donde a veces se peca por ser extremadamente conservador y anticuado, pero que demostró ser necesario a juzgar por las candidatas destituidas y descalificadas durante el proceso de selección de las misses, que se atrevieron hasta a pasar documentos alterados sin miedo alguno frente a una organización que quizás no logró proyectar el respeto del que hoy goza la «oficina real” de Cartagena.

Pero si de valentía se trata, hay que decir que quienes la tuvieron fueron los de Barranquilla, Natalie Ackermann y su equipo, quienes se la jugaron en plena pandemia por convocar a un número grande de mujeres soñadoras en gran parte del país para escoger a una única representante de Colombia ante Miss Universo; una mujer que cumpliera con las características que definen a las colombianas sobre todo en su liderazgo y compromiso. Al final, lo que salió mal es que escogieron a la única candidata que había demostrado no tener eso, después de haber renunciado sin una justificación sólida a su virreinato en el año 2018 y a la posibilidad de representarnos en el certamen Miss International.

Lo que no se puede desconocer es la belleza de Laura Olascuaga, que no le alcanzó en Cartagena para coronarse, pero que en Barranquilla sobresalía entre otras 29 candidatas, que por la premura del tiempo y los aislamientos obligatorios no tuvieron la posibilidad de prepararse como se debía, y al final eso pesó sobre la factura visual de Miss Universe Colombia, que se vio improvisado y sin la estética a los que nos mal acostumbramos los colombianos, porque no hay duda que en otros países donde este tipo de eventos no están tan metidos en el ADN de su gente, el desarrollo de este evento hubiese sido por lo menos aceptable.

Aquí será muy difícil que a los cesarenses le quiten a su mejor candidata y se la asignen a los de Amazonas, quienes a su vez la rechazan porque no se sienten representados en ella. O que los cordobeses puedan sentir a una paisa como suya o los guajiros a una bogotana. Porque si algo nos enseñó el reinado de Cartagena es a sentirnos identificados con nuestras reinas, y las cualidades de esas admirables señoritas que llevan con orgullo la banda que las ubica en un territorio que llevan en su sangre y corazón.

Pero se ganó en inclusión. Y no hablo solo de la posibilidad que tuvo una sobresaliente joven de escasos recursos con discapacidad auditiva de ser elegida en el eje cafetero para representar a Norte de Santander, o de la auténtica valluna que con un lunar que ocupa gran parte de su cara pudo hacer parte del grupo de candidatas oficiales. Me refiero, en general, a la convocatoria abierta en la que pudieron participar muchas jóvenes que de otra forma nunca podrían acercarse, ni en sus pensamientos, a ser representantes nacionales en un concurso como Miss Universo, por cuenta de las roscas y preferencias sociales de los comités de belleza departamentales, lo cual ha sido denunciado infinidad de veces.

Sumó la escogencia de Miss Bioseguridad Luvone, donde escuchamos valiosos discursos por parte de las reinas frente a la afectación del covid-19. Restó el relacionamiento con algunos patrocinadores, a quienes se les ofreció mucho más de lo que se cumplió en medio de la desorganización y la improvisada agenda que tuvo variaciones de última hora, según fueran entrando nuevos sponsors con poco o nada que aportar. Y ganaron los amantes y apasionados de los reinados y el mundo de la belleza, quienes tuvieron tanta tela para cortar como los mismos diseñadores, algunos tan novatos como los mismos gestores del evento, pero con ganas de mostrar su talento, lo cual en parte se dio gracias a los auto denominados missologos que, a través de sus cuentas de Instagram, pudieron mostrar lo escaso que se alcanzó a ver del concurso ante la ausencia de muchos medios de comunicación que prefirieron no asistir, se cree que por miedo al veto de Cartagena, lo que también pasó con muchos invitados especiales, entre ellos varias ex señoritas Colombia que prefirieron no meterse en problemas con “Papi Rai”.

Lo cierto es que con lo bueno y lo malo y lo que ganamos y lo que perdimos, tendremos representante colombiana en Miss Universo el próximo año. Con esta elección se le suma uno más a los 3.754 reinados que se han registrado oficialmente en Colombia. Queda demostrado que, gracias a la belleza de nuestras mujeres, la reina es Colombia.

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