En menos de dos semanas he vivido algunas situaciones en centros comerciales de Bogotá que me han llevado hacer un alto en el camino y llamar la atención sobre ello.
Pero, ¿porqué?
La primera situación fue por pedirle a un señor de aproximadamente 60 años que si me podía dar paso en la escalera eléctrica, ya que estaba ocupando “el carril” que normalmente se deja libre para quienes van con más afán.
Y el segundo, fue el pasado domingo cuando estaba con mi familia cruzando una de las cebras del parqueadero, un señor que iba en una camioneta se detuvo para dejarnos pasar solo porque casi nos atropella.
Ahora bien, se preguntarán porqué traigo a colación estos dos simples ejemplos en medio de tantas otras situaciones más graves que se presentan en el día a día. Pues bien, la razón es muy sencilla: ambos sucesos tienen en común que parten de situaciones cotidianas que requieren de un nivel mínimo de razonamiento para saber cómo actuar. Aquí no estamos hablando penalmente del máximo nivel de diligencia que solo alguien con la experticia suficiente hubiera podido prever. Son escenarios realmente sencillos que no deberían tener más de dos respuestas correctas.
Cómo es posible que en los colegios, universidades y por supuesto al interior de los hogares, ¿se esté descuidando la enseñanza de los parámetros básicos frente a la convivencia ciudadana?
Frases como “señora no me haga insultarla o maltratarla”, “estúpida, yo ya había pasado la cebra”, no solo son inaceptables desde todo punto de vista sino que, peor aún, se dirigen hacia una mujer.
¿Cómo tratarán entonces esos hombres a las mujeres de su hogar?
El punto de este llamado es hacer un alto en el camino para revaluarnos como personas y analizar hasta dónde está llegando nuestra comodidad individual que nos impide pensar en los demás ciudadanos como sujetos de derechos.
La convivencia se lee en plural, no en singular.
Debemos medirnos un poco más cuando salgamos de nuestras casas y aprender a compartir con los demás los espacios públicos. Pero si hasta este momento todavía no sabe a qué me refiero, acá le dejo algunos escenarios adicionales:
- La cebra se respeta en las vías principales y también en los parqueaderos.
- Las señales que marcan en los barrios el número 20, tiene una razón de ser. Si usted va a 50km y se atraviesa un niño, pues no tendrá las mismas posibilidades de reaccionar.
- Las filas en las escaleras siempre deben dejar el “carril” de la izquierda para quienes van de afán puedan subir sin ningún problema. No se sube “en parejita”.
- Deje atravesar a las personas así vaya de afán en el carro y más si son niños o personas de la tercera edad.
- No le cierre el ascensor a quien está punto de entrar. Es como quien pone direccionales y usted decide acelerar más.
- No subestime el poder de dar las gracias y saludar bien. Hasta en los mejores restaurantes de esta ciudad, muchas veces toca mendigar por un “buenos días”.
- Cuando alguien esté atendiendo a otra persona, no salte a gritarle qué es lo que usted necesita, invisibilizando por completo a quien ya tenía el turno.
- No se detenga en su carro a parquearse en el carril de la derecha de una vía principal solo porque está esperando a alguien, mientras el resto de carros deben atorarse en un trancón.
Esto es cultura ciudadana pura y dura, que si a usted no se la enseñaron desde pequeño, no es motivo para no aprenderla. Se vale ser inocentes pero no indiferentes.
El mundo ya está lo suficientemente caótico y violento como para que cada uno de nosotros no ponga su granito de arena en hacer de nuestro entorno un mejor lugar para vivir.
Invitados todos a esta reflexión y a dejarme en los comentarios, ¿qué otros escenarios de cultura ciudadana creen que vale la pena anotar?