Las recientemente publicadas imágenes sobre la que es considerada, una de las crisis migratorias más impactantes de Estados Unidos, le dieron la vuelta al mundo en los últimos días. Y es que no es para menos, los encabezados de los periódicos mostraban desgarradoras escenas de innumerables haitianos con sus familias llegando a la ciudad de Del Río en Texas, para poder instalarse en los campamentos de refugiados que les permitirían tener esa tan anhelada, pero escasa, posibilidad de ingresar a cumplir su “sueño americano”.

A grandes rasgos, si usted quiere comprender lo que ocurre para no ser un empático desinformado, esto es lo que debería saber. En primer lugar, es importante “pararse” en el contexto de Haití, sobretodo, frente a los últimos sucesos: después del terrible terremoto que sacudió al país en 2010, se suma la llegada de la pandemia del Covid -19 junto a la crisis económica que presentó en el 2020, con un PIB de -2.9%. (CEPAL, 2021).

Pero más allá de los números, esto en palabras cortas significa que miles de personas hacinadas, en condiciones precarias en sus hogares, sin los elementos que para nosotros son tan básicos como el jabón y el agua, vivieron como nunca antes la pobreza exacerbada por esta crisis mundial. Esto, aunado a los índices de desnutrición que presenta la población, lo que los hace estar aún más expuestos ante el virus sin mencionar las dificultades en el acceso a la salud de calidad. Adicional a estos elementos que menciono, se suma el terremoto de 7.2 grados que sacudió al país en las últimas semanas y el asesinato del presidente Jovenel Moïse.

Todo este coctel de problemas políticos, económicos, sociales y sanitarios, hicieron cada vez menos sostenible la instancia de los haitianos en su propia casa, obligándolos a buscar un país que les tendiera no el brazo, ni la mano, sino al menos, una pisca de compasión.

Es importante aclarar que no todos los migrantes provienen directamente de Haití. Muchos han recorrido largos kilómetros desde Chile, Brasil, Colombia, y Panamá, superando por primera vez en muchos años la cifra de los 200.000 migrantes reportados por las autoridades estadounidenses en los últimos meses (BBC News, 2021).

Ahora bien, agreguémosle un ingrediente más a esta inestabilidad. No solamente es la frustración y la desesperación de todas estas personas lo que los motiva a buscar una nueva vida. Es el entorno político generado alrededor del nuevo presidente de los Estados Unidos frente a los temas de migración. Es evidente que Joe Biden, sin duda alguna, quiere marcar la diferencia y borrar esas dramáticas imágenes de las familias separadas por muros durante el gobierno de Trump. Incluso, podemos citar sus propias palabras en un pronunciamiento a mediados de abril , en el cual afirmó que “la inmigración siempre ha sido esencial en américa, acabemos ya con la exhaustiva guerra sobre ésta”.

Sin embargo, del discurso al hecho y del hecho a las imágenes, definitivamente, hay mucho trecho.

En estos momentos, Estados Unidos tiene activo el Título 42 como política de salud pública la cual busca regular el ingreso por vías terrestres de los extranjeros, como medida sanitaria por el Covid – 19.  De esta manera los Centros para el Control y Prevención de enfermedades (CDC en ingles), tienen la potestad de:

“Suspender el derecho a introducir personas en Estados Unidos cuando el Director determina que la existencia de un contagio trasmisible garantizado en un país o lugar extranjero crea un grave peligro de introducción de dicha enfermedad en Estados Unidos” (Traducido del texto original del Título 42).  Este trabalenguas, palabras más palabras menos, permite dar luz verde o roja a quienes decidan cruzar la frontera sin importar cuál sea la historia que llevan al interior sus maletas y desalentados rostros.

En fin, independiente que la regulación de Estados Unidos esté “cobijada” por el manto de la excusa para tomar sus políticas como mejor considere, sí es reprochable la imagen que vemos de los guardias fronterizos expulsando a los haitianos como peones en una guerra casi de película, donde el Príncipe Héctor protege su fortaleza impenetrable cuidando la ciudad amurallada, defendiéndola a capa y espada. O bueno, en este caso, a latigazos, ante cualquier invasor. La furia de los caballos, la persecución, el hombre indefenso, el jinete empoderado, todo parecía surrealista.

Si esta imagen fuera una alegoría, sería entonces: la representación de la ¿defensa de nuestro rey? la ¿protección ante el mal?, ¿la gloria de nuestros dioses? … y así sucesivamente podemos continuar con frases célebres de los Troyanos.

Bueno no sé, cada quién la interpretará como guste. Yo opto por una frase que últimamente he utilizado mucho: la crisis humanitaria dentro de tanta, pero tanta, inhumanidad.