Una entrevista maravillosa con algunos de los miembros de Saving The Amazon nos abre la perspectiva frente al panorama que rodea a este emblemático ecosistema.

Este movimiento, creado en el año 2012, tiene como principal objetivo el poder unir a la comunidad con miras a combatir la crisis climática a través de la transformación social del territorio que va más allá de la siembra de árboles.

Casi una quinta parte del agua dulce del mundo se produce en el Amazonas; un tesoro cultural, social y económico para la humanidad.  

Ojo a esta correlación que nos brinda Saving tras una ardua investigación: las regiones más conservadas del Amazonas, paradójicamente, son aquellas que presentan mayores índices de pobreza multidimensional. Es decir, a mayor conservación y poca intervención, menor es el desarrollo humano.

Desarrollo que representa a un grupo de personas que son claves para el cuidado de este ecosistema.

Sobre este punto volveré en un momento, pero antes me parece fundamental resaltar que esta organización le apuesta a coordinar sus acciones para que estén alineadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible trazados por las Naciones Unidas en la Agenda 2030. Esto no es algo menor, ya que para el cumplimiento de esta meta construida desde 2015 es fundamental que no solo las naciones, sino las instituciones, organizaciones y empresas, “pongan su cuota” a la recolección de estadísticas.

Retomando, las comunidades en este escenario no son actores independientes o ajenos a esta historia de conservación. De hecho, sin sus habilidades que por naturaleza e instinto poseen para cuidar cada elemento de la selva, sería imposible mantener “vivo” el propósito de Saving The Amazon.

La restauración no solo es en el Amazonas, sino en todos los ecosistemas que están actualmente degradados como los manglares. Es por esto que la estrategia de Saving The Amazon es altamente replicable.

 A través de la siembra de árboles nativos, las comunidades pueden restaurar otros bosques que han sido intervenidos por terceros con intereses perversos hacia el territorio. Esto permite una verdadera apropiación del ecosistema y la preservación de la cultura.

Los índices de pobreza monetaria y pobreza multidimensional no son los mejores en dicha zona; debemos sacarnos de la cabeza esa imagen del indígena idealizado que tanto daño les hace a su cultura misma.

 La selva para las comunidades constituye un actor vivo y al mismo tiempo tienen una cosmovisión bastante amplia frente a cómo es la coexistencia con cada especie. Esto les permite tener un menor impacto en territorio que el podríamos llegar a generar cualquiera de los que nos encontramos en las ciudades.

Las historias de las visitas que han realizado en campo son fascinantes, ya que demuestran una cotidianidad de los indígenas, donde la gobernanza local está muy bien pensada para que las acciones que por naturaleza son de supervivencia, no afecten el ciclo ecológico y de reproducción.

Si hablamos de la tierra, esta será siempre sagrada para ellos.

Cada contexto es diferente y no podemos equiparar los ejercicios de conservación en las zonas urbanas versus aquellos que se presentan en las selvas. En áreas como el Amazonas, los árboles son fundamentales para mantener el equilibrio ecológico, pero también para la cotidianidad de las comunidades.

La recuperación es mucho más ágil ya que ocurre de manera natural. Los indígenas tienen espacios conocidos como la chagra, los cuales les permiten tener la fuente de alimentos que necesitan para sobrevivir de una manera ordenada. Es una medida justa, pensada, y que no sobrepasa los límites para que el suelo pueda recuperarse.

Esto es muy distinto a llegar con máquinas para talar cientos de árboles a como dé lugar…

El panorama así tal cual, pinta muy bien, pero lamentablemente la realidad que rodea a la selva es otra. Los intereses económicos no se hacen esperar, y tan solo en el 2022 los 12 parques de la Amazonía colombiana perdieron cerca de 9200 hectáreas.

Por lo mismo, se vuelve fundamental comprender la siguiente diferencia: la reforestación consiste principalmente en la siembra de árboles en un territorio que los ha perdido, mientras que la restauración permite atribuirle nuevamente esos elementos ecológicos y ecosistémicos al entorno.

La naturaleza es perfectamente compleja y a veces pareciera que en medio de nuestra ignorancia, desconociéramos que cada elemento juega un papel fundamental para sostener a todo el ecosistema.

Se vale ser inocentes pero no indiferentes.

Por lo tanto y teniendo en cuenta este panorama, ¿plantar árboles nos salvará?

La respuesta que nos brinda el equipo es que no.

Si los hábitos de consumo no cambian, de nada sirve llenar el país de árboles sembrados y acostarnos con la conciencia tranquila.

 Este punto es clave y ya lo he mencionado en varios artículos; la restauración de los ecosistemas no puede estar desligada de las acciones de producción y consumo de las personas. Y es justamente esto a lo que se dedica Saving The Amazon: a evitar que el ecosistema se degrade y pierda sus características más intrínsecas.

Piénselo bien, usted decide donar un árbol con su nombre, pero ese mismo día pide a domicilio un montón de comida envuelta en plástico y toda procedente de carne roja. ¿Tiene esto algún sentido?

Con pequeños cambios que cada uno logre adoptar como parte de su cotidianidad sin que nadie le esté recordando, ya se tiene un impacto poderosísimo en el Planeta.

Recordemos que la tierra se recupera sola y a veces tenemos la audacia de pensar que debemos salvar solamente al Planeta, cuando en realidad este sabe cómo cuidarse a sí mismo perfectamente. Somos nosotros los que debemos preocuparnos frente al futuro que nos espera si no se toman correctivos en este momento.

 Un mensaje poderoso para todos ustedes de parte del equipo de Saving The Amazon: Pensemos en el futuro, la reforestación no es para hoy, es para garantizarles un mejor panorama a las próximas generaciones. Trabajemos a partir del ejemplo, no hay mejor referente que este. Cada acción cuenta y el Planeta necesita todas las iniciativas posibles que tengamos a nuestra alcance.

 Al final de la entrevista hicimos las matemáticas y un kilo de carne corresponde a 14.000 litros de agua que se consumen en alrededor de 25 años si en promedio nos tomamos a día litro y medio, Ahora bien, en todo ese tiempo de seguro nos comeremos más de ese kilo.

¿Cómo lo ven entonces?

@savingtheamazon