¿Quién lo diría? El consumo de açaí está generando un impacto en la sostenibilidad en el ecosistema del Amazonas.

Si embargo, no nos puede sorprender de a mucho porque cada vez que un producto se pone de moda, a los poco meses nos terminamos enterando que algún efecto negativo está generando en el Planeta.

El açaí es un fruto típico del Amazonas que ofrece múltiples beneficios para la salud, ya que contiene antioxidantes, fibra, es muy bueno para la piel, la artritis, la pérdida de peso, entre muchos otros.

En los últimos años su producción se ha ido incrementando exponencialmente ya que es un fruto que ha cautivado los paladares internacionales no solo por sus bondades, sino por su sabor extraordinario. En cifras del más reciente reporte de la BBC, Brasil produce el 85% del açaí a nivel mundial, lo cual requiere de 212.000 hectáreas de cultivo aproximadamente.

Solamente entre el año 2011 a 2020 las cifras de exportación aumentaron 15.000% aproximadamente (Braun, BBC, 2022).

Como todo lo bueno que nos ofrece el mercado, así, empacado divinamente, con el slogan exótico y los miles de tutoriales de influenciadores hablando de sus beneficios a través de recetas en TikTok, es importante analizar muy bien cómo se produce y qué tan sostenible es.

Generalmente los productos que se ponen de moda y exigen una alta demanda, terminan de alguna u otra manera afectando nuestro Planeta por la forma en la que se busca satisfacer a toda cosa el público.

¿Por qué será que no podemos generar una producción responsable, mesurada y que coexista con la naturaleza? Siempre es a “sacarle la leche” a la tierra para que estemos en unos meses escuchando frases como: “Colombia ya sobrepasó la capacidad productiva de la tierra para este año”.

Pero continuemos, parte de la amenaza que representa esta producción es el hecho de necesitar grandes extensiones de terreno que implican sacrificar árboles nativos como el samaúma y el jatobá.

1+1 =2 señoras y señores. Es decir, si usted tala los árboles nativos, a largo plazo está generando una desestabilización del ecosistema en menor o mayor medida. Los árboles nativos según el estudio realizado desde 2013 en las zonas de la desembocadura del río Amazonas, servían como sombra para la protección y reproducción de miles de especies, captura de C02, reciclaje de nutrientes, entre otros (Braun, BBC, 2022).

Esto es un efecto de lo que se denomina como monocultivos en extensión, que para el caso de açaí se le conoce ahora como “asaización”. Incluso el estudio que previamente mencioné a grandes rasgos, refleja el impacto en las zonas donde existen cultivos de açaí, medido en el grado de deforestación que hay por cada hectárea sembrada.

“Hay regiones identificadas por la investigación donde teóricamente debería haber alrededor de 70 especies de plantas por hectárea, pero en su lugar los científicos encontraron prácticamente un monocultivo de la fruta, con hasta 1.000 matas por hectárea” (Braun, BBC, 2022).

Ahora bien por supuesto que el lado bueno, y sin quererlo desconocer, es el hecho de que esta práctica genera no solo ingresos para la región sino trabajo para los ribereños y familias campesinas que viven de producirlo.

Incluso existe normativa sobre cómo debe ser la producción de este fruto y los topes en máximos de hectáreas que se deben manejar.

Mejor dicho: “como en todo, hay de todo”. Seguramente existen empresas responsables que cumplen con la normativa y se encargan de realizarlo en bosques controlados e incluso, tendrán la manera de compensar por cada árbol talado. Pero hay otras que ni siquiera tienen contemplado el impacto ecológico y solo les interesa el lucro.

Como siempre lo afirmo cada vez que escribo un artículo en materia ambiental: no se trata de llegar a extremos y no producir absolutamente nada. La clave está en hacerlo de manera sostenible y coexistiendo con la naturaleza. Pero sobretodo, asegurándonos que nuestras elecciones como consumidores sean igual de responsables.