En 74 años Uruguay no vivía una sequía tan brava como la que está padeciendo hoy. Y es que las imágenes me devuelven a las clases del colegio cuando nos enseñaban que “algún” día, los países se comenzarían a quedar sin agua a causa del cambio climático.

No pensé que fuera a suceder tan pronto, a pesar de que esto lleva ocurriendo en África durante años. Nos tocó más cerca esta vez.

«El 22 de marzo  del 2023 el embalse había llegado al mínimo histórico con alrededor del 20%, estando hoy en menos del 1.5% de la capacidad, haciendo que el gobierno nacional comenzara a mezclar el agua dulce de ese reservorio con aguas abajo del río Santa Lucía (salada), y por supuesto ocasionando que ya no pueda ser denominada agua potable (CNN)».

En este grave y delicado panorama casi que apocalíptico, las críticas no se han hecho esperar. Se ha denunciado que el gobierno nacional ha estado priorizando los cultivos agrícolas y negocios trasnacionales como la producción de soya, arroz, y la pulpa que se extrae para poder elaborar el papel, sobre el cuidado del agua.

Eliminar los impuestos sobre las botellas, distribuir agua gratis y prometer la construcción de un nuevo embalse en poco tiempo han sido algunas de las ideas que ha tenido el presidente Luis para hacerle frente a esta situación.

No obstante, la priorización sobre las industrias que consumen cientos de litros de agua sin tener un verdadero modelo de negocio sostenible ha desatado en parte esta problemática sin precedentes.

Esto por supuesto es una alerta roja para todo el Planeta, ya que lo que pareciera venidero en un futuro tan lejano, es el espejo de lo que pudiera convertirse en un dominó a gran escala para el resto de los países.

Ah y como si fuera poco, se está hablando de un posible proyecto de la compañía Google que quiere construir un gran centro de datos el cual implicaría el gasto de aproximadamente 7 millones de litros de agua, que, si hacemos las cuentas, es quitarle el consumo de este recurso a miles de personas.

Pequeño o grande el proyecto, muchos o pocos, el punto es que el gobierno debe poner el freno de mano cuanto antes y reevaluar a qué le está dando la prioridad, dónde están los impuestos verdes, sus políticas de circularidad, en fin.

Los modelos económicos ya no pueden desconocer los impactos sobre el medio ambiente, eso es completamente inaceptable en momentos como estos.

Ahora bien, agua embotellada a lo loco y a como dé lugar «porque qué más” es un paño de agua tibia momentáneo, pero ¿cuánta gente puede mantener ese gasto recurrente?, ¿la contaminación no va a ser brutal a posteriori?

Se necesita una verdadera política pública alrededor del uso de este recurso finito en todo el Planeta, no solo para Uruguay, ya que estas soluciones tibias son solo una pequeña gota de todo el mar de problemas que esto va a acarrear para la población, la fauna, y flora. El desarrollo económico tiene por necesidad que estar vinculado a la preservación de cada elemento que nos permite exister como seres humanos. Abrimos la llave todos los días y damos por hecho que ésta estará allí por siempre; en las discusiones políticas pensamos en todo, menos en si ese líder o lidereza nos va a garantizar medidas para salvaguardar nuestra vida.

Se vienen elecciones de alcaldes, así por favor tengamos presentes este tipo de escenarios.

Si estas imágenes de las personas protestando en las calles con botellas de agua vacías, desiertos áridos donde antes había solo verde y niños muriendo de sed, no es un despertar para todos los presidentes del mundo, realmente no sé qué más podrá hacerlo.

 Que Uruguay sea el último caso.