Hace unos días me llevé una gran sorpresa al ver, en un texto que estaba leyendo, que un periodista, famoso por ser un eficaz divulgador de los buenos usos de nuestra lengua, había cometido un error ortográfico que tiene que ver con los puntos suspensivos y su combinación con otros signos de puntuación. No diré quién era, pues aquí no estamos para juzgar a nadie –menos aún a una autoridad de demostradísima solvencia–, pero sí les puedo asegurar que por un instante se me vino a la cabeza ese refrán que dice ‘En casa del herrero, cuchara de palo’. O, como se lee en el título de este artículo, ‘En casa del herrero…, cuchara de palo’. Como verán, al añadir puntos suspensivos conservo la coma que había escrito en la oración anterior. De esto es de lo que toca hablar hoy.
La parte del texto que tanto me llamó la atención fue una construcción idéntica a esta que me voy a inventar y que usaré en este artículo como si fuera la original: ‘Estará hablando de un entierro, una misa, un encuentro de fieles, una reunión de sacerdotes… hechos religiosos al fin y al cabo’. El error, consistente en no haber escrito una coma después de los puntos suspensivos, es una falta de ortografía relativamente habitual. Hay que decir que estos tres puntitos son causa de muchas dudas entre los hispanohablantes, que a veces no tienen claro si este signo puede escribirse junto a otros. Lo cierto es que sí puede –y a veces debe– aparecer un signo de puntuación después de los puntos suspensivos. ¿Por qué? Bueno, ahora mismo les voy a explicar por qué falta esa coma y así tendrán la respuesta.
Para empezar, tenemos que saber qué es lo que establecen las reglas ortográficas sobre este asunto: en su Ortografía de la lengua española (Espasa), dice la Real Academia Española que «tras los puntos suspensivos sí pueden colocarse otros delimitadores principales, como la coma, el punto y coma o los dos puntos». Y añade: «La presencia de esos signos responde a los criterios generales de puntuación que se seguirían si no apareciesen los puntos suspensivos». Pues bien, vamos a eliminar los puntos suspensivos en la oración de arriba, a ver qué ocurre: ‘Estará hablando de un entierro, una misa, un encuentro de fieles, una reunión de sacerdotes hechos religiosos al fin y al cabo’. Un disparate, ¿verdad? Lo correcto, como podemos apreciar perfectamente al eliminar los puntos suspensivos, habría sido escribir una coma entre ‘sacerdotes’ y ‘hechos religiosos al fin y al cabo’, que es un inciso, por lo que la coma es obligatoria.
Veamos ahora el refrán ‘En casa del herrero…, cuchara de palo’. ¿Por qué hay que añadir una coma? Bueno, en realidad no es obligatorio añadirla, aunque se suele hacer cuando un complemento circunstancial (en este caso es ‘En casa del herrero’) se escribe antes del verbo. Aquí no es que se haya escrito antes, sino que el verbo ha desaparecido, pero imaginemos que la oración de la que nació el refrán es la siguiente: ‘Se usa cuchara de palo en casa del herrero’. Tal vez por aquello de hacer la frase más corta y graciosa, alguien quitó el verbo: ‘Cuchara de palo en casa del herrero’. Y para completar la faena, alguien más colocó el complemento circunstancial al principio de la oración: ‘En casa del herrero, cuchara de palo’. Al estar en esa posición, a mí me parece oportuno emplear la coma. Y si la empleo, la conservo en caso de añadir puntos suspensivos.
¿Y por qué el famoso periodista y yo escribimos puntos suspensivos en nuestras oraciones? En el primer caso, porque el autor quiere decirnos que ha dejado incompleta una enumeración. Efectivamente, después de ‘una reunión de sacerdotes’ puede venir otro hecho similar a los que cita este señor en su lista, pero él prefirió parar ahí y dar a entender que esa relación podría ser más larga. En cuanto al refrán, yo he añadido los puntos suspensivos porque me ha apetecido y para hacer una pausa con la que pretendo, de manera subjetiva y discutible, darle más fuerza a la oración. En ambos casos, señala la Ortografía, es correcto usar los puntos suspensivos. Y, como ya hemos dicho, es obligatorio respetar las reglas de puntuación como si los puntos suspensivos no estuvieran ahí.
Una vez aclarado todo esto, me parece oportuno añadir que sería absurdo juzgar a este periodista por el error cometido: no debemos olvidar que nadie –absolutamente nadie– conoce todos los secretos, leyes y misterios de nuestro idioma. Y tampoco es menos cierto, ya que hablamos de refranes, que lo que se aprende en la cuna siempre dura. O, dicho de otro modo, si él aprendió en su día a emplear así los puntos suspensivos y nadie lo corrige –tal vez por ser quien es–, no podemos pretender que enmiende ese error (que cometió tres veces en el mismo texto, por cierto). Pero para hablar con él no cuenten conmigo, que yo a este señor le tengo demasiado respeto.
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