La sociedad normalmente tiende a imponernos o más bien encasillarnos en momentos de la vida donde aparentemente se hace una especie de «corte periódico» para hacer pausas y reflexionar sobre las lecciones aprendidas que nos han costado sangre y sudor durante largos años.
Este primer corte, siento yo, son los tan anhelados 30s.
¿Que si se siente algo particular a la hora de cumplirlos?
Pues por supuesto que no; la vida sigue, los problemas o crisis se mantienen, y las dudas frente a la toma de decisiones no se desaparecen por arte de magia.
Sin embargo, sí se nos ha enseñado que al cumplir los 30 podemos dar por cumplido una primera parte de la vida muy importante, pues entonces sigámosle la cuerda a este mito y hagamos una pausa para transmitir ciertos aprendizajes que considero son fundamentales.
Gastamos gran parte de nuestra adolescencia y etapa universitaria, creciendo alrededor de entornos donde el “qué dirán” pareciera que tuviera escrito nuestra cuenta bancaria como si fuera el que nos alimentara, pagara las deudas, vistiera, o permitiera viajar.
Tomar las decisiones frente a qué estudiar o qué haremos con nuestra vida para no malgastar nuestro tiempo, se convierte en la labor principal del día a día.
Estudie lo que sea pero por favor póngase a hacer algo.
Sin embargo, las llaves que nos entregan para tomar estas decisiones considero que nos son otorgadas de manera muy temprana y a una edad donde uno no tiene ni idea qué quiere hacer con su futuro.
Es por esto, que se convierte en algo completamente natural, el hecho de arrepentirse, cambiar de rumbo, matricularse tres veces en carreras opuestas, emprender de la nada, o simplemente decidir irse al África para realizar un voluntariado.
Lo que quiero decir con todo esto para no enredar mucho la pita, es que aprovechen los 20s para no tomarse todo tan en serio y darle varios vuelcos a su vida si es necesario, con tal de garantizarse un futuro más tranquilo y sobretodo, feliz.
No hay afán de seguir esa línea del “qué dirán” en ningún sentido; ni en el amoroso, ni en los gustos de vestir, o en la profesión que tendrán. Contrario a esto, es el momento de experimentar cuantas veces sea necesario, para poder encontrar parte de su identidad.
Claro está, no resolverán del todo su vida, eso jamás ocurrirá, pero sí habrá utilizado sabiamente su tiempo.
Encasillarse con una sola persona porque sentimos que es la adecuada, realmente es un “tiro al aire” de mucha confianza donde no sabremos si eso terminará en una ceremonia con vestido blanco y cientos de invitados, o en horas interminables de Netflix pasando tusas tras tusas.
En cualquiera de las dos circunstancias, estaremos creando una coraza de resiliencia para poder tomar decisiones más adelante con una seguridad tremenda y poniéndonos a nosotros mismos de primeras en la balanza.
Y no por eso me refiero a una connotación egoísta; todo lo contrario: ponernos de primeras sobre los demás no nos hace personas ególatras y descaradas. Entre mejor nos sintamos con lo que somos en todo sentido, pues tendremos más para darle a los demás y así estar presentes de una manera integral.
Por otra parte y esto es clave, debemos perder el miedo a auto felicitarnos en público y destacar nuestros logros con pena o miedo a ser juzgados por los demás; la mayoría de veces quien le lanza a usted una crítica en un momento tal de celebración, es porque aspira a tener una parte de eso que logró, pero que por infinidad de razones, no le es posible obtenerlo.
Nadie va a celebrar los logros mejor que usted mismo. Así que hágase un favor y salga a gritarle al mundo todo aquello que lo llena de felicidad y orgullo sin demeritar ni un solo punto del proceso.
Creernos que somos buenos en algo una vez hemos identificado esa fortaleza a partir de un profundo ejercicio de instrospección, no nos hace seres odiosos; nos hace personas prodigiosas.
Las lecciones deben compartirse y adaptarse a la cotidianidad de cada quien; y si las personas se identifican con eso que uno transmite, estaremos impactando al menos en una pequeña parte, la vida de un ser humano.
Vivamos más, sintamos más, y “hagamos un ghosting” más seguido a las opiniones ajenas que no nos aportan bajo ninguna circunstancia.
Y para todos aquellos que acaban de llegar a los 30, bienvenidos a este nuevo piso lleno de curiosidades y puertas por descubrir, pero de la mano de todas las herramientas con las que nos hemos dotado a lo largo de estos años.