«La comprensión es una calle de doble sentido» – Eleanor Roosevelt. 

En las últimas semanas hemos visto que los medios de comunicación, literalmente estallaron por las denuncias realizadas en múltiples colegios tanto públicos como privados en la ciudad de Bogotá. Hechos lamentables que nos llevan a cuestionarnos muchas cosas frente al rol de la mujer en la sociedad.

Las mujeres nunca la hemos tenido fácil. Esa es la verdad, ¿o lo vamos a discutir?

Desde que tenemos memoria nos han enseñado sobre grandes personalidades que han luchado por nuestros derechos tiempo atrás.

El derecho al voto, a decidir sobre nosotras mismas, a cambiar los estereotipos de la vestimenta, a tener la posibilidad de realizar trabajos que eran netamente destinados para los hombres, a incursionar en el deporte, en fin.

Tantos escenarios que nuestras antecesoras lograron ganarle a la sociedad a través de exhaustivas batallas, incluso, muchas de ellas, en las cuales tuvieron que sacrificar su vida entera para que nosotras hoy en día pudiéramos disfrutar en cierta medida de espacios que antes eran impensables.

Y a pesar de todo, seguimos en la lucha. ¿Hasta cuándo? No lo sé. Pero si de algo estoy segura, es que no es una batalla que debamos librar en el sentido de solo abrirnos más espacios y de “ganarle” terreno a los hombres en los diferentes escenarios.

Para mi la igualdad de género es una noción que no necesita crear nuevos extremos para llegar a ella. Es simple y llanamente que tanto hombres como mujeres podamos tener acceso a los mismos derechos, trabajos, servicios, oportunidades y reconocimientos, sin tener que “pedalear tanto” para que uno u otro género pueda sentirse cómodo en su propia piel.

No creo que haya necesariamente una guerra entre hombres y mujeres para todo. Pero por supuesto, esto requiere de un nivel de pensamiento abierto y flexible donde no se vea a ninguno de los dos como inferiores para tomar ventaja de ello. Y por ventaja me refiero a abusos, acosos, discriminaciones, matoneo y cualquier tipo de maltrato que se le conozca.

Como dice Meghan Markle, “las mujeres no necesitamos de una voz, ya la tenemos, solo que debemos sentirnos lo suficientemente empoderadas para usarla”.

Volvamos a la parte donde menciono que las mujeres no la tenemos fácil. No sé si las que estén leyendo este artículo, alguna vez hayan sentido que se levantan sin ganas de ser mujeres por un día.

Por cualquier circunstancia, motivo o razón. El que sea…

Pasa y pasa mucho. La mujeres estamos rodeadas de estereotipos agotadores relacionados a nuestras elecciones a la hora de vestir, del tono que usamos en una reunión, de cómo manejamos una relación e incluso de qué tanto comemos o no.

Mejor dicho escenarios hay miles y de verdad, que a veces esto agota.

Por otra parte, me encanta que ya tengamos en nuestra sociedad a mujeres empoderadas y directas, capaces de tomarse escenarios que antes eran inimaginables, que no les de miedo a dar su opinión, y que motiven a otras mujeres a sentirse así.

Pero ojo, en esta segunda parte quiero “voltear un poco la arepa”.

Todo eso está muy bien, pero es importante que miremos cómo estamos tratándonos entre nosotras mismas. Entre NUESTRO PROPIO GÉNERO.

De nada sirve librar tanta batalla si hay una guerra silenciosa adentro.

Las mujeres más que nunca tenemos que apoyarnos entre nosotras mismas y bajarle un par de cambios a la criticadera, a la envidia y a esa comparación ridícula. Una mujer segura de sí misma no tiene porqué estar mirando al otro lado para ver qué hace o dejó de hacer la otra.

Somos divinas con nuestros amigos hombres, pero si llega “la nueva” a la reunión, mejor dicho, comenzó el proceso.

Porqué seguimos replicando frases como las siguientes: “trabajar con mujeres es una mamera”, “preferimos trabajar con hombres mil veces más”.

Está bien, cada quien con su gusto, pero que no sea un paso atrás hacia de todo lo que hemos avanzando. Si usted ha tenido una jefa que odió con toda su alma, pues no traslade su experiencia a su equipo de trabajo donde de seguro sí hay mujeres increíbles.

Seamos el cambio y rompamos ese círculo vicioso.

No juzgue tanto en redes sociales por lo que las otras mujeres suben, no satanice las acciones de la otra sin conocer su historia, no le pare tantas bolas si ella está usando la ropa más «cool» del momento, fíjese más bien en si es una buena persona.

Aquí por supuesto me incluyo, todas hemos caído en esto, es un camino de doble vía y por eso cité la frase al inicio de Roosevelt.

Le apuesto a que si las mujeres fuéramos más buenas, amables y comprensivas entre nosotras, muchas de las situaciones negativas que vivimos con los hombres, no se presentarían con la misma intensidad.

Piénselo y sobretodo en estos momentos de tanta tensión a nivel mundial, lo que más vale al final del día es ser una buena persona de verdad. No la que aparenta serlo.

Ah, y a todas estas, votemos con mucho cuidado el próximo domingo para que tengamos también mujeres que nos representen como es.