El nombre de éste proviene y como se anticipaba, del New Deal que promovió el Presidente Franklin D Roosevelt para ayudar a los Estados Unidos a recuperarse de la Gran Depresión económica.
Aunque, un dato curioso, ese término de Green New Deal no es del todo nuevo, ya que apareció por primera vez en el 2007 cuando Thomas Friedman lo utilizó para proponer soluciones que combatieran en ese entonces el cambio climático, debido a los altos picos de calor que se estaban experimentando en el país.
Me parece interesante que ahondemos en este tema, ya que pone en la mesa de ajedrez, varios elementos que a futuro, cambiarían un poco la dinámica en la que se mueve los Estados Unidos.
El Green New Deal es una resolución del Congreso que despliega todo un plan para abordar el cambio climático, y el cual fue presentado por dos demócratas. En este sentido, el objeto consiste en reducir los gases de efecto invernadero, a la par que se resuelven problemáticas entorno a la inequidad económica, desigualdades sociales, falta de acceso al agua limpia, entre otros asuntos.
Lo anterior, como parte de un ambicioso plan de poner al país en el trono del liderazgo para lograr en 10 años, una reducción en las emisiones aprovechando los renovables, mejorando los sistemas de transporte, promoviendo un nuevo desarrollo económico, identificando fuentes desconocidas de polución, y creando nuevos empleos enfocados hacia esa visión más sostenible.
Este por supuesto fue tema de debate en las elecciones presidenciales, donde el ex Presidente Donald Trump, le hizo fuertes críticas debido a los altos costos que implicaría su implementación.
¿Pero de no hacerlo los costos a futuro serían mayores?
Quienes están de acuerdo con esta resolución, traen a colación la urgencia de reducir a nivel mundial las emisiones para llegar en el año 2050 a tener un resultado de «cero-netas” que no sobrepasa los 1.5 grados Celsius, en aras de no poner en peligro la salud del Planeta y sin una vía de no retorno. Asimismo, se acevera que el país sí cuentan con los recursos para financiar estas alternativas renovables y que a futuro, se vería significativamente el ahorro asociado.
En contraste, las posturas que lo critican llaman la atención sobre el extremismo al que está llegando esta iniciativa que la tildan hasta de socialista, el alto costo que ello implicaría para los mismos ciudadanos, una afectación directa a la economía, e incluso, se han escuchado comentarios irónicos que hablan del adiós a las hamburguesas.
¿Habrá soluciones prácticas, sencillas y poco costosas ante este inminente problema? O ¿debemos sacrificar varios frentes desde ya para tener un futuro relativamente menos incierto?
Qué opinan ustedes.
Fuentes: New York Times y Deborah D´Souza