Como muchos de ustedes saben, la industria de la moda y textil es una de las que más contamina a nivel mundial, representando el 8% de las emisiones de C02 y el 20% de la polución acuífera en vertederos, cuencas, ríos y por supuesto mares.

La razón de ello tiene nombre propio: el famoso “fast fashion” que parte del principio rector de un ciclo de producción rápido y constante donde la rotación de los productos es supremamente alta.

Si nos trasladamos a los almacenes más comerciales y concurridos, vemos que las colecciones cambian constantemente y siempre hay una muy buena variedad disponible de productos conforme a las temporadas en las que se encuentran.

Vamos a arrojar unos datos adicionales: ¿Cuál es el impacto de fabricar un pantalón en promedio?

Quien fabrica el producto textil emite lo equivalente a 13 kilos de dióxido de carbono aproximadamente y su proceso requiere de unos 2000 litros de agua.

Adicionalmente, se necesitan 10 litros de químicos en su totalidad, sumado a que el lavado adicional para finalizar el proceso gasta 1.000 litros de agua más, sin contar con la energía consumida en los secados y el planchado.

Y ni hablemos de la degradación… el poliéster tarda aproximadamente hasta 200 años en descomponerse.

Mejor dicho, rápidamente le arrebatamos a la naturaleza sus más sagrados componentes para devolverle como “regalo”, basura que tarda miles de años en desaparecer.  

Ahora bien, cuando hablamos de avanzar hacia la ropa biodegradable, nos estamos refiriendo al poder fabricarla utilizando materiales que se descompongan a partir de procesos químicos naturales que vayan en concordancia con la naturaleza y sus propios procesos biológicos.

Es decir que si se nos pierde una prenda, la botamos, o simplemente mientras le damos uso con las lavadas semanales, no se arrojen partículas que contaminen las fuentes hídricas y sus materiales tarden miles de años en descomponerse cuando son arrojadas en los basureros (porque no nos digamos mentiras, más de uno hemos botado a la basura en algún momento así sea una media).

¿Qué tan “bio” son entonces las marcas?

Actualmente se han desarrollado múltiples sellos a nivel internacional como el “Global Organic Textile Standard”, “Naturtextile IVN Certified”, “Organic Exchange”, entre otros.

A pesar de esto muchas marcas simplemente se hacen pasar por sostenibles al utilizar algunos de sus materiales con menor porcentaje de poliéster, químicos u otros componentes, pero el resto de materiales siguen los procesos regulares. En otros casos la ropa es empacada con cientos de metros de plástico para ser enviada a nivel nacional e internacional y la huella de carbono realmente no se compensa con el esfuerzo que realizaron en su fabricación.

Mejor dicho, es importante que exista una coherencia a partir de la intención que viene desde el primer momento en que se piensa el diseño de esa prenda, hasta el cierre de su ciclo. Esto implica no solo analizar muy bien los materiales, sino cómo se le va a entregar al consumidor, los métodos de distribución e incluso la mercadotécnia que se vaya a utilizar.

Hoy en día hay marcas que optan por hacer una sola colección con prendas limitadas de ese diseño, las cuales nunca vuelven a salir al mercado. Otras se animan a utilizar el 100% de los plásticos de un solo uso para transformarlos en un productos que puedan vender en sus tiendas.

En fin, ideas hay muchas. Solamente hace falta materializarlas, hacerlas parte de la oferta del mercado, y tener siempre presente su accesibilidad en términos de costos.

La naturaleza no merece menos.